“Sembrando Vida” (SV) es uno de los proyectos mejor concebidos y construidos que he conocido. Su ambiciosa proyección, más de 1,200,000 hectáreas y 455,000 sembradoras y sembradores, está impactando favorablemente a una población rural de más de 2 millones. Tiene el doble objetivo de regenerar tanto los sistemas naturales a través de la agroforestería, como la vida comunitaria, de empoderar a las familias campesinas robusteciendo sus relaciones con el entorno natural, poniendo de nuevo a la naturaleza como su principal aliada. Para lograr estos objetivos promueve la construcción de cooperativas que se van concatenando, pero también apoya la asistencia técnica y social, ofrece becas a jóvenes locales, dota a los colectivos de viveros, sistemas de agua y biofábricas y promueve la creación de bancos o cajas de ahorro. El proyecto también contempla la obligada convergencia entre los saberes locales y los conocimientos derivados de los centros de investigación científica y tecnológica del país, poniendo en práctica el diálogo de saberes. Es al mismo tiempo, un programa ecológico y social.
Si bien se trata de un “proyecto estrella” del gobierno actual (Toledo, 2023), ello no significa que su versión original no deba ser enriquecida y mejorada en aspectos puntuales, tras cinco años de ser establecido en casi mil municipios del país. Evaluar SV no es tarea sencilla por tres razones: (i) su complejidad misma (con elementos ambientales, sociales, alimentarios, etc.); (ii) la dimensión del programa, es decir el número de participantes (productores, técnicos acompañantes, becarios y funcionarios que lo hacen posible y la extensión en la que se aplica); y (iii) la enorme inversión pública invertida (es el tercer programa social por el monto del presupuesto que pasó de ¡15 mil millones de pesos en 2019 a 37 mil millones de pesos en 2023!).
Por ello resulta oportuno que la coordinación de SV haya convocado e integrado cinco equipos con académicos de diferentes instituciones y formaciones para realizar una evaluación independiente al programa, cada uno de los cuales hace énfasis en diversas temáticas, llamadas mesas de género, social, agroforestal, ambiental y de organización. Un total de 34 investigadores y expertos independientes participamos en este ejercicio. Este “corte de caja” servirá para garantizar su continuidad en un próximo gobierno, idealmente mediante la promulgación de un decreto.
Contribuyendo a lo anterior, el presente ensayo enfatiza que más allá de sus componentes, mecanismos virtuosos y bondades particulares, SV está basado en dos novedosos paradigmas largamente formulados en los medios académicos más avanzados del mundo: la agroecología y la economía social y solidaria. Ambos surgidos del pensamiento crítico como alternativas a la crisis de la modernidad industrial, capitalista, tecnocrática y patriarcal.
En la perspectiva agroecológica SV es ya el segundo proyecto a escala mundial por el número de beneficiarios, detrás de lo realizado en India (estados de Andra Pradesh y Karnataka), y es sin duda el esfuerzo agroecológico más notable en el continente americano, superando lo alcanzado en Cuba y Brasil, una vez que se suman las 4,550 Escuelas de Campo de la SADER y el programa Pies Ágiles del CONAHCyT (Toledo & Argueta, 2023). La agroecología fue inicialmente auspiciada por académicos y comunidades campesinas, luego por organizaciones sociales como Vía Campesina, y desde 2015 adoptada por la FAO y otros organismos internacionales. En el caso de SV la visión agroecológica se da no solo por una agricultura orgánica libre de pesticidas, maquinaria y cultivos transgénicos, sino por el tratamiento de los suelos mediante abonos orgánicos y el manejo de microrganismos y por la implantación de sistemas agroforestales. En México, los sistemas agroforestales siguen vigentes en numerosas regiones, lográndose identificar hasta 20 tipos según la nomenclatura vernácula (Moreno-Calles, et al, 2013). Dos ejemplos bien conocidos son el T´elom de los huastecos y el Kuojtakiloyan de los nahuas de la sierra norte de Puebla. En ambos se manejan entre 300 y 400 especies útiles: una diversidad extraordinaria que combina cultivos comerciales exóticos o nativos como café, cacao, vainilla, hule, pimienta, mamey, mango, plátano, cítricos, aguacates, con una enorme riqueza y variedad de especies arbóreas, arbustivas y herbáceas útiles.
La economía social y solidaria (ESS) que es un conjunto de iniciativas sociales, económicas y culturales, conforma un cambio de paradigma basado en el trabajo colaborativo de las personas y en la propiedad colectiva de los bienes (Coraggio, 2011). En general incorpora valores universales tales como equidad, justicia, fraternidad económica, solidaridad social, compromiso con el entorno natural y democracia directa. En SV la ESS se pone en práctica en las 18,000 Comunidades de Aprendizaje Campesino (CACs) que son cooperativas formadas por 25 sembrador@s que reciben un apoyo mensual del programa y están obligados a tomar decisiones mediante asambleas, nombrar a sus autoridades, gestionar una caja de ahorro, mantener viveros, sistemas de agua y biofábricas, y realizar acciones para el bienestar de las comunidades de las cuales proceden. El ensamblado progresivo de las CACs de un mismo territorio genera redes de colaboración, circuitos económicos solidarios y cortos, comercio justo y consumo responsable, mediante la celebración de ferias, tianguis y mercados diversos. Por lo anterior, SV impulsa una economía no capitalista que conforme se va consolidando va sustituyendo al proceso mercantil de producción, circulación, transformación y consumo que hoy domina.
En resumen, al inspirarse en estos dos paradigmas, SV pone la muestra de lo que debería ser toda una política de Estado: construir una modernidad alternativa, anti-neoliberal, que deje atrás el mundo de los negocios y de la tecnocracia, y esté basada en el respeto a los procesos naturales, la cooperación y en la reformulación (no la supresión) de la memoria. •