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Relevancia del debate sobre inflación y política monetaria
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a inflación mundial ha cedido. Lo ha hecho sin que se perdieran puestos de trabajo y sin que se detuviera la recuperación de la economía global luego de la pandemia. Este resultado ha demostrado que, para fortuna de millones de trabajadores, tenían razón los economistas que sostenían que el proceso inflacionario que ocurrió al momento de la recuperación económica pospandemia era transitorio. Ha demostrado que, al mismo tiempo, los banqueros centrales se equivocaron porque aceptaron que la inflación se debía a un exceso de demanda provocado por decisiones fiscales y que, por ello, había que enfriar la economía subiendo las tasas de interés.

¿Por qué ocurrió esta desinflación? Responder esta pregunta lleva al debate ocurrido a finales de la pandemia entre banqueros centrales y economistas de las dos corrientes fundamentales: la neoclásica dominante, el llamado mainstream económico, y la corriente no ortodoxa. Para estos últimos, la inflación tenía un carácter transitorio explicado por dificultades generadas por la ruptura de las cadenas de suministro y cambios en los patrones de demanda. Para los ortodoxos, como siempre, la inflación era resultado de políticas expansivas de la demanda instrumentadas por los gobiernos.

Estas dos interpretaciones de la inflación derivaban en políticas monetarias esencialmente diferentes. Del lado de la heterodoxia, los bancos centrales debían mantener sus decisiones monetarias prácticamente sin cambios. Las tasas de interés tenían que permanecer bajas para estimular la inversión y la creación de empleos. Del lado de los ortodoxos, los llamados halcones, había que contener los efectos inflacionarios del exceso de demanda con incrementos sucesivos de la tasa de interés. Estos aumentos enfriarían las economías, deteniendo procesos de inversión y de contratación de trabajadores.

Estas dos propuestas de política monetaria y fiscal implicaban afectaciones diferentes. En un caso buscaban mantener las políticas que impulsaban la recuperación, mientras en el otro detenían la recuperación para frenar la inflación. Durante unos meses este debate fue intenso. Finalmente, todos los banqueros centrales se alinearon con los halcones y decidieron iniciar un proceso de restricción monetaria con incrementos sucesivos de las tasas de interés. La Reserva Monetaria elevó, de abril de 2022 a agosto de 2023, sistemáticamente las tasas llevándolas de 0.25 por ciento anual a 5.5, permaneciendo en este nivel hasta noviembre. El Banco de México las llevó de 5 por ciento en diciembre de 2021 a 11.25 en marzo de este año, manteniéndose en este nivel hasta ahora.

Estas decisiones monetarias no sirvieron para que las cadenas de suministro se repusieran. Tampoco ayudaron a que se frenara el aumento de precios en el mercado de renta y compra de viviendas. Por el contrario, se inhibió la construcción de vivienda, porque se encarecieron los créditos hipotecarios. Afortunadamente las economías resistieron los efectos negativos de los incrementos en las tasas de interés y siguieron su proceso de recuperación y de creación de nuevos empleos.

La inflación cedió. Ha quedado claro quién tuvo la razón. Los heterodoxos, el equipo de la inflación transitoria, han proclamado que las evidencias les dan la razón. Los artículos de Stiglitz y Galbraith, titulados respectivamente, La vuelta de la victoria del equipo de la inflación transitoria ( La Jornada 19/11/23) y Por qué la economía de la corriente dominante entendió mal la inflación (Project Syndicate, 15/11/23) ofrecen argumentos contundentes.

Se ha comprobado que los aumentos de precios y los cambios en la demanda agregada se resolvieron cuando las cadenas de producción de suministros estratégicos se repararon. La inflación no cedió por las restricciones monetarias, sino porque las cadenas de suministro se recuperaron, lo mismo que la situación en el mercado de automóviles y de inmuebles. Aunque pudieran atribuirse el mérito de haber provocado la desinflación, es evidente que sus decisiones no sólo no ayudaron, sino que la inflación cedió pese a ellos.

Se equivocaron también los banqueros centrales mexicanos. Estos banqueros centrales no provienen de las filas de los economistas formados en los circuitos del mainstream económico. Estudiaron en universidades públicas. Fueron propuestos por el gobierno de la 4T. Sin embargo, tan pronto se incorporaron al Banco de México empezaron a razonar como economistas ortodoxos. Sus argumentos no se diferencian de los de sus contrapartes en otras partes del mundo. No cuestionan las interpretaciones de la corriente dominante.

No han incorporado lo que declararon Powell y Lagarde en la reunión pasada de Jackson Hole: la política monetaria se está decidiendo, siguiendo las estrellas, pero resulta que el cielo está lleno de nubes. Convendría que les recordáramos que la 4T se postula como contraria al neoliberalismo y ellos operan exactamente como neoliberales.