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COP28: Pequeñísimos logros en Dubái
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añana concluye la COP28 en Dubái. Al inicio de este encuentro, en el que participan la comunidad internacional, expertos, ambientalistas y empresas ligadas a los hidrocarburos, António Guterres, secretario general de la Organización de Naciones Unidas, fue muy claro: No podemos salvar un planeta en llamas con una manguera de combustibles fósiles. Por ello es urgente desengancharse de ellos, eliminarlos gradualmente, no sólo disminuirlos o reducirlos, si en realidad queremos evitar el calentamiento global. Y agregó que el límite de 1.5 grados Celsius acordado en la Cumbre de París, sólo es posible si dejamos de quemar todos los combustibles fósiles. Y si cada país establece y cumple políticas para una transición justa y equitativa hacia las energías renovables.

El límite de 1.5 grados virtualmente es ya letra muerta, pues este año ha sido el más caluroso del milenio y los desequilibrios de todo tipo que ello ocasiona se dejan sentir por doquier. En México, con severos daños en el sector agropecuario, sequía extrema, falta de agua potable en las principales ciudades por el abatimiento de los principales sistemas de almacenamiento, como el Cutzamala; sobrexplotación de los mantos freáticos y huracanes devastadores.

En contraste, con lo expresado por Guterres, el presidente de la COP28, sultán Ahmed al Yaber, afirmó que no existía evidencia científica de que al reducir progresivamente el uso de combustibles fósiles se alcanzará el objetivo de no sobrepasar un incremento de 1.5 grados Celsius, establecido en París. Aunque luego matizó su declaración, quedó claro que el dirigente de una potencia petrolera, no sólo contradecía la opinión de los científicos más prestigiosos en el tema del cambio climático, sino que revelaba lo que piensan otros líderes de la región, donde el petróleo y el gas son los elementos básicos de su economía y de su poder e influencia internacionales. El sultán Ahmed al Jaber es ministro de Industria y Tecnología Avanzada de Emiratos Árabes Unidos y responsable de la Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dabi.

Y otra prueba de la opinión de los líderes del mundo petrolero árabe es la misiva del secretario general de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), Haitham Al Ghais, a los integrantes del cártel. En ella les pide rechazar cualquier acuerdo en la cumbre sobre el clima que vaya contra los combustibles fósiles. Al Ghais sostiene que la presión indebida y desproporcionada contra los combustibles fósiles puede alcanzar un punto de inflexión con consecuencias irreversibles.

Pequeñísimos logros en Dubái. Por ejemplo, los representantes de los casi 200 países participantes acordaron establecer un nuevo fondo para paliar los daños ocasionados a las naciones más vulnerables a los desastres naturales, como tormentas y sequías. Pero las aportaciones son voluntarias. Y las anunciadas allí, insuficientes (unos mil millones de dólares) cuando los costos de los estragos en el planeta por el cambio climático, suman cerca de 400 mil millones. Otro logro: la promesa de Estados Unidos de frenar las emisiones de metano producidas por el petróleo y el gas. Pero, ¿cumplirá? En el pasado no lo hizo. De China y Rusia, silencio.

Mañana se conocerán los acuerdos finales de la cumbre. Pero lo que sí se sabe ya es del poder de los países petroleros y de los grandes consumidores: no desean nada fundamental que detenga el uso intensivo de hidrocarburos y carbón.

Todo apuntaba que la próxima cumbre sería en Ereván, capital de Armenia. Tendrá lugar en la de Azerbaiyán, país con grandes reservas de petróleo, gas y minerales que requiere la Unión Eu­ropea. Esa cesión voluntaria logrará el canje de prisioneros, normalizar las relaciones entre ambas naciones y una paz con base en el respeto a los principios de soberanía e integridad territorial.

En realidad, se validó así el despojo de la región de Nagorno-Karabaj, históricamente parte de la nación armenia. La invadió el ejército de Azerbaiyán en septiembre pasado. Ochenta y tres por ciento de sus 120 mil pobladores huyeron en un penoso éxodo hacia territorio armenio. Éste país sufrió entre 1915 y 1923 a manos de Turquía, el primer genocidio de la historia moderna, con 2 millones de víctimas.

¿Y México? A paso de tortuga en el camino hacia las energías renovables.