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Conflicto sin fin
El fin de la doctrina Netanyahu

Su afirmación de que la paz era posible sin los palestinos se viene abajo con la incursión de Hamas

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▲ Traslado de un herido a un hospital en Khan Yunis, ayer en el sur de la franja de Gaza, tras un ataque israelí.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Domingo 15 de octubre de 2023, p. 8

Los sucesos de los días recientes no tienen precedente. La última vez que unidades de combatientes israelíes y palestinos –militares o paramilitares– entraron en batalla en un frente tan amplio en Israel-Palestina fue en 1948. Por supuesto, en el curso de los años ha habido varias batallas en Gaza, así como en ciudades de Cisjordania como Jenin, y unidades israelíes y palestinas se enfrentaron en Líbano en 1982. Sin embargo, no hay paralelo en la amplitud de lo que ha ocurrido aquí desde la mañana del sábado 7 de octubre; tampoco, desde 1948, combatientes palestinos habían ocupado comunidades judías en semejante escala.

Este hecho no es sólo una anécdota histórica: tiene un sentido político directo. Este ataque asesino e inhumano de Hamás ha llegado justamente cuando el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu parecía a punto de completar su obra maestra: la paz con el mundo árabe pasando completamente por alto a los palestinos. Este ataque ha recordado a los israelíes y al mundo, para bien o para mal, que los palestinos siguen allí, y que este conflicto centenario se refiere a ellos, no a los emiratos o a los sauditas.

En su discurso ante la Asamblea General de la ONU, hace dos semanas, Netanyahu presentó un mapa del nuevo Medio Oriente, que mostraba al Estado de Israel extendiéndose desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo y construyendo un corredor de paz y prosperidad con sus vecinos en la región, incluida Arabia Saudita. En el mapa no aparece un Estado palestino, ni siquiera la colección de empequeñecidos enclaves que en apariencia controla la Autoridad Palestina.

Desde que por primera vez fue electo al cargo, en 1996, Netanyahu ha tratado de evitar cualquier negociación con los líderes palestinos; ha preferido rodearlos o hacerlos a un lado. Con frecuencia sostiene que Israel no necesita la paz con Palestina para prosperar: su poderío militar, económico y político es suficiente sin ésta. El hecho de que durante su gobierno, en especial entre 2009 y 2019, Israel ha experimentado prosperidad económica y su estatus internacional ha mejorado, constituye para él prueba de que sigue el camino correcto.

Los Acuerdos Árabes firmados con Bahrein y Emiratos Árabes Unidos, y más tarde con Sudán y Marruecos, reforzaron de manera concluyente esa creencia. En los 25 años pasados nos han dicho repetidas veces que la paz con otros países árabes sólo llegará después de que resolvamos el conflicto con los palestinos, escribió Netanyahu en un artículo en Haaretz antes de la elección pasada. Creo que el camino hacia la paz no pasa por Ramalá, sino que pasa por encima de ella: en vez de que la cola palestina mueva al mundo árabe, sostuve que la paz debe empezar en los países árabes, lo cual aislará a la obstinación palestina. Un acuerdo de paz con Arabia Saudita sería supuestamente la cereza del pastel de la paz por la paz que Netanyahu ha estado preparando durante años.

Plan de desincorporación

Netanyahu no inventó la política de separación entre Gaza y Cisjordania ni el uso de Hamás como instrumento para debilitar a la Organización para la Liberación de Palestina y su aspiración nacional de establecer un Estado palestino. El plan de desincorporación de Gaza del primer ministro Ariel Sharon, en 2005, se construyó con esa lógica. Todo el paquete llamado Estado palestino ha salido de la agenda por un lapso indefinido, dijo Dav Weisglass, consejero de Sharon, al explicar el objetivo político de la desincorporación en ese tiempo. El plan aporta la cantidad requerida de formaldehído para que no haya un proceso político con los palestinos.

Netanyahu no sólo adoptó esta forma de pensar, sino añadió la preservación del dominio de Hamás en Gaza como un instrumento para profundizar la separación entre la franja y Cisjordania. En 2018, por ejemplo, acordó que Qatar transferiría millones de dólares al año para financiar al gobierno de Hamás en Gaza, encarnando los comentarios hechos en 2015 por Bezalel Smotrich (entonces un miembro marginal del Knesset, y hoy ministro de finanzas y jefe supremo de facto de Cisjordania) de que la Autoridad Palestina es una carga y Hamás un activo.

Netanyahu quiere a Hamás de pie y está dispuesto a pagar un precio casi inimaginable por ello: tener paralizada la mitad del país, niños y padres traumatizados, casas bombardeadas, gente asesinada, escribió en mayo de 2019 la actual ministra de información de Israel, Galit Distel Atbaryan, cuando estaba por entrar en la política, pero ya era una conocida simpatizante del primer ministro. Y Netanyahu, en una especie de escandalosa y casi inimaginable contención, no hace lo más fácil: hacer que el ejército derroque a la organización.

La pregunta es ¿por qué?, continúa Atbaryan, y explica: “Si Hamás se derrumba, Abu Mazen (Mahmoud Abbas) puede controlar la franja. Y si la controla, habrá voces de la izquierda que pugnarán por negociaciones y una solución política y un Estado palestino, al igual que en Judea y Samaria (Cisjordania)… Esa es la verdadera razón por la que Netanyahu no elimina al líder de Hamás; todo lo demás son estupideces”.

De hecho, el propio Netanyahu lo había admitido dos meses antes de que Atbaryan hiciera sus comentarios, cuando declaró, en una reunión del Likud, que quien quiera impedir el establecimiento de un Estado palestino necesita apoyar el fortalecimiento de Hamás. Eso es parte de nuestra estrategia: aislar a los palestinos en Gaza de los palestinos en Judea y Samaria.

Fortalecer el muro de Gaza se volvió otro aspecto central de la estrategia de Netanyahu. La barrera evitará que los terroristas se infiltren en nuestro territorio, explicó cuando anunció en 2019 el principio de los trabajos para añadir una barrera subterránea que acabaría costando más de 3 mil millones de shéquels (moneda israelí; alrededor de 13 mil 600 millones de pesos). Dos años después, el periodista israelí Ron Ben-Yishal escribió en Ynet que el objetivo final del muro, que se consideraba una barrera impenetrable para los terroristas, era prevenir una conexión entre Hamás en Gaza y la Autoridad Palestina en Judea y Samaria.

La mañana del 7 de octubre, esa barrera fue derribada, y con ella la doctrina de Netanyahu –adoptada por los estadunidenses y muchos estados árabes– de que es posible lograr la paz en Medio Oriente sin los palestinos. Mientras cientos de militantes cruzaban la frontera sin ser molestados en su avance para ocupar puestos militares e infiltrarse en docenas de comunidades israelíes ubicadas hasta 25 kilómetros más allá, Hamás declaró de la manera más clara, dolorosa y criminal posible que el conflicto que amenaza las vidas israelíes es el conflicto con los palestinos, y que la idea de que pueden ser hechos a un lado vía Riad o Abu Dabi, o de que 2 millones de palestinos aprisionados en Gaza pueden desaparecer si Israel construye un muro lo bastante elaborado, es una ilusión que ahora se ha roto en pedazos con un terrible costo humano.

* Meron Rapoport es editor en Local Call. Es un periodista de investigación premiado, con más de 30 años de experiencia en medios israelíes; fue director de noticias en Haaretz y editor del entonces rotativo más grande del país, Yedroth Ahronoth.

Publicado con permiso de +972 Magazine: 972mag.com/netanyahu-middle-east-peace-palestinians/

Traducción: Jorge Anaya