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En la ruta del Tren Maya
Predomina ambiente de orgullo y entusiasmo en labores de reconstrucción

Una hábil cuadrilla, conformada por hombres y mujeres casi por igual, explora conjunto de tres edificios

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▲ Trabajadores del INAH realizan trabajos en El Tigre, Campeche, zona arqueológica que se encuentra entre las estaciones El Triunfo y Escárcega del Tren Maya.Foto Marco Peláez
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Periódico La Jornada
Miércoles 22 de noviembre de 2023, p. 3

Candelaria, Camp., Decenas de trabajadores especializados muestran una imagen inusual de la zona arqueológica de El Tigre, en Campeche: la actividad de intensa restauración e investigación en varias de sus estructuras.

La principal labor se desarrolla durante la visita de La Jornada, en la estructura 3, un conjunto de tres edificios dedicado a la observación astronómica. Bajo algunos árboles y un par de lonas, los operarios reponen las escalinatas, otros se afanan en excavaciones en el punto más alto y en uno de los edificios laterales. Un hombre maduro explora en cuclillas los contornos de un pequeño muro con una rama.

El trabajador comenta en varias ocasiones: Aquí hay algo y continúa su labor, suelta la vara y tantea con las manos desnudas para evaluar si la piedra que explora ha sido labrada, aquilata su peso y la posibilidad de removerla, siempre ante la mirada expectante de un arqueólogo, que a veces es Ernesto Vargas Pacheco, el responsable de la investigación en el sitio.

El investigador explica que el Programa de Mejoramiento de las Zonas Arqueológicas es para dar mantenimiento a estos sitios patrimoniales, pero también tiene una parte esencial de investigación entre la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, que está a cargo de la dirección.

El trabajador pide instrucciones a Vargas, quien acepta que quite la roca. Cuando no halla nada más que tierra y pedruscos muestra decepción. Vuelve a repensar dónde buscar y palpa otras piedras, parece comunicarse con algo en el interior. Se acerca el mediodía.

El ambiente es de bullicio y cierto orgullo que comparten los arqueólogos y quienes cavan. Un par de mujeres comentan alegres sobre las condiciones del terreno, entre bromas y en serio piden precaución a los visitantes porque las rocas están sueltas.

Ernesto Vargas mencionó que la temporada se concentra en tratar de terminar la estructura de la parte superior, un edificio redondo dedicado a Kukulcán. Lo que estamos explorando es su acceso. Allá se pueden apreciar los muros.

Encomió la diligencia y habilidad de la cuadrilla, conformada casi al parejo por hombres y mujeres: “Son muy buenos. Una vez que aprenden van encontrando los muros y los van descubriendo.

Yo pensaba que íbamos a encontrar del Preclásico y sí, además hay del Clásico. En el año 900 hubo una transformación y se hizo el edificio dedicado a Kukulcán, explicó Vargas. Ese culto a Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, se vincula con aspectos astronómicos. Fue tan poderoso Kukulcán-Quetzalcóatl que, sin pretender decir que hay monoteísmo, es un dios que está presente en toda Mesoamérica.

Al centro de otra de las estructuras, una mujer excava a una profundidad de más de 2 metros, cada poco tiempo se detiene para separar pequeños objetos que podrían ser cerámica u otros materiales.

El arqueólogo supervisor, a la orilla de la oquedad, revisa cada fragmento para clasificar su valor. A un lado ya tiene un pequeño montón que podrían tener valor. Entusiasmado y atento, contó que un día antes encontraron dos pequeñas vasijas de barro superpuestas.

Por eso pensamos que esto es una tumba. Se ve en los contornos; es un cuadrado rodeado de rocas. Aquí hay un enterramiento, asegura.

Se puede imaginar que las rocas de los edificios de al menos mil años de antigüedad devuelven en ecos el pequeño escándalo como hace tiempo no hacían, cuando fueron edificados por una multitud de manos también desnudas en aras de la permanencia y la gloria.