Domingo 3 de septiembre de 2023, p. 13
San Francisco Tepeyecac., Una familia lucha por preservar la producción del tinte de cochinilla, un pigmento natural de color rojo intenso tan apreciado que, después del oro y la plata, fue posiblemente lo más valioso que los españoles encontraron en el país tras la Conquista.
Durante siglos, las prendas rojas –junto a las púrpura– habían sido un signo de poder y riqueza por ser raras y caras. Un proceso de los indígenas mexicanos que extraía el pigmento de los insectos dio al imperio español una nueva fuente de tinte rojo.
Algunas de las ciudades coloniales más pintorescas e imponentes de México, como Oaxaca, se construyeron básicamente sobre la riqueza derivada del tinte de cochinilla, también llamado carmín o grana cochinilla.
Era muy apreciado por la nobleza española, y llegó a teñir, entre otras piezas, los uniformes militares de los casacas rojas
del imperio británico antes de empezar a ser remplazado por tintes sintéticos en el siglo XIX.
Obtener el tinte a la antigua usanza es un proceso lento, tedioso y minucioso. Procede de los cuerpos triturados de las pequeñas hembras del insecto conocido como Dactylopius coccus, que contienen ácido carmínico y se alimentan de las yemas del nopal.
Los mixtecos de Oaxaca desarrollaron el método para obtener el pigmento siglos antes de la llegada de los españoles. Un símbolo de estatus, el carmín era empleado ya por la nobleza de los pueblos indígenas mexicanos para teñir sus prendas, y se utilizaba ampliamente en el arte, para escribir códices, decorar cerámicas y pintar murales.
Tres meses para la cosecha
Mayeli García y su familia mantienen un invernadero en esta localidad del estado de Puebla, especializado en el lento y antiguo proceso de producción.
En su invernadero, filas con cientos de yemas de nopal cuelgan en bastidores suspendidos en el aire y cubiertas de un polvo blanco. Es la señal de que los insectos están trabajando debajo, nutriéndose de los jugos de la planta y protegiéndose con el polvo ceroso.
Se espera de tres a cuatro meses y una vez que se cumple su ciclo de vida cosechamos
, explicó García. Hay que estar monitoreando y cuidando cada penca
. Así es, básicamente, como se produjo el mejor tinte rojo durante tres siglos.
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