Número 194 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
 
El Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) de San Salvador Atenco conmemoró el décimo aniversario del inicio de su resistencia. Javier Salinas / La Jornada

Editorial¿Por qué es que a veces ganamos?

Desde hace cinco años en México estamos celebrando el triunfo de las resistencias. Movimientos que en ocasiones por décadas habían luchado contra daños efectivos o amenazas potenciales están hoy encontrando en el gobierno respuesta a sus reclamos y demandas. No a todos y no a plena satisfacción, pero las respuestas son francas y la disposición a rectificar y reparar evidentes.

Y hay que celebrarlo, claro, pero también se impone la reflexión: ¿Cómo es que tal o cual resistencia triunfó? ¿Qué factores lo hicieron posible?

En el caso de los pueblos que se oponen a “proyectos de muerte” y que han logrado pararlos y revertirlos ¿Cómo fue que lo lograron? ¿Cuáles son las lecciones aprendidas?

Hace cinco años festejamos con los pueblos de la cuenca Texcoco Atenco que el monstruo aeroportuario que ya estaba ahí no siguiera embarneciendo y que se resarciera el daño causado mediante acciones de desarrollo regional con ellos concertadas y que hoy comienzan a materializarse. Esto se logró gracias a que el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) que representa a los resistentes acordó con el entonces presidente electo Andrés Manuel López Obrador -quien también se oponía al proyecto- organizar una consulta ciudadana en la que ganó la opción “Prefiero el lago”. Y con esto de pilón, se pudo echar para atrás no el proyecto de un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México que era una necesidad y el gobierno debía asumirla, sino su indeseable y lesiva ubicación inicial.

Habitantes de los poblados de Temacapulin, Acasico y Palmarejo se manifestaron en 2011 frente a las oficinas de la Conagua en Guadalajara, Jalisco, en rechazo a la construcción de la presa El Zapotillo. Arturo Campos Cedillo / La Jornada

Hace dos años festejamos con pueblos de Temacapulín, Palmarejo y Acacio que la Presa El Zapotillo que los habría inundado ya no será más una amenaza para ellos y que mediante un Plan de Justicia se buscará la reparación de los daños causados no solo por haber vivido en la zozobra que supone la amenaza de ser anegados sino también porque durante años esos poblados han sido relegados de las políticas públicas de desarrollo social. Esto logró gracias a que el Comité Salvemos Acasio, Temacapulín y Palmarejo que en 2014 habían logrado que un juez federal suspendiera la obra, aunque la espada de Damocles seguía pendiendo sobre ellos, acordó con el presidente López Obrador no la supresión de la presa que el gobierno necesita activar para satisfacer la legítima demanda hídrica de Guadalajara, sino una reestructuración de la obra para que al llenarse no los inunde y haya una más justa distribución de agua.

Dos grandes proyectos de obra pública iniciados por atrabancados gobiernos panistas en la primera década del siglo y retomados en la segunda por un frívolo gobierno de restauración priista, que fueron cancelados o rediseñados por el primer gobierno de la Cuarta Transformación ¿Cuál es el mensaje?

El mérito lo tiene sin duda la gente que por más de tres lustros se movilizó contra obras que amenazaban extinguirlos como pueblos. El triunfo es el saldo de una inextinguible terquedad sustentada en el arraigo a lo suyo: a su territorio, a su patrimonio, a su historia…

Atenco de origen náhuatl, Temacapulín, Palmarejo y Acacio de raíz chichimeca son pueblos con sagas milenarias y en el caso de los segundos con una resistencia que se remonta a, los tiempos de la conquista cuando participaron en la llamada Guerra del Mixtón contra el invasor hispano. Su arraigo al terruño les viene, pues, de muy atrás. Pero también en el presente han dado testimonio de su voluntad de persistir a través de organizaciones de lucha como el Frente y el Comité. Y es cada vez más claro que estos pueblos de pasado milenario y combativo presente no solo tienen memoria y actualidad también tienen sueños, proyectos: la esperanza en un futuro luminoso.

Pasado milenario, presente aguerrido y futuro promisorio están bien presentes en estos pueblos, pero la gran energía que generan no habría bastado para revertir las amenazas. La correlación de fuerzas necesaria para frenar un mega aeropuerto en construcción y reestructurar una gran presa ya edificada demandaba la presencia de un actor de condición y atributos diferentes; demandaba la adhesión del gobierno federal. Y cuando se consiguió esta coadyuvancia la balanza se inclinó y las amenazas se cancelaron.

¿La enseñanza es, entonces, que los movimientos no pueden solos y para triunfar necesitan que les eche una manita el gobierno? Para nada. La lección es que para empujar cambios en temas que importan mucho a un determinado gobierno y a los intereses que este gobierno representa, como una presa o un aeropuerto, hacen falta movimientos aguerridos… pero también un cambio de gobierno. Un cambio de gobierno que si es de fondo solo puede resultar de una amplia, aguerrida y persistente resistencia ciudadana; de un multitudinario activismo ya no sectorial o territorial sino de carácter nacional.

Ciertamente el aeropuerto de Texcoco se echó atrás y la Presa El Zapotillo se remodeló gracias al activismo social de los movimientos locales de resistencia, pero también gracias al activismo social, la resistencia y la beligerancia del movimiento obradorista. Multitudinaria corriente ciudadana que transformada en un partido: Morena. logró el esperado cambio de régimen y con ello la posibilidad de revertir las políticas nefastas de los gobiernos anteriores heroicamente resistidas por las resistencias locales.

Qué es, entonces, lo que está haciendo posible los triunfos de las resistencias… la respuesta es que son las propias resistencias. Pero no solo las resistencias puntuales sino también la general que hizo posible el cambio de régimen y con ello un vuelco en la correlación de fuerzas que ahora nos es favorable.

Víctor Camacho / La Jornada

Cambio de régimen que a su vez fue posible gracias a la multiplicación de resistencias puntuales eventualmente politizadas y convergentes… Y así.

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De las experiencias reseñadas se desprende que historia la hacen los movimientos sociales… lo que incluye destacadamente a los movimientos que luchan por cambiar a los malos gobiernos, poner gobiernos buenos y acompañarlos en su accionar. •