"La Jornada del Campo"
Número 192 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
Sembradoras
 Cortesía Secretaría del BienestarCortesía Secretaría del Bienestar

“Estar aquí me dio chance de quererme”

Lorena Paz Paredes  

Tengo 20 años y dos hijos pequeños, uno de dos y otro de seis años. Vivo en San José Morelos del municipio de Libres. Me junté con mi novio por necia a los 13 años, él tenía 18 y tuve mi primer hijo a los 17 y el segundo a los 19, pero me separé por un momento de violencia muy fuerte.

Ya separada entré de becaria al Programa Jóvenes Construyendo el Futuro (JCF). Me costó trabajo por mis hijos pequeños, pero he luchado y luchado para salir adelante.

Me enteré del Programa porque mi papá fue sembrador, y él me animó, aunque desgraciadamente ya falleció. Me metí a una plataforma, me registré y salí en el sorteo. Me acuerdo bien: fue un 18 de agosto del 2021, cumplía yo 19 años. Entramos como 26 becarias que nos integramos a ocho CACs de por aquí, dos o tres por cada comunidad de aprendizaje. Algunas eran estudiantes y tres ya teníamos bebés.

Estuve un año en la CAC ‘Casa Blanca’ en Guadalupe Victoria, donde quedó mi mamá de sembradora. Además del vivero, la gente de ese grupo hace artesanías con palma: chiquihuites, aventadores, escobetas, tapetes, y tienen una biofarmacia. Nos daban capacitación cada mes, nos enseñaron germinación, cómo se hace una composta, cómo un insecticida natural, y también a hacer sidra con frutas. A la siguiente semana yo repetía las capacitaciones a los sembradores y recorría sus parcelas, pero tenía que llevar conmigo a mi pequeño de 7 meses. Por un accidente pedí cambiarme a otra CAC.

Hoy trabajo en la CAC ‘Campesinos Unidos’ de Libres 2, con 22 sembradores y cinco sembradoras. Son señores de 60 a 85 años, y dos señoras de 60 y 65 años que son las más jóvenes. Costó trabajo que nos aceptaran a las becarias. Es que a algunos no les gusta que los mande una mujer y menos si es joven, pero los de más edad no son machistas, nos apoyan, y con facilitadores la sobrellevamos bien, hay más igualdad. Estamos a gusto en la CAC porque a las becarias mamás nos ayudan si los niños se enferman, y nos dan chance de faltar.

Aquí he aprendido mucho: a germinar el ciprés, son miles de árboles que deben tener el componente correcto para que no se mueran a la hora del trasplante, la última capacitación fue de poda e injerto.

Hay reglas en el vivero: llegar temprano (10 minutos de tolerancia) si no se pone sanción. Cada ocho días, reunión general, y los sembradores pasan por un rol según la lista, pero los mayores no hacen trabajos pesados.

Que hacemos las becarias. Trabajamos de 9 am a 5 pm, y en los recorridos de parcela, contamos plantas y nos acompaña un sembrador. En la reunión general de la CAC, acomodamos la biofábrica, el vivero, damos pláticas y tenemos media hora de lectura en voz alta. Leemos y luego se hace una reseña, además hay un mural de derechos y de sueños, donde se apunta todo lo que quieren los sembradores. Cuando no están las técnicas las becarias nos organizamos.

Los sembradores son gente buena, nos regalan víveres cuando vamos a visitar sus parcelas. Las becarias nos acompañamos y nos andamos cuidando porque a veces hay que salir a las 5 de la mañana y subir cerros en plena oscuridad, y hay coyotes y serpientes. Llegando a la parcela, nos dan té con pan o nos invitan a comer. Hubo veces en que terminábamos el recorrido a las 8 o 9 de la noche, íbamos anotando, contando plantas, parcela por parcela, en cada una tardábamos casi una hora.

En los recorridos teníamos que ver y apuntar si estaban sembradas cerca de 3,000 plantas, normalmente las agroindustriales eran: 500 nopales, 400 magueyes en surcos de 3 a 4 metros de ancho por 3 de largo; las maderables como 700 arbolitos; y 1400 frutales con milpa en más o menos una hectárea.

Yo me organizaba con otra becaria para hacer recorridos en 2 o 3 días -eran 27 sembradores con 27 parcelas. Dejábamos encargados a los niños con una mamá, y escribíamos en una bitácora anotando cuantas plantas estaban vivas, fijándonos si estaban revueltas. Yo decía aquí hay 7 hileras y dibujaba un croquis, y así íbamos revisando los sistemas y las metas y pasábamos a otra parcela.

Regresábamos cansadas a casa a ver los niños, a hacer comida, y a subir la información a la plataforma porque eso debíamos hacer después de los recorridos de campo usando la tablet y la calculadora, y cuando los niños no estaban dormidos…era muy difícil Luego mandábamos la información a los técnicos. Yo no tenía tablet, todo lo hacía desde mi celular y no es fácil, aunque me di la maña. A veces nos apoyaban los técnicos o los de Contraloría en la parcela, a veces nos acompañaban.

Debería cambiar la organización con los técnicos -digo- ellos son nuestros jefes y nos cargan la mano, porque a veces terminamos haciendo su trabajo de ellos. Y si hay error, nos retachan el informe y a empezar de nuevo. Poca comprensión -digo-. En cambio, con los facilitadores hablamos libremente.

A las becarias no nos dan herramientas de trabajo: ni botas, ni sombreros y andamos por montes y matorrales donde hay víboras cascabel; las libretas, los lapiceros, el celular, la tablet, todo va por cuenta nuestra. Yo perdí mi celular en el monte y tuve que comprar uno. Además, no tenemos seguro médico, como los estudiantes porque en el Programa somos aprendices y no trabajadoras.

Ser becaria y ser madre. Yo viví violencia con mi pareja, y entonces sentí que sola no podría lograr nada, me sentía débil, incapaz. Con el PSV aprendí a sobresalir sin ser sumisa. Es que no podemos estar donde nos maltratan, si nos quedamos se nos cae la autoestima. Estar aquí, me dio chance de abrirme, de quererme, de no permitir que me pisen. Hay veces que se nos cierra el mundo a las mujeres cuando tenemos niños pequeños y nos maltratan, y los papás de una no apoyan. Por eso digo a mis compañeras: ya no tengan más hijos, porque ellos van a repetir, a volverse maltratadores cuando crezcan.

El futuro. Ya se me acabó el tiempo de becaria, pero en el Programa aprendí mucho y sé qué voy a hacer. Puedo escribir documentos, constancias de posesión, sé hacer injertos, germinar, conozco abonos, insecticidas, y también se preparar mermeladas, vino de manzana, hidromiel que es una bebida antigua preparada con maguey para el pulque.

María Isabel.  Cortesía Secretaría del BienestarMaría Isabel. Cortesía Secretaría del Bienestar

Estar en el PSV me ha servido para el futuro. Me podrían llamar como capacitadora, porque aprendí bien y rápido todo lo del PSV. Ahora quiero acabar mis estudios. Estoy chica y quiero sobresalir. Soy una joven todoterreno por saber tantas cosas a mi corta edad. Además, tengo mi moto en la que llevo a compañeras y voy y vengo.

Ahora voy a ayudarle a mi mamá que es sembradora para que tenga bien ordenadas sus plantas, ya la ayudo a encalarlas para protegerlas de plagas y de hielo. •