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Penultimátum

Dos años sin el promotor cultural Víctor Acuña

F

ue en 1969 cuando Armando Colina y Víctor Acuña abrieron en la Zona Rosa de la Ciudad de México una galería que se convirtió en referencia obligada para la promoción de la pintura mexicana y otras expresiones de la cultura dentro y fuera del país. La llamaron Arvil, palabra formada por Ar de Armando, Vi de Víctor y L de libros.

Estos visionarios comenzaron con una librería especializada en títulos de arte y discografía. Después la ampliaron a las obras de los grandes de la pintura mexicana. Por ejemplo, el Dr. Atl, Diego Rivera, Carlos Mérida, Frida Kahlo, Rufino Tamayo, Gunther Gerzso, José Luis Cuevas, Juan Soriano, David Alfaro Siqueiros, Remedios Varo, María Izquierdo, Enrique Guzmán y, destacadamente, Francisco Toledo. De América Latina, Jacobo Borges, María Martorell, Leonel Góngora, Celis Pérez, Tomás Sánchez, Antonio Samudio y Guillermo Trujillo.

Con la mayoría de ellos establecieron una relación que no se limitó a la comercial, sino de admiración y respeto, pues en ocasiones no es fructífera ni armoniosa. Y menos en tiempos recientes, cuando al mercado del arte lo invaden promotores sin escrúpulos que, vía los medios masivos de comunicación, logran que artistas mediocres se erijan como exitosos creadores.

La Arvil ha sido también sitio de reunión de intelectuales y otras figuras de la cultura, como Juan Rulfo, Octavio Paz, Álvaro Mutis y Carlos Monsiváis. O el cineasta Arturo Ripstein y los actores Ignacio López Tarso y Silvia Pinal.

Armando y Víctor fueron claves en la creación y el quehacer del Museo del Estanquillo, que reúne el espléndido tesoro de arte que donó Monsiváis al pueblo de México. Ellos rescataron los 25 grabados coloniales sobre cuyas placas en blanco y negro Toledo sobregrabó trazos y colores nuevos.

Sirvieron para ilustrar la bella edición del ya clásico Catecismo para indios remisos, y apoyaron la cineteca fundada por Toledo en Oaxaca. Crearon, entonces, el Premio Internacional al Cine Digital El Pochote, entregado a Jaime Humberto Hermosillo, Agnès Varda, Arturo Ripstein, Alexander Sokurov y al armenio Atom Egoyan.

Mañana se cumplen dos años de la ausencia física de Víctor Acuña. Pero Armando Colina sigue fiel a los objetivos que se trazó con su compañero de vida: divulgar el arte mexicano y de América Latina.