La Presa El Zapotillo principal causante del dolor, tristeza y desarticulación social en la comunidad de Acasico
Los pobladores de Acasico somos campesinos sencillos, que solíamos vivir en una tranquilidad parsimónica, realizando nuestras actividades de costumbre: sembrar, pasear y pescar en el río Ancho, organizar la fiesta de nuestra virgen del Rosario y el niño de Flama Cordis; sin embargo, esa tranquilidad se esfumó con la misma rapidez en que se consume un charco de agua cuando hay un sol intenso; ya que, con la iniciativa de la construcción de la presa El Zapotillo, en el año 2005 se trastocó un medio y estilo de vida que se construyó en años.
Aunque el convenio de coordinación que celebró el otrora presidente de la República, Vicente Fox Quezada, con los respectivos gobiernos de Jalisco y Guanajuato “… para los usos y distribución de las aguas superficiales… del Río Verde”, se firmó en el 2005, a nosotros nos llegaron noticias directas de las autoridades gestoras del proyecto hasta el año 2006. A raíz del anuncio de la construcción de la presa, se sucedieron toda una serie de situaciones al interior de la comunidad y en nuestro fuero interno entró la zozobra y la angustia. La forma cómo la autoridad nos informó sobre tan polémico proyecto, nos puso en una disyuntiva compleja, ya que, por un lado, se planteaba la necesidad urgente de agua para la población leonesa, y por otro, el abandono doloroso de nuestras casas, estilo de vida y tierras a causa de la inundación por la presa. Cierto es que la autoridad estaba dispuesta, al menos desde el discurso, a reubicarnos en las mejores condiciones y darnos un techo decoroso y más bonito que el solíamos habitar, empero, en éste están los recuerdos, el calor de nuestros padres y abuelos.
La construcción de El Zapotillo fue el principal detonante de la división y rompimiento del tejido social en nuestra comunidad. Voces y actores iban y venían a nuestra tierra, a veces convenciendo y alardeando de las ventajas de la construcción de la presa; otras, poniendo sobre la mesa los aspectos negativos y afectaciones que tal proyecto ocasionaría en nuestra tierra. Era difícil discernir entre tanta penumbra; no obstante, en un momento del devenir que ahora ya es historia, aceptamos, en su mayoría, la construcción de la presa y la reubicación, convencidos de que era para un bien mayor: que otras-otros hermanos tuvieran satisfecho su derecho al agua.
Por más de quince años vivimos y sufrimos un conflicto -intratable-, al que no se le miraba una solución alternativa, más que la construcción de la presa y la inundación de nuestro pueblo; es por ello que, nos dispusimos (la mayoría), a colaborar y trabajar en las diversas actividades que realizó el personal de la Fundación Desarrollo Sustentable, A.C.; contratado por el gobierno federal. En parte, el papel que fungió la Fundación, fue hacer de mediador y puente entre nosotros y la autoridad, en el entendido de que, no había un diálogo fluido y directo con la autoridad porque desde el primer contacto que se tuvo con ésta, llegó a imponer el proyecto, con información insuficiente y poco accesible a nuestro entender.
La Fundación tenía un cometido muy preciso, que estuvo condicionado desde la formalización del Acuerdo de Concertación, entre ésta y el Ejecutivo Federal, por conducto de la Secretaría de Medio Ambiente y la Comisión Nacional del Agua; así pues, concernía a los integrantes de ésta generar los acuerdos necesarios con nosotros y tener una reubicación ordenada y pacífica, evitando, en la medida de lo posible, violentar nuestros derechos humanos; cuestión que resulta irónica, sí consideramos que previamente, varias de las autoridades implicadas en la construcción de la presa nos violentaron derechos humanos como a la información, a la consulta y a la participación.
Lastimosamente, en todos estos años, hemos despedido con lágrimas a seres profundamente queridos: padres, madres, amigos y vecinos; que se durmieron para la eternidad, pensando e imaginando que un día, el menos esperado, amaneceríamos con el agua encima. Ahora, resintiendo su ausencia, estamos en una coyuntura diferente, y lo que parecía imposible se hizo posible gracias a la apertura y disposición de la administración actual del presidente Andrés Manuel López Obrador, por tanto, el diez de noviembre del año 2021 será recordada y transmitida a nuestras nuevas generaciones como una fecha memorable, en la que, la presa El Zapotillo dejó de ser una amenaza para la integridad de nuestro territorio.
Hoy, al ver con nuestros ojos cómo se demuelen partes de la presa y así garantizar nuestra supervivencia, como se dijo enfáticamente en la visita a la presa el pasado 24 de julio, así como las obras de mejora que se están haciendo en nuestra comunidad, nos late el corazón esperanzado y brota el anhelo de creer y confiar en las autoridades nuevamente; sin embargo, las acciones y buena voluntad que de momento se aprecian, no logran ser un tónico suficientemente poderoso para curar el dolor, la tristeza, pérdidas y angustias de quince años; tampoco restablecen mágicamente la unidad, armonía y tejido social que solía haber en otros tiempos. Agradecemos la consecución del plan de justicia y las gestiones que se están realizando para llevarlo a cabo; no obstante, nos mantenemos desconfiados con relación al futuro y a la postura que adoptarán las nuevas autoridades respecto a lo que se logró con el presidente actual; cabe decir que, dicha desconfianza no es de “a gratis” , ésta se justifica en un cúmulo de promesas que se nos hicieron en el pasado y nunca se cumplieron, prueba de ello es la incertidumbre jurídica que guarda la propiedad de lo que sería el Nuevo Acasico. •