Pandillas atomizadas tienen el control de ciertas zonas en Acapulco y se pelean cuando alguien se cruza a su patio. “En el área de Caleta y Caletilla, hasta el zócalo, están Los Rusos; después de ese punto, hacia la Condesa, donde se encuentran los bares, está el Cártel Independiente de Acapulco (CIDA)”, explica un analista de riesgos de seguridad del Pacífico mexicano, quien pidió el anonimato.

Detalla que esta última organización delincuencial se creó después de la muerte de Arturo Beltrán Leyva, El Barbas –líder del cártel de los Beltrán Leyva–, en Cuernavaca, Morelos, en diciembre de 2009. Hay una serie de rompimientos, empiezan a pelear y el gobierno dice bueno, es entre ellos.

Cuando Félix Salgado Macedonio asume la presidencia municipal (2006-2008) llega como un buscador de negociación; la política se basa en pactos y esa misma metió a esos grupos criminales para alcanzar acuerdos, asegura.

Actualmente, en Acapulco los que están mandando son los líderes de la mafia; hay actores que todo mundo conoce, con nombre y apellido, que son los que dirigen las acciones de las citadas pandillas. Un nombre muy común que se escucha bajo la mesa es el de Joaquín Alonso Piedra; también figuran los hermanos Taja.

Expone que Los Rusos es el grupo que está dominando buena parte de Acapulco, luego están sus rivales del CIDA y de ahí se derivan pequeñas pandillas que andan en la parte alta de Costa Azul y están conformadas por unos 15 o 20 muchachos.

En el puerto, puntualiza, además del consumo de drogas convencionales, están los nuevos productos, como la hoja de coca de la región de la Costa Grande, la cual ya se siembra y cosecha en el municipio de Atoyac de Álvarez.

Respecto a la ola de violencia que ha habido en la ciudad en los últimos años, la atribuye a las disputas entre estos bandos antagónicos, a consecuencia de las cuales empezaron a aparecer cadáveres en diferentes puntos.

Muchos de ellos, precisa, son asesinados por torniquete, que significa que fueron interrogados y torturados, pero no ultimados a balazos, porque ello genera ruido; por lo regular esos delitos se cometen en viviendas y ya está pasando seguido.

Advierte que los líderes de las pandillas están muy identificados y resalta que existe un poblado rural llamado Xaltianguis, el cual está a 40 kilómetros de la ciudad, en el que “hay una vereda que va hacia la sierra, de donde bajan la goma y suben insumos; es como un paso muy peleado por los distintos bandos y ahí prevelece uno muy importante, que se denomina Los Dumbos”.

El entrevistado sostiene que, aunado a todo lo anterior, hay organizaciones de taxistas y transporte público que tienen vínculos con los delincuentes. Este sector, advierte, se ha convertido en un punto negro en cuanto a la operación de los grupos criminales.