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Hasta el concierto más modesto lo hacemos con todo el amor

El Ensamble de Percusiones de México cumplió 30 años

El cuarteto comenzó las celebraciones por sus tres décadas en octubre, durante el Festival Internacional Cervantino, y las prosiguió en noviembre con conciertos en el Palacio de Bellas Artes, el Festival de Música de Morelia y en la Sala Nezahualcóyotl

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▲ Alfredo Bringas, Raúl Tudón, Ricardo Gallardo y Miguel González, integrantes de Tambuco, en el Templo de la Valenciana, Guanajuato, en 2006. Gallardo, director y fundador de la agrupación, asegura que tienen el mismo ímpetu, entusiasmo y la cabeza llena de ideas que cuando comenzaron.Foto María Luisa Severiano
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▲ Aspectos del desfile de percusiones realizado el 11 de noviembre pasado en la Alameda del Centro Histórico de la Ciudad de México, junto al Palacio de Bellas.Foto Pablo Ramos
 
Periódico La Jornada
Jueves 28 de diciembre de 2023, p. 2

Mantener un proyecto artístico como el de Tambuco Ensamble de Percusiones de México durante 30 años –hito que logró este 2023– parece un sueño y es muy difícil en un país como el nuestro, donde el trabajo colectivo cuesta mucho, afirma Ricardo Gallardo, su fundador y director.

El secreto, explica el intérprete en entrevista con La Jornada, ha sido que los integrantes de ese cuarteto –Alfredo Bringas, Raúl Tudón, Miguel González y el propio Gallardo– tienen presente de manera permanente que la esencia del músico es el juego.

También ha sido esencial, agrega, que encaran todos sus conciertos y compromisos con total amor, profesionalismo y cuidado, sin importar si se trata del lugar más modesto o alguna de las salas de mayor renombre en el mundo.

Tambuco comenzó las celebraciones por su 30 aniversario en octubre, en el Festival Internacional Cervantino, y las prosiguió en noviembre con conciertos en el Palacio de Bellas Artes, el Festival de Música de Morelia y en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario. En este último recinto aprovecharon para festejar el cumpleaños 80 del compositor mexicano Julio Estrada (celebrados el 10 de abril), con la interpretación de su singular obra Eolo’oolin.

–¿Imaginó que Tambuco llegaría a tres décadas y lograría todo lo que ha hecho?

–No nos dio tiempo de imaginárnoslo, estamos de un proyecto a otro; de pronto me siento como en el año uno del grupo, ésa es una buena señal. Tenemos el mismo ímpetu, entusiasmo y la cabeza llena de ideas que cuando comenzamos. Pero volteamos atrás y ya son 30 años, es como ir caminando y de pronto darse cuenta de que ya se recorrió todo el Eje Central: de estar en Vallejo llegar a la Alberca Olímpica, para decirlo con una metáfora chilanga. Eso es lo que sentimos, y siguen los proyectos, uno tras otro.

–¿Qué ha sido lo más significativo de ese trayecto?

–Para los integrantes del ensamble ha sido muy especial considerar que hasta el concierto más modesto lo hacemos con todo el amor, el profesionalismo y cuidado, como si se tratará del más comprometido en términos de lugares y fama, como si fuera con la Filarmónica de Los Ángeles o en el Konzerthaus de Berlín o de Viena, que nos han tocado ese tipo de escenarios que imponen muchísimo.

–¿Y lo más complejo?

–A veces los grupos se desintegran por razones musicales y no sé si culturales. El trabajo colectivo nos cuesta mucho en México; los deportes en los que destacamos son individuales y de una chinga espantosa, de castigo: el box, la marcha… que demuestran esta abnegación y un poco el “síndrome de Pepe El Toro”: entre más abnegado y más sufras, más vas a alcanzar el triunfo.

“Creo que lo más complejo para nosotros es que somos un ensamble de percusiones; en nuestras presentaciones llenamos el escenario de instrumentos. Un cuarteto de cuerdas necesita cuatro sillas, cuatro atriles, y se pone a tocar, pero para que nosotros lo hagamos es casi milagroso, por las necesidades de espacio, instrumentales, de logística y de transporte.

Cada vez que Tambuco toca es como si se moviera una compañía de teatro con la escenografía. Eso es complejo y siempre lo será, pero así debe ser, no nos queremos ahorrar un atajo hacia ningún lado. Llegamos a utilizar hasta 200 instrumentos en una sola presentación, algunos chiquitos y otros grandotes.

–¿Ha sido difícil para ustedes abrir brecha en México para los ensambles e instrumentos de percusión?

–No lo ha sido, en realidad, por la diversión que para nosotros significa; entonces, aunque es complejo y sacrificado, como creemos en lo que hacemos y nos divierte tanto, le entramos sin miramientos. Es como el aficionado a los videojuegos: lo hace esencialmente por gusto y entretenimiento, pero después eso asciende a niveles de complejidad brutales. Es un juego divertido y también complejísimo, pero esa es la idea.

“No debemos olvidar que la esencia del músico es el juego, como nos los recuerda la voz en inglés usada para referirse a tocar: to play. Aunque no porque sea juego tiene que ser ligero ni falto de exigencia. Es más, creo que cada vez es mayor nuestra exigencia para conservar el nivel de Tambuco.”

–¿Considera que las percusiones son bien valoradas hoy en México?

–Sin duda. Una prueba fue la extraordinaria y numerosa respuesta a la convocatoria que hicimos hace unas semanas para el desfile de percusiones en la Alameda Central, después de nuestro concierto de aniversario en el Palacio de Bellas Artes. Fueron como mil percusionistas, más la infinidad de gente que se fue juntando.