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¿La fiesta en paz?

Plazas y universidades sometidas, ¿por quién? // El toro de la Ibero, premonición

¿A

quiénes obedece el sometimiento progresivo de cosos taurinos y universidades del país al pensamiento único, al consenso de Washington, al animalismo entendido como humanismo y al antitaurinismo como cruzada salvadora del planeta? ¿Órdenes superiores o subsidiada sensiblería de supermercado?

Hay que seguir la ruta del dinero pues ningún juececito admite un amparo anti Federación Mexicana de Futbol, por más fraudes que acumulen y ridículos que hagan en agravio de la alelada afición. En cambio, Luis Alberto Márquez Pedroza, decimonoveno juez de Distrito en Jalisco, atendió diligente la torcida visión de un grupúsculo denominado Natural Animalis y el pasado jueves ordenó la suspensión provisional de festejos en ese estado, con casi medio milenio de tradición taurina. Esa justicia falsa quiere prohibir, no dignificar.

La UNAM fue la primera institución académica que dio cabida al terrorismo antitaurino avalado por sus autoridades. En los alegres tiempos de José Narro se impidió, con porros disfrazados de ambientalistas que amenazaron de muerte a los participantes, una mesa redonda sobre Cultura, literatura y periodismo taurinos en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, sin que la Rectoría ni la Dirección de Comunicación emitieran un boletín sobre tamaña ofensa al espíritu universitario y a su autonomía.

Siguió la UAM-Xochimilco, que en agosto de 2022 no aguantó la presión de grupitos en redes sociales y de una señora ignorante pero argüendera en algún periódico, por lo que la institución decidió cancelar una serie de seminarios sobre Tauromaquia, cultura y bienestar animal, amedrentada por argumentos tan torpes como los esparcidos por la Unesco en el sentido de que la tauromaquia fomenta la violencia en los niños.

La Universidad Iberoamericana, por su parte, decidió superar esos prejuicios y remilgos y no canceló mesas redondas ni conferencias sino, la semana pasada, una exposición del fotógrafo taurino Carlos González, cuya familia tuvo la ingenuidad de confiarle a la Ibero un acervo de más de 200 mil negativos, sin imaginar que tan piadosa institución promueve el respeto a todas las formas de vida, como decía la excusa oficial.

No es este el espacio para cuestionar el papel que universidades, públicas y privadas, han hecho en lo que a la formación ético-ideológica de individuos se refiere, al privilegiar la sumisión sobre la reflexión. A principios de los años 60 hubo en la Ibero un jesuita bien intencionado que fundó la carrera de Ciencias y Técnicas de la Información con el orondo lema: La técnica sometida al espíritu, si bien sus egresados han sido exitosos publicistas, locutores, mercadólogos o publirrelacionistas, al comprobar que el espíritu, si quiere sobrevivir, debe acomodarse y reforzar el sistema, no cambiarlo.

Allá por 1969 un alumno con inquietudes plásticas dispuso, junto con otros compañeros, de un amplio muro en el edificio de la Campestre Churubusco para decorarlo, según les dijeron, como quisieran, y tuvo la ocurrencia de pintar un toro de amenazantes astas y gran trapío con una particularidad: en uno de los testículos de la fiera plasmó, en rojo, el signo de pesos y en el otro una cruz, titulando la obra El toro de la Ibero y debajo La verdad os hará liebres. No transcurrió ni media hora sin que el irreverente autor fuera localizado y llevado ante las más altas autoridades, que con indignación le advirtieron: tiene cinco minutos para borrar eso si quiere seguir en esta universidad. El joven obedeció sin chistar, anticipando que la Universidad Iberoamericana nunca sería taurina ni él pintor.