A partir de junio de 2023, por iniciativa de un grupo de académicos y académicas de diversas instituciones, así como de organizaciones de la sociedad civil, en coordinación con la Subsecretaría de Inclusión Productiva y Desarrollo Rural de la Secretaría de Bienestar, se conformó un equipo interdisciplinario, plural e independiente con el objetivo de realizar un análisis crítico y propositivo del programa Sembrando Vida. Este equipo, conformado por más de treinta especialistas, ha venido trabajando durante varios meses en cinco mesas de análisis: género, organizativa, agroforestal, ambiental y social.
A partir de un proceso de diálogo con el equipo directivo del programa, pero sobre todo mediante un acercamiento directo con sembradores y sembradoras de diferentes estados, se ha elaborado un análisis crítico de Sembrando Vida, identificando aciertos y desaciertos en su diseño, planeación e implementación, así como avances y aportes a la problemática socioambiental del país. También se ha trabajado para identificar retos, perspectivas y recomendaciones hacia el futuro, colocando en el centro el trabajo realizado durante ya cinco años por miles de sembradores y sembradoras de 23 estados.
La mesa de género (coordinada por María del Rocío García Pérez) reconoce que Sembrando Vida ha trabajado arduamente en crear condiciones para que las mujeres rurales no solo participen en el programa, sino que ocupen cargos de dirección en las Comunidades de Aprendizaje Campesino (CAC). Aun cuando actualmente el 32% del padrón está integrado por mujeres, se concluyó que es necesario seguir diseñando y poniendo en práctica diversas estrategias que permitan que un número mayor de mujeres se incorpore, lo que implicará un esfuerzo coordinado con otras instituciones, sobre todo las encargadas de garantizar el acceso igualitario a los derechos agrarios.
La mesa referente a la dimensión social (coordinada por Adalberto Saviñón Diez) reconoce que una fortaleza de Sembrando Vida es su contribución a la reconstrucción del tejido social comunitario en zonas afectadas por la violencia, además de favorecer el diálogo de saberes entre campesinos y técnicos. Se han identificado casos que refieren a un abandono de los cultivos ilícitos para optar por la siembra de árboles frutales o maderables. También se planteó que Sembrando Vida debe cuidar que se siga favoreciendo la cohesión social y que su implementación no genere divisiones al interior de las comunidades, así como seguir dando acompañamiento social a las siguientes etapas del programa, principalmente en lo referente a la comercialización de los productos agroecológicos que campesinos y campesinas ya están cosechando.
La mesa agroforestal (coordinada por Víctor Manuel Toledo Manzur), reconoce que uno de los grandes aportes del programa es llevar a la práctica cinco grandes paradigmas que han planteado tanto los movimientos indígenas y campesinos, como la academia progresista, entre ellos la economía social y solidaria, la producción agroecológica y la justicia de género. Esta mesa ha planteado una serie de propuestas para fortalecer al programa, las cuales tienen que ver con promover el relevo generacional en el campo, reconocer la memoria agroforestal mesoamericana, así como difundir ampliamente a la sociedad los resultados de Sembrando Vida.
La mesa ambiental (coordinada por Raúl Benet), reconoce entre otras cosas que un gran aporte de Sembrando Vida es que ha propiciado un modelo de agricultura campesina con un fuerte componente socioambiental, participación comunitaria y autonomía, además que son evidentes sus impactos en la recuperación de la fertilidad de los suelos, de la biodiversidad y en aumentar la capacidad de resiliencia rural frente al cambio climático. Las propuestas de esta mesa se han centrado sobre todo en la necesidad de que Sembrando Vida incorpore una visión territorial y de paisaje, lo que permitirá fortalecer la conectividad ecológica entre los parches de vegetación que ahora se están recuperando pero que se encuentran dispersos.
Finalmente, la mesa organizativa (coordinada por Armando Bartra), reconoce que otro aporte del programa al desarrollo rural consiste en que ahora los sembradores y las sembradoras cuentan ahora con varios patrimonios, uno de ellos se materializa por supuesto en sus parcelas, que nuevamente son productivas, pero ahora de alimentos sanos; el otro es la organización de la que forman parte, la cual en muchos casos está transitando de ser una CAC a una cooperativa. Siendo Sembrando Vida una política que tiene la mirada puesta en el futuro y no solo en el presente, también se planteó que deberá hacer ajustes a las reglas de operación, así como articularse con otros programas federales como los de fertilizantes, precios de garantía o producción para el bienestar de la SADER.
Entre las mesas de trabajo se han generado al menos tres consensos importantes: 1) cuantitativamente hablando, Sembrando Vida es un programa exitoso por la cantidad de hectáreas que ha reforestado, por el número de árboles que ha sembrado y por la cantidad de sembradores y sembradoras que participan; 2) es un programa multidimensional, pues tiene impactos positivos en lo ambiental, en la economía familiar y comunitaria, en la producción de alimentos sanos sin agrotóxicos, en las relaciones de género, en la transición agroecológica, en la creación de alternativas económicas para las familias campesinas, entre muchos otros; 3) lejos de desaparecer, es prioritario que un programa como Sembrando Vida continúe, se convierta en una política de Estado y se expanda a nuevos territorios y a nuevos campesinos y campesinas, corrigiendo sobre la marcha los errores de diseño e implementación que se han identificado interna y externamente.
A los trabajos de análisis, crítica, propuestas y acompañamiento al programa se han sumado instancias internacionales como la FAO, CELAC y la CEPAL, lo que abre nuevos horizontes de cooperación internacional, sobre todo a nivel latinoamericano, a través de una política pública que ha colocado por primera vez a las familias campesinas pobres en el centro de su acción, pero esta vez renunciando a las viejas fórmulas asistencialistas que generaban relaciones de dependencia con sus beneficiarios.
Casi nunca ocurre que una instancia de gobierno se acerque con la comunidad académica y con las organizaciones sociales para escuchar críticas y propuestas sobre las acciones y los programas que implementa. El diálogo que se ha construido con la Secretaría de Bienestar para mejorar un programa prioritario para el gobierno federal, como es Sembrando Vida, abre una brecha importante para lo que podría ser una nueva forma de hacer política. •