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Dos siglos de Doctrina Monroe: ya basta
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uando el presidente estadunidense James Monroe emitió la doctrina que lleva su nombre, en diciembre de 1823, fue elogiado al principio por gobernantes latinoamericanos como un apoyo a su lucha por independizarse de España. Pero los presidentes estadunidenses pronto la convirtieron en un arma para hostigar y dominar la región.

A medida que miles de empresarios y aventureros de Estados Unidos cruzaron la frontera hacia el sur, América Latina se convirtió en la cuna de las primeras trasnacionales gigantes, que enriquecieron a algunas de las familias más celebres de ese país.

¿Cuáles fueron algunas de esas políticas estadunidenses?

Repetidas intervenciones militares que condujeron al quebranto económico y la inestabilidad política.

Apropiación de una enorme porción de la riqueza de las naciones de la región para la prosperidad estadunidense, en especial mediante el financiamiento de deuda de Wall Street.

Represión política por gobernantes patrocinados por Washington y guerras civiles alimentadas por envíos de armas estadunidenses.

Intenso reclutamiento por industrias estadunidenses de mano de obra latinoamericana barata para atender las necesidades de esas empresas.

Además, la lista de nuestras intervenciones militares durante el siglo XX es sobrecogedora. El patrocinio de Teddy Roosevelt y la Armada estadunidense de todo un país, Panamá, nada más para apoderarnos de tierra de Colombia a fin de construir el Canal de Panamá. Intervenciones en Nicaragua en cuatro ocasiones diferentes; en México, en tres ocasiones; Honduras, dos; Cuba, tres veces después de 1898, sin contar el fiasco de Bahía de Cochinos patrocinado por la CIA; Guatemala y el golpe contra Arbenz en 1954; Chile y el golpe contra Allende en 1973; República Dominicana invadida tres veces, incluyendo el envío de miles de soldados estadunidenses por el ex presidente Johnson en 1965 para aplastar una revuelta popular que buscaba restaurar a un presidente electo democráticamente; Haití en 1915 y otra vez en 1994; Panamá de nuevo en 1918, 1925 y 1989. Y, por supuesto, Puerto Rico, donde yo nací, que ha permanecido como posesión territorial de Estados Unidos desde que el general Nelson Miles y sus tropas llegaron en 1898.

El tema principal de mi libro La cosecha del imperio es que la incontenible migración desde América Latina, Asia y África hacia las naciones ricas sólo puede entenderse –y, en última instancia, resolverse–, ajustando cuentas con el legado de los imperios coloniales que Estados Unidos y las naciones de Occidente crearon en esas regiones en los dos siglos pasados.

En términos sencillos, mucho de la moderna crisis de inmigración en todo el mundo industrializado es resultado directo de las turbulencias políticas y desigualdades económicas que esos imperios produjeron y sostienen hasta la fecha.

En todos estos años, la Doctrina Monroe ha sido la principal base política para la acción estadunidense en la región. Nunca se ha revocado, excepto en un breve periodo por el secretario de Estado John Kerry en 2013, postura que el gobierno de Donald Trump revirtió posteriormente.

Esta historia está relacionada directamente con nuestra actual crisis fronteriza. A finales de octubre, fui autor de un nuevo informe sobre cómo la política estadunidense hacia América Latina ha alimentado la actual crisis de migrantes.

Como indiqué en ese informe, los migrantes mexicanos fueron la principal fuente de mano de obra barata en nuestro país a lo largo del siglo XX, y siguen constituyendo el mayor porcentaje de quienes entran sin autorización en el país cada año, pero sus números han ido en descenso y más mexicanos indocumentados se han ido de Estados Unidos desde 2008 que aquellos que han entrado y permanecido en el país.

Durante los gobiernos de Obama y Trump surgió una nueva tendencia: los mayores incrementos en migrantes no autorizados en la frontera sur cambiaron hacia las naciones del Triángulo Norte centroamericano: Honduras, Guatemala y El Salvador.

Sin embargo, el flujo de migrantes volvió a cambiar durante los años recientes. Los venezolanos aprehendidos en la frontera se dispararon de apenas 4 mil 500 en el año fiscal 2020 ¡a más de 265 mil en los primeros meses del año fiscal 2023! En el mismo periodo, los nicaragüenses aumentaron de apenas 3 mil 164 a 131 mil 831. Y los cubanos pasaron de sólo 14 mil en 2020 a más de 184 mil en 2023. Más cubanos han buscado entrar a Estados Unidos durante los dos años pasados que en cualquier momento de la historia estadunidense, sobrepasando las olas de refugiados de los primeros años después de la revolución cubana de 1959, durante el éxodo de Mariel en 1980, o en la crisis de los balseros de 1994.

De unas 412 mil solicitudes de asilo presentadas al Departamento de Seguridad Interior durante los primeros 11 meses del año fiscal 2023, casi la mitad procedían de sólo tres países: Venezuela, Cuba y Nicaragua. Los tres tienen algo en común: han sido señalados por Washington para un cambio de régimen por medio de sanciones y guerra económica, que sólo han servido para empeorar la vida de sus ciudadanos.

Mientras esperamos la tan retrasada renovación de nuestras leyes migratorias, aún podemos enfrentar esta crisis reciente. Para empezar, debemos poner fin a las sanciones contra Cuba, Venezuela y Nicaragua. El Congreso debe elevar rápidamente la ayuda a América Latina para atender las causas de raíz de que la gente deje sus países. Debe conceder mayor asistencia federal a las ciudades del norte y a las de la frontera suroeste que albergan y alimentan a los migrantes. Y nosotros, como nación, debemos renunciar de una vez por todas al legado de control imperial sobre América Latina que nos dejó la Doctrina Monroe.

* Miembro investigador del Great Cities Institute. Fue columnista de planta del Daily News de Nueva York durante casi 30 años y desde 1996 ha sido coanfitrión del noticiero matutino Democracy Now.

Este artículo es un extracto de los comentarios de Juan González en un foro en el Congreso estadunidense titulado 200 años es suficiente: dejar atrás la Doctrina Monroe hacia una nueva era en las relaciones EU-América Latina, organizado por Demand Progress el 12 de diciembre pasado.

Traducción: Jorge Anaya