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Disquero
La gran compositora Kate Moore
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▲ Portada de su álbum Revolver, de 2021.Foto Johan Nieuwenhuize
 
Periódico La Jornada
Sábado 19 de agosto de 2023, p. a12

El nuevo descubrimiento del Disquero se llama Kate Moore, es australiana y radica en Holanda, donde completó su formación con uno de los grandes genios de la historia de la música, el compositor Louis Andriessen (1939-2021), cuya impronta está reflejada en la vasta escritura de la joven Kate Moore, quien deslumbró al mundo con su disco Revolver, de 2021 y cuyo nuevo álbum, Ridgeway, es también un manantial de asombros.

Kate Moore nació en Oxfordshire, Inglaterra, en 1979, y estudió con los compositores australianos Larry Sitsky, Jim Cotter y Michael Smmetanin, para después mudarse a Holanda y completar sus estudios con el mencionado Andriessen, y con Martijn Padding, Diderik Wagenaar y Gillius van Berjeikj. También fue discípula de otro coloso: David Lang, de quien escuchamos claros reflejos en sus partituras, y también fue alumna de la extraordinaria compositora Julia Wolf, fundadora con Michael Gordon del agrupamiento deslumbrante Bang on a Can.

De todas esas influencias, Kate Moore se aparta y establece un estilo propio, dotado de innovaciones técnicas, amables densidades y un vocabulario que parece inacabable.

Es impresionante la variedad de estilos, atmósferas, ambientes sonoros presentes en sus obras, siempre dotadas de intensidad.

Es una compositora muy poderosa, destinada a trascender en la historia y forma parte de la nueva generación de autoras que está construyendo un nuevo panorama en la historia de la música.

Notamos con claridad elementos aprendidos de las partituras fundacionales de Terry Riley, Philip Glass y Steve Reich, sin incurrir, al igual que lo hace con esos elementos de repetición que utilizó su maestro Louis Andriessen, en lo que alguien pudiera aventurar con el mote equivocado de minimalismo.

La obra de Kate Moore se inscribe en la línea del tiempo de la historia de la música como una continuidad, continuación, como la natural desenvoltura de un lenguaje que significa el nuevo paso, la evolución.

Nadie puede decir: Kate Moore escribe bajo la influencia de Steve Reich, aunque ella pregona su búsqueda de nuevos horizontes a la vera del camino trazado por ese compositor. Es decir, Kate Moore está un paso adelante de Steve Reich, de Louis Andriessen, de Philip Glass y en general de todos los compositores de las generaciones anteriores. Ella es la garante del futuro.

Escribe para una variedad notable de instrumentos, desde los tradicionales hasta las innovaciones en los arsenales de la sección de percusiones y de manera espectacular, la incorporación del didyeridú, ese instrumento aborigen y ancestral australiano, como un signo de identidad de la compositora y un refrendo de su compromiso de amor con la naturaleza.

Su nuevo disco, Ridgeway, es un conjunto de composiciones que versan sobre el concepto de conexión de la memoria de lugares y la experiencia sensorial que esos lugares irradian.

Este álbum se vertebra en el epicentro de las dos piezas mayores de entre la media docena de partituras que completan la obra: la que da nombre al disco, Ridgeway, compuesta en 2009, y la espectacular The Dam, de 2015.

Ridgeway es el nombre del sendero que parte el valle de Uffintong Castle, en el condado de Oxforshire, Gran Bretaña; es decir: se trata de un retorno al útero, pues ese pulso en el valle es el terruño de la compositora, donde se encuentra un gran caballo blanco tallado en la parte superior de una colina de piedra caliza.

Podemos afirmar en consecuencia que el motivo central de la obra entera de Kate Moore es el amor. Su personalidad de niña, su sonrisa permanente, su concentración y aguda inteligencia, la conducen a caminatas interminables por lugares que pocas personas visitan porque en esos sitios no hay sino naturaleza y no la fiera realidad de las ciudades con su violencia y su cemento y su pérdida de humanidad.

Hay una buena cantidad de videos en YouTube donde la vemos caminar, una bella lira bajo el brazo, por senderos, campos abiertos, lagos, ríos, montañas, cordilleras y llorar de felicidad al ver levantar el vuelo una parvada, observar el caminar de una recua, saltar cardúmenes, croar de ranas, latir de insectos. Esto es puro amor. Porque el amor no es otra cosa que estar vivo, y vivir con ese amor las experiencias de la vida cotidiana con todos nuestros sentidos.

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▲ Kate MooreFoto Johan Nieuwenhuize

Al igual que hacía el compositor Olivier Messiaen, quien pintaba colores con sonidos, Kate Moore es una apasionada de la observación y convivencia con las aves. Compuso, por ejemplo, una hermosa obra para su entrañable amiga, la violonchelista holandesa Lidy Bijdorp, titulada simplemente Melody for Lidy, donde evoca (no imita, como tampoco lo hacía Messiaen) el canto de las aves, en particular una especie única: los bellbirds.

Y es que el sonido de campanas recorre prácticamente todas las partituras de Kate Moore, ya en metáforas de sonido, como el caso del violonchelo, o bien con dispositivos diseñados ex profeso, como un cuadrado de metal grueso que al ser percutido suena a campana tañida en sueños.

En el segundo corte del disco Ridgeway, titulado 101, aparece nuevamente el arsenal insólito de instrumentación, en un efecto hipnotizante que evoca las páginas de Terry Riley y de Steve Reich, ambos autores abiertos a incursiones insólitas, como la incorporación de instrumentos que suelen poblar la música del rock. En el caso que nos ocupa, el efecto de bajo eléctrico en la composición titulada 101 es sencillamente asombroso. Enjambres de notas en ordenado diapasón.

Es algo similar a lo que hizo el maestro de Kate Moore, el gigante Louis Andriessen: los acordes de su impresionante partitura titulada Y después, a partir del poema de García Lorca, son los mismos de la pieza titulada One More Cup of Coffee, del álbum Desire, de Bob Dylan. La orquesta de Andriessen tiene adherida prácticamente una banda de rock, cuando apenas incorporó un bajo y una guitarra, eléctricos.

Como toda música excéntrica, la obra de Andriessen escapa a los intentos de los obsesionados en encasillar. Le han tratado de enjaretar las siguientes etiquetas: neoclacisista, minimalista, serialista, jazzista, cuando en realidad estamos frente a un músico libérrimo, incómodo pero amable, libertario, original.

Eso mismo sucederá muy pronto con la obra de su alumna Kate Moore y siempre resultarán vanos los intentos de reducirla. El poder de su música es inmenso y está patente en el cierre espectacular del disco, con la pieza titulada The Dam, en la que lo sinfónico-coral cobra nuevas dimensiones en un pulso frenético activado por un set de didyeridús que ponen la piel chinita.

El disco de Kate Moore de nombre Dances and Canons, en tanto, es un prodigio de música para piano, ejecutada por Saskia Lankhoorn en un tour de force de antología: la música crece y crece en intensidad, velocidad, concentración y giros y giros que no producen vértigo, sino una sensación de bienestar.

Estamos frente a una obra de gran calado que tiene fundamento en el arte clásico y se ubica en la mejor vanguardia: la que propone ideas, no aquella que confunde lo estrambótico, difícil e incomprensible con lo nuevo. Por el contrario, la obra de Kate Moore siempre tiende puentes de entendimiento y nobles sentimientos con los músicos y con nosotros los escuchas.

El disco que mayor conmoción ha causado entre críticos, músicos y público, se titula Revolver, igual que el de los Beatles y significa la misma intención que los músicos británicos: el vocablo en inglés revolver significa en español: poner a circular, poner en acción, revolucionar, evolucionar.

El disco Revolver de Kate Moore está estructurado prácticamente en hermosos remolinos para un ensamble de cuerdas aumentado con un set insólito de percusiones y una arpista. Toma inspiración del concepto de fisicalidad kinética y estética formulada por el artista australiano Ken Unsworth, que la compositora Kate Moore traduce en música para ubicarnos en un sentimiento de suspensión entre el movimiento y el stasis; es decir, entre la acción y la quietud, y también: el movimiento que nos conduce al éxtasis.

Nueva gran, genial compositora habemus. Se llama Kate Moore y es australiana.

en X (antes Twitter): @PabloEspinosaB

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