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Política maltrecha
L

a idea de la Política, así con mayúscula, está cada vez más alejada de los actores más conspicuos del quehacer político estadunidense. Es necesario rescatar su esencia como medio para resolver diferencias, vivir relativamente en paz y darle el nivel que paulatinamente se ha perdido en la borrasca de los intereses personales que frecuentemente lindan en el fanatismo. Los legisladores de la ultraderecha tratan de imponer sus demandas desechando las que pudieran redundar en el beneficio general de los 50 estados que, al menos en términos formales, integran una Unión Americana. Muestra de ello es su insensibilidad en la forma atropellada e irresponsable de discutir los términos del presupuesto del año fiscal en curso, que debió ser aprobado en octubre pasado. Su negativa a un acuerdo que medie entre las dos fuerzas políticas que integran el Congreso es motivo para que se haya postergado en dos ocasiones con medidas emergentes. De esa manera se ha evitado que el gobierno se paralice y caiga en insolvencia de pagos causando caos en toda la nación y la economía mundial.

En la Casa de Representantes la fracción de derecha más recalcitrante ha decidido recortar 1.59 trillones de dólares (aproximadamente 30 billones de pesos) que, descontando el gasto de defensa, equivalen a 22 por ciento del total del presupuesto (AP, abril 2023). Para los legisladores que proponen ese recorte, destinado al gasto en salud, la educación, protección de la niñez y a los sectores más dependientes de la ayuda gubernamental, ese gasto carece de importancia en la nación que, de acuerdo con el censo de 2020, es la más rica del planeta, no obstante que viven en pobreza extrema más de 37.9 millones, 12 por ciento de la población, (The Economist, Poverty in America 2019 series y CNBC, marzo 2023).

Con todo y sus yerros, el actual presidente de Estados Unidos ha tratado, como uno de sus más caros proyectos, atenuar la brecha de desigualdad que se ha abierto a lo largo de siete décadas. Es lamentable que la derecha se oponga a un presupuesto que contiene instrumentos diseñados para evitar que la brecha de desigualdad se siga profundizando. Repetir la coartada de que el apoyo a los más pobres es contraproducente, ya que promueva más pobreza, es una idea decimonónica, como incluso algunos analistas conservadores señalan en The Economist.

Biden ha tratado de limar asperezas negociando los mejores términos del presupuesto con la oposición, pero la respuesta ha sido negativa e intransigente. La mesa de negociación política ha sido abandonada, imponiéndose el criterio del todo o nada. No está claro cuál es el objetivo último de la cerrazón republicana: imponer a toda costa su condición ideológica derivada del conservadurismo más serrano; una venganza por los juicios que se le siguen a Trump; aprovechar una coyuntura prelectoral para socavar la imagen del presidente con el fin de reducir sus posibilidades y las de los demócratas de ganar en las elecciones del 2024, o todas esas razones en conjunto. Lo único cierto es que es una forma aberrante de utilizar la política como medio para llegar a acuerdos civilizados, en beneficio de toda la nación, como reclama la mayoría de sus ciudadanos.

Nota aparte merece comentar la muerte de Henry Kissinger. Muchos lo recordarán por sus habilidades diplomáticas que le merecieron el premio Nobel de la Paz por el dudoso mérito de lograr un acuerdo de paz en una guerra que, en parte, él propició. Pero muchos más lo recordarán por el perverso desempeño que jugó en los golpes militares en Sudamérica, cuyo costo fue el asesinato a manos de los golpistas de miles de quienes lucharon por la democracia. En una declaración inolvidable, por el nivel de cinismo que encierra, Kissinger los justificó como necesarios para coartar la propagación del comunismo. No muy diferente fue su papel en la guerra de Vietnam, cuyo costo también fue la pérdida de cientos de miles de seres. Históricamente, esto es con creces mucho más significativo que la ponderación que sus panegíricos hacen de la Real Politik, instrumento que empleó en su papel de intermediario en favor de no pocos gobiernos criminales. Política maltrecha, antes y ahora.