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El estado descompuesto
E

n mi primer artículo de la serie propuse varias definiciones de diccionario de la palabra descompuesto.

a) adj. Que tiene sus partes o constituyentes separados o desordenados, desajustado, desbaratado, desmontado.

b) Que está podrido.

c) Persona que está alterada física o anímicamente.

En mis entregas me he estado refiriendo, sobre todo, a la primer acepción. Paso rápidamente a enlistar dos acontecimientos políticos del momento actual que ilustran cómo podrían desembocar en estados descompuestos, es decir podridos.

Argentina. En Argentina arrasó en las elecciones la opción que concentraba las propuestas más extravagantes y el líder más enloquecido. De lado perdedor estaba la corrupción, la mediocridad, el engaño y la torpeza. Del lado ganador hay todo eso, más odio visceral a los derechos humanos y al pueblo. Pero una sector mayoritario, compuesto sobre todo por jóvenes, votó por lo distinto frente a lo conocido. Un voto antisistémico en la esperanza de que nada en el futuro podría ser peor que el presente. Como en tantos casos previos, se darán cuenta que las cosas sí que pueden empeorar.

Israel. El brutal ataque terrorista de Hamas contra la población israelita genera indignación y rechazo sin matiz alguno. Pero también el bombardeo a poblaciones inermes de palestinos en Gaza.

La pregunta central sigue siendo después de 40 años, ¿cómo pueden convivir pacíficamente israelitas y palestinos? Por más de una década, con Netanyahu al frente, un segmento de la élite política y militar, convencido de que esa convivencia pacífica es imposible, ha sistemáticamente torpedeado los acuerdos de Oslo. Pero después de esta guerra en la franja de Gaza, ¿qué sigue para el Estado de Israel, pero también para los palestinos?

Democracia desfigurada. La politóloga Nadia Urbinati señala que la democracia de partidos ha sido sustituida por una democracia de audiencias, es decir, una democracia plebiscitaria: La política se ha escindido de la sociedad, ha descartado su función mediadora y ha decidido moverse como una esfera diferente y diferenciada de la ciudadanía. Es democracia porque en todos los casos llegan al poder mediante procesos electorales y, a menudo, en medio de grandes movilizaciones sociales. Pero, una vez en el poder se concibe como una democracia de las mayorías, donde la minorías tienen, si acaso, un espacio político débil y vulnerable. Es decir, una democracia desfigurada por el rechazo, o peor aún, la enemistad del poder a la existencia y desarrollo del pluralismo.

Nihilismo. En este panorama mundial de fuertes tensiones entre democracias y autoritarismos, derechos y violaciones, bienestar y desigualdad; emerge un contexto –político, de ánimos, emocional, pero tambien racional– que la politóloga Wendy Brown toma de Nietzsche, aunque lo desarolla en otras direcciones. Nihilismo es la ruptura del pacto con los demás y con las generaciones futuras, expresada en el rechazo a las políticas distributivas y en la negación del cambio climático.

Democracia plebiscitaria. Wendy Brown toma para sus reflexiones sobre el nihilismo los planteamientos de Max Weber en sus dos conferencias claves sobre el político y el científico. Para Weber ese desmoronamiento de la autoridad sólo puede ser superado por un líder carismático, como puente para reconstruir una nueva institucionalidad democráctica.

El líder de Weber. Es un sueño. Líder político que se siente atraído por el poder, pero no se deja embriagar por él. Gratificado por su capacidad de influir, pero superando las tentaciones de la vanidad o el narcisismo. Comprometido con la realización de una visión del mundo, pero no es egoísta ni obsesivo. Su poder está arraigado en su carisma y sus acciones están marcadas por la moderación y una visión de futuro.

Como ese ideal no aparece por ninguna parte, analicemos al líder carismático que sí existe.

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