Tres destacan en el juego de Morena
lgo tiene esta ciudad que de pronto cualquiera supone que puede gobernarla. Ahora, nos aseguran, es Cuauhtémoc Blanco, que mucho le ha quedado a deber al gobierno de Morelos, quien en su ignorancia supina dice que quiere ser jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
Sí, algo tiene la ciudad para que se postulen sujetos indeseables, pero hay que decirlo con fuerza: la ciudad ha derrotado a los y las aventureras que tratan de ganar una elección en la ciudad sin tener ni la menor idea de cómo gobernarla.
Es el caso del ex futbolista que sumió a Morelos en un caos económico, político y social. Su arribo al gobierno de aquel estado fue una estrategia –la peor– para sumar entidades al costal de Morena, pero si bien se trató de eso, el costo ha sido mucho mayor para la población de la entidad.
En Morena, se dice, sólo quedan dos contendientes reales para la candidatura, aunque sean varios los que se inscriban para la justa, uno de ellos es Omar García Harfuch.
Y es que esta vez, entre quienes buscan ganar la encuesta por méritos propios, quienes se volvieron locos y aquellas que han recibido ayudas y más ayudas desde el Zócalo y no han podido crecer, la lista de posibles es larga, pero la decisión corta.
Esta semana, como es sabido, los y las indecisas deberán resolver si se apuntan y se arriesgan a la competencia o si mejor se abstienen para no exponerse a lo que diga el respetable.
Tres son los nombres más visibles y con posibilidades para ganar la encuesta. Omar García Harfuch, Mario Delgado y Clarita Brugada. El primero, según nos cuentan, ya despacha en algo que podría ser su casa de campaña; Delgado, aunque aún deshoja la margarita, es muy probable que se quede al frente de Morena, donde su presencia ha sido destacada, y Clarita, la alcaldesa de Iztapalapa con licencia que tiene más de un año en plena campaña sin resultados importantes, pese a los apoyos hasta del Zócalo.
Lo demás es broma, pura irresponsabilidad, como la de Ricardo Monreal, que buscó aumentar sus posibilidades de ganar la ciudad incluyéndose en la lista para la Presidencia de la República, y el resultado fue una caída estrepitosa que lo dejó fuera de cualquier competencia electoral.
No obstante, con las mañas bien esgrimidas, busca dejar a su hija, de nombre Caty, en la alcaldía –que supone controla– Cuauhtémoc, donde la señora Cuevas, a quien él impuso, no quiere dejarlo pasar.
Total, ayer se abrió el juego en Morena y que nadie se sorprenda de los nombres que se asienten en las listas porque como ya hemos dicho, algo tiene esta ciudad que hace que algunas enloquezcan y otros, ciegos de ignorancia, supongan.
La Ciudad de México tiene sus propios códigos, sus formas, sus secretos políticos que no se descubren a cualquiera, por más moreno o morena que se ostenten.
Dicen, entonces, que los tiempos han cambiado y por eso mismo parece que quienes no pueden ofrecer más que las torturas y las penas del viejo régimen no tienen ninguna oportunidad, cuando menos aquí, en la Ciudad de México.
De pasadita
Ahora que inevitablemente recordamos la catástrofe del 19-S, también inevitablemente nos viene a la mente el nombre de los primeros encargados de la reconstrucción.
Se les llamó entonces los tres cochinitos, no, los tres marranos. Eran Leonel Luna, que perdió la vida en un accidente de tránsito; Mauricio Toledo, que huyó a Chile cuando las pruebas de sus latrocinios eran contundentes y la ley lo seguía, pero el que sigue sin mayor problema tan campante por la ciudad es Jorge Romero, que sabe que aquí, con el sistema de justicia que se tiene, quien la debe no la paga ni en abonos chiquitos.