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Colombia despide al artista Fernando Botero con tres días de duelo nacional

Se fue en paz, murió tranquilamente, compartió Lina, hija del pintor

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▲ El alcalde de Medellín, Daniel Quintero, arriba al centro, posa afuera del Museo Fernando Botero entre otras personas que, como él, fueron a rendir homenaje al fallecido pintor y escultor.Foto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 17 de septiembre de 2023, p. 2

Bogotá. Con tres días de duelo nacional, el gobierno colombiano homenajeó desde este sábado al pintor Fernando Botero, considerado por unanimidad el más universal de los artistas del país, donde no pasó la mayor parte de su vida, pero al cual estuvo atado siempre, tanto en la temática de su obra como en sus frecuentes visitas, que dejaron huella imborrable en el imaginario colectivo.

En la entrada del Museo Botero de Bogotá, uno de los lugares turísticos más visitados de la capital, se ubicó un espacio donde decenas de visitantes del mundo ofrecieron flores como homenaje al artista frente a su emblemática obra, Mano izquierda.

Juan Carlos, uno de sus tres hijos, resumió con brillantez el legado de su padre, en una entrevista recordada hoy por medios locales: “Su importancia consiste en la creación de un estilo original y fácil de reconocer y su popularidad consiste en que su obra irradia belleza y sensualidad y celebra la vida.

Se fue en paz, murió tranquilamente, contó el jueves Lina Botero a medios locales que informaban sobre la muerte del pintor, ocurrida en su casa del principado de Mónaco, a los 91 años, a causa de una pulmonía.

Prolífico, polémico y mundialmente conocido por su particular estilo en el que predominaron los grandes volúmenes y la exuberancia, Botero hizo parte de un fulgurante grupo de artistas e intelectuales colombianos nacidos en la década de 1930, al lado de Gabriel García Márquez, Alejandro Obregón, Álvaro Mutis, Álvaro Cepeda y David Manzur, entre otros.

Nacido en Medellín, Botero no formó parte de ninguna escuela artística, pero a los 15 años –según relató varias veces– ya sabía que sólo podría ser artista. Viajó muy joven a México, país que siempre consideró fundamental en su formación, antes de atravesar el Atlántico para instalarse en Europa, donde vivió y trabajó hasta su muerte.

Pietrasanta, pequeño pueblo en la costa norte de la Toscana italiana, se convirtió en su refugio creativo, donde incorporó la escultura a su monumental obra, expuesta en centenares de museos, así como en parques y avenidas de las principales ciudades del mundo.

Pese a la distancia geográfica, Botero siempre mantuvo relación con Colombia, cuya trágica historia de violencia reflejó en cuadros y esculturas, a veces con una crudeza que despertaba rechazo entre las élites tradicionales, también retratadas por el maestro con decidido tono caricaturesco. Satirizó el fanatismo, ridiculizó a los tiranos, parodió a los aristócratas e ilustró la barbarie que se permite en las guerras, desde las selvas colombianas hasta las cárceles de Abu Ghraib, comentó el editorial del diario El Tiempo.

Pintor de nuestras tradiciones y defectos: Petro

La serie de Fernando Botero sobre la violencia en Colombia, en la que desfilan decenas de ataúdes por callejuelas de pueblos perdidos y cadáveres de hombres que viajan sobre el lomo de los ríos con gallinazos encima, dejaron huella indeleble en el imaginario de los colombianos y –de paso– respondió a quienes consideraban que el pintor no sólo se había olvidado de sus raíces, sino que se había dedicado a acumular fortuna.

El pintor siempre expresó su admiración por artistas que, como Pablo Picasso, abordaron en su trabajo los hechos trascendentales de su época y, coherente con ello, pintó una escalofriante secuencia de 80 pinturas sobre las torturas a las que fueron sometidos los prisioneros de la cárcel de Abu Ghraib (Irak) por soldados estadunidenses en 2003.

Ha muerto Fernando Botero, el pintor de nuestras tradiciones y defectos; el pintor de nuestras virtudes. El pintor de nuestra violencia y de la paz. De la paloma mil veces desechada y mil veces puesta en su trono, escribió el presidente Gustavo Petro tras enterarse del fallecimiento del maestro.

La alusión del jefe de Estado a las palomas se refiere a una gigantesca escultura de Botero expuesta en un parque de Medellín que lleva el nombre del pintor, y que ha sido objeto de ataques vandálicos derivados de la polarización política en la que siempre vive Colombia.

Entre la multitud de entrevistas sobre el pintor que han poblado los programas radiales de estos días en Colombia, sobresalen las alusiones a la generosidad que tuvo Botero hacia el sector de las artes y la cultura del país, al que donó buena parte de las obras de decenas de artistas clásicos y contemporáneos de su propiedad, actualmente expuestas en el Museo Botero de esta capital

Varias publicaciones colombianas recordaron sus exposiciones en los campos Eliseos de París o en el Central Park de Nueva York, cuya instalación tenían un decidido componente cinematográfico: Botero siempre recordaba la imagen de sus esculturas volando por los cielos, levantadas por helicópteros, como la escena de una película de Federico Fellini, escribió el director de la revista Bocas, Fernando Gómez.

Según su hija Lina, la salud del pintor comenzó a deteriorarse tras la muerte de su tercera esposa, la artista Sophia Vari, de origen griego, ocurrida en mayo de este año.

Botero deja tres hijos: Fernando, quien estuvo involucrado en un grave escándalo político derivado del ingreso de millones de dólares del narcotráfico a la campaña presidencial del candidato Ernesto Samper en 1994; Lina, actriz y curadora, y Juan Carlos, escritor y columnista de diarios locales.

En los años 80, cuando el Consejo Nacional de Estupefacientes en Colombia confiscó al capo del narcotráfico Pablo Escobar y a otros jefes de cárteles miles de obras de arte con las que lavaban dinero, ahí se encontraban cuadros de Rubens, de Picasso y muchos Boteros, reportó la prensa en aquella época.