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Muestra de Francisco Castro Leñero en Bellas Artes busca desterrar prejuicios
 
Periódico La Jornada
Domingo 26 de noviembre de 2023, p. 5

Romper con ciertas ideas prestablecidas acerca de la obra de Francisco Castro Leñero, en cuanto a que la pintura abstracta es impenetrable, es uno de los propósitos de la exposición Una lógica de la belleza, dijo la curadora Sylvia Navarrete. La muestra, que incluye 66 obras que abarcan de 1980 a 2021, dedicada al pintor, grabador y docente fallecido el pasado 24 de octubre, se presenta en el Museo del Palacio de Bellas Artes (MPBA).

La última exhibición de Castro Leñero (Ciudad de México, 1954-2022) en un recinto museístico fue en 1999, en el Museo de Arte Carrillo Gil. El artista pertenece a una generación fundacional en términos del arte mexicano, que siguió al movimiento de La Ruptura, de la que Francisco fue uno de sus más destacados integrantes, resaltó Alejandra de la Paz, directora del MPBA.

El guion curatorial permite recorrer la trayectoria profesional de este artista abstracto, cuya obra, al principio de tonalidades oscuras y opacas, se volvió algo suntuosa.

Una lógica de la belleza comprende pintura, escultura, grabado, dibujo e instalación; se divide en cuatro secciones con la finalidad de mostrar los diferentes periodos en la obra, aunque los cambios nunca fueron abruptos, acotó Navarrete. Éstas son: Resumen de una trayectoria, Materia, madera y damas: 1980-2000, Desfases: Vibraciones y curvas, 2000-2021, y Los papeles del maestro.

Para mostrar los procesos creativos de Castro Leñero, la curadora incluyó en cada apartado de la exposición una obra atípica, e inesperada, de la producción del homenajeado. En la primera sala es la instalación Los segadores, 1989-1990, realizada con hierro, madera, vidrio y fibras vegetales, dedicada al trío de artistas vanguardistas Millet, Van Gogh y Beuys. Fue de las pocas instalaciones que hizo Castro Leñero.

En el periodo comprendido entre 1980 y 2000, el artista se consolidó en el panorama mexicano. Navarrete señaló cuadros de su producción temprana en la que había muchas referencias a la ciudad, aunque una urbe en construcción, que no la evocan, sino que se concentran en su superficie, la cual no es plana ni inerte.

En esta segunda sala, el cuadro que rompe con obras anteriores es el acrílico Hoja estructurada. En ello es decisivo el color. Según la curadora, a partir de que el artista cumplió 40 años, retomó el color como forma de estructurar el cuadro. En la obra de Francisco el color nunca es estridente, sino más rotundo, apuntó.

Castro Leñero fue gran melómano y quiso trasladar los ritmos musicales al lienzo, como se observa en Canción pigmea III (2007). Solía decir que la belleza depara la pasión de la conmoción, porque buscaba conmover.

En su periodo de consolidación, Francisco Castro Leñero experimentó un relevo generacional, en el que los pintores que habían monopolizado las salas de los museos se vieron obligados a ceder el paso a los artistas emergentes. En esa época, el galerista Benjamín Díaz promovió a Castro Leñero en Canadá, esfuerzo que trajo un cambio de lenguaje pictórico, porque ahora su público era otro. Es un momento en el que su obra adquiere una opulencia de paleta, dijo Navarrete.

En busca de una conexión

Con el cambio de siglo hay nuevos desarrollos en la obra de Castro Leñero; por ejemplo, el empleo de la cuadrícula, una estructura apacible, carente de ego. Sin embargo, de repente prescinde de la cuadrícula –aunque no del todo– y su obra se vuelve más lírica, término que tal vez no le hubiera gustado, y libre; entonces, produce un cuadro como Desplazamiento (azul), 2003. Las obras de este periodo parecen vibrar y dar la impresión de hondura. Buscaba propiciar en el espectador una experiencia de tipo espiritual; es decir, una conexión con lo que no conocemos, aseguró Navarrete.

Para la obra atípica de la tercera sala se exhibe la escultura Signos verticales, 4, 5 y 7, de la serie Señales (2021), que se recuperó para una exposición en la galería Ethra. Fue una manera del artista de decir: los pilares de mi lenguaje son la geometría y la construcción, afirmó la curadora.

A partir de 1982, y durante varias décadas, Castro Leñero fue maestro de dibujo de la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional Autónoma de México. Consideraba el dibujo naturalista la primera herramienta del pintor. La última sala hace referencia, entre otras cosas, a su experiencia en Cambodia, adonde, junto con Fernando Aceves Humana, llevó una prensa para grabar porque carecían de una.

También se incluye la pintura de siete metros de largo que realizó para un proyecto que en 2010 emulaba a aquella concebida por Fernando Gamboa para Osaka, Japón. La exposición Francisco Castro Leñero: Una lógica de la belleza permanecerá hasta el 3 de diciembre en el Museo del Palacio de Bellas Artes.