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Nicaragua: los jesuitas y el dictador
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uchas de las revoluciones son traicionadas por sus propios líderes, pero el caso de Nicaragua resulta especialmente triste y vergonzoso. En 2018, a 40 años del triunfo sandinista, vuelve la represión sangrienta por el régimen orteguista, que no sandinista, y dio comienzo a una sistemática persecución, de cualquier tipo de oposición o disidencia.

No tuvieron el menor recato en encarcelar a todos los que, se suponía, podían ser candidatos a la presidencia para tener una elección a modo. Luego encarcelaron a disidentes, opositores, curas y viejos compañeros sandinistas; también al obispo nicaragüense Rolando Álvarez. Finalmente los expulsaron del país y les quitaron la nacionalidad. Sólo el obispo se negó a ser deportado y sigue en la cárcel acusado de traición a la patria.

El último bastión institucional disidente que quedaba en la oposición fue la Universidad Centroamericana (UCA), regenteada por los jesuitas y con subsidio oficial, que atendía a varios miles de estudiantes. La UCA se distinguía por ser la única universidad que protestó abiertamente por las masacres de 2018 y por permitir a sus estudiantes que se manifestaran dentro del campus en contra de la dictadura.

Antes de la pandemia, pude visitar la UCA y asistir a una reunión con los miembros de la Academia de Ciencias de Nicaragua y su par de Estados Unidos. Se sentían aislados y asediados por el gobierno. Uno de los temas que se trató fue la concesión que hizo el gobierno de Ortega al millonario chino Wuang Jing, de Hong Kong, ahora en desgracia económica, para que realizara el viejo proyecto de un canal interoceánico por Nicaragua. Muchos académicos, ambientalistas y campesinos que serían afectados por la obra fueron perseguidos y varias instituciones ambientalistas tuvieron que cerrar.

En esa ocasión pude visitar el Museo de la Memoria contra la impunidad, instalado en uno de los salones principales de la UCA. Fueron las madres de los jóvenes asesinados en la represión orteguista, de 2018, las que trajeron y montaron altares con las pertenencias de sus hijos: ropa, fotos, guitarras, sombreros, pelotas y mensajes. Cerca de 20 altares conforman el museo Ama y No Olvida, un recinto que va más allá de la protesta puntual y coyuntural, que habla y potencia la memoria del pueblo, sus luchas y sus mártires.

El museo fue un acto valiente de protesta por parte de los jesuitas y la comunidad académica universitaria, pero también fue un momento de reflexión y compromiso por parte de la comunidad estudiantil, que día a día, a la hora de los recesos, se juntaba en un jardín que daba a una calle concurrida y se manifestaba en contra de los Ortega. Decenas de estudiantes lanzaban consignas desde el campus a los transeúntes y los camiones de pasajeros que pasaban por ahí. Era una protesta juvenil, alegre, espontánea, había oradores, música y bailables con ropa típica. Muchos llevaban las banderas con el escudo triangular que tiene cinco volcanes, rememorando la unidad centroamericana; no obstante, ponían el triángulo hacia abajo, retomando un grafiti callejero contestatario que se convirtió en símbolo de resistencia.

La UCA fue un bastión en contra de la dictadura orteguista y ahora ha sido expropiada y sus cuentas confiscadas, e incluso expropiaron la casa aledaña donde vivían los jesuitas que trabajaban en la universidad y que no formaba parte del campus.

En Centroamérica la Iglesia ha jugado un papel preponderante en contra de las dictaduras, ejércitos represores y democracias oligárquicas, algo que precisamente tiene origen en la revoluciones sandinista, salvadoreña y guatemalteca. Fue un proceso de conversión, de los obispos, como Óscar Arnulfo Romero y también de los jesuitas, que cuentan con varios mártires, como Ellacuría y sus compañeros de comunidad de la UCA, de El Salvador, como el párroco de Aguilares Rutilio Grande y tantos otros.

Un proceso de conversión que fue sancionado por el papa Wojtyla, Juan Pablo II, cuando visitó Nicaragua en 1983 y sermoneó y señaló amenazante, con su dedo flamígero, a Ernesto Cardenal, arrodillado frente a él. (Vale la pena verlo en YouTube para recordarlo).

Hoy, el jesuita y papa Francisco dijo, cuando se le preguntó sobre Nicaragua y su gobierno: “Es una cosa que está fuera de lo que estamos viviendo, es como si fuera la dictadura comunista de 1917 o la hitleriana del 35… son un tipo de dictaduras groseras”.

Los tiempos cambian, también los signos.

Los jesuitas de Nicaragua, por el momento, se quedan y atienden dos colegios y otro más de Fe y Alegría. Varios de ellos, nicaragüenses, son impedidos de regresar y otro más que trabajaba en una parroquia ha tenido que salir debido al acoso y las amenazas.

En Centroamérica los gobiernos de izquierda y derecha han demostrado ser corruptos, ineptos, represores y violadores de los derechos humanos.

Pero no se pierde la esperanza, acaba de sembrase una nueva semilla, en Guatemala, que rememora otras luchas, cuando los trataban y consideraban como repúblicas bananeras.