Jueves 17 de agosto de 2023, p. 25
En las elecciones del 20 de agosto en Guatemala el apellido sí pesa y mucho
, admite en entrevista Édgar Gutiérrez, analista de temas de seguridad y estrategia, ex canciller de su país. Bernardo Arévalo, el candidato puntero, es hijo del expresidente Juan José Arévalo. “Pero fue algo mucho más grande que eso. La llamada ‘primavera democrática’ que se inició con su gobierno y terminó con el golpe de Estado contra Jacobo Árbenz (1944-54) fue un periodo de grandes reformas que las dictaduras posteriores nunca lograron borrar de la memoria de la gente”.
Es, reconoce, un caso como el de Lázaro Cárdenas del Río. En el que, además, la figura del hijo, Cuauhtémoc, fue sólida y convincente para la ciudadanía.
En Guatemala “la interpretación de la historia la ganó la izquierda –dice–. Nunca pudieron revertir la autonomía universitaria, privatizar el seguro social ni sacar de la agenda gubernamental el reparto de tierras”, de los legados más importantes de la década democrática.
Lo singular de esta coyuntura guatemalteca es que nadie vio venir este escenario en que el candidato socialdemócrata que lleva como bandera romper el pacto de corrupción entre los poderes empresarial, judicial, de gobierno y militares está en la recta final hacia la presidencia con todas las encuestas en favor. Ni el propio Bernardo lo vio
, ríe.
En este tramo unirán sus votos los partidos de izquierda URNG (la extinta guerrilla) y Winik, maya, fundado por Rigoberta Menchú. Está por definirse el MLP, de Thelma Cabrera.
La última encuesta publicada ayer por CID-Gallup no sólo da una ventaja de 15 por ciento a Movimiento Semilla (57 por ciento de las preferencias, por encima de 42 por ciento de la Unión por la Esperanza, de Sandra Torres), sino que demuestra que en las últimas dos semanas hay un rápido movimiento en la intención del voto (Arévalo subió tres puntos; Torres bajó otros tres) y esta tendencia sigue aumentando sobre todo entre los jóvenes y un significativo cambio en la Guatemala rural, donde Torres solía dominar y ahora Movimiento Semilla tiene 48 por ciento y UNE 34.
Édgar Gutiérrez se inició como reportero para la región centroamericana para boletines especializados. Luego trabajó con la antropóloga Myrna Mack, en Avancso, centro de investigaciones sociales. A raíz del asesinato de su colega formó parte del equipo que integró el arzobispo Juan José Gerardi en la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado, que redactó el informe Guatemala nunca más sobre los 37 años de guerra en el país.
Fue secretario de análisis estratégico y luego canciller en la presidencia de Alfonso Portillo (2000-04), donde propuso un diseño previo de lo que fue después del Comité Internacional contra la Impunidad. Fue columnista durante 27 años en El Periódico, que cerró el año pasado cuando su director José Zamora fue encarcelado por un montaje político del gobierno.
Cuando monseñor Gerardi fue asesinado en 1998 varios jóvenes, Gutiérrez entre ellos, desconfiaron de las pesquisas oficiales –que querían cerrar el caso como crimen pasional
– e impulsaron una averiguación que concluyó con el juicio y encarcelamiento de los militares perpetradores. Es otro de los periodistas que han tenido que exiliarse por el acoso judicial de la fiscalía que preside Consuelo Porras.
La sabiduría popular
En la primera vuelta del pasado junio, con la noticia del salto de Arévalo desde el muy olvidado 3 por ciento a colarse a la segunda vuelta, Gutiérrez se despertó preguntándose: “¿Qué pasó aquí? Buscando respuestas, llamé a mis amigos de Prensa Comunitaria que hicieron una base de datos a partir de redes sociales –TikTok, Instagram, X, todo eso– hora por hora. Los últimos días antes de ir a las urnas la gente preguntaba: ¿Quién es este Bernardo? ¿Cómo es ese partido?
Las redes sociales tomaron el lugar de ese hábito de socializar las decisiones políticas en la tiendita, en la cancha, en la parada del bus donde se preguntaban unos a otros: Mirá muchá ¿cómo está la cosa? La mayoría tomó la decisión de votar por él en las últimas 72 horas. La lectura es: fue la ciudadanía la que buscó a Semilla y a Arévalo, no al revés. Sabiduría popular pura.
A Gutiérrez este pasaje de la historia electoral guatemalteca le recuerda la popular leyenda nicaragüense del Güegüense, un personaje bandido, pícaro y malicioso que logra darle la vuelta al encomendero del virreinato.
–¿Qué está ilusionando al electorado de Movimiento Semilla?
–La posibilidad de desalojar del poder al pacto de corruptos. Llevan años buscando y no habían encontrado el modo. Con las movilizaciones de 2015 se rompió una inmovilidad ciudadana que se impuso 30 años atrás, con el regreso de la democracia electoral, pero con gobernantes sometidos a los poderes de antes.
En esas elecciones nunca hubo tanto dinero para la compra de votos, todo manejado desde lo que se conoce la Casa Verde, donde despacha algo que el presidente Alejandro Giammattei llamó Centro de Gobierno, que es una figura que no está en ninguna estructura legal. Ahí despacha un joven muy allegado a él, Miguel Martínez, que tiene delegados en cada ministerio. Ahí se negocian los porcentajes de todas las concesiones y licitaciones. De ahí han salido hasta mil quetzales (más de 2 mil pesos) por persona para comprar votos. Y ni así.
–¿Retos poselectorales?
–Lo más difícil será la gobernabilidad, hallar personal de confianza suficiente para formar gobierno.
–¿De dónde sale Movimiento Semilla?
–Sus padres intelectuales fueron el sociólogo Edelberto Torres Rivas y Juan Alberto Fuentes. Edelberto convocó en 2014 a personalidades de la política, la izquierda, la academia y dijo: Hay que hacer política, generar una opción reformista para Guatemala. No podemos seguir al margen
. Así se formó el partido.
Sacando la casta
Las elecciones del 20 de agosto en Guatemala han adquirido un perfil internacional como desde hace al menos tres décadas no se veía en Centroamérica, observa Gutiérrez.
“Esto se debe, por una parte, a una razón geopolítica: el triunfo de Movimiento Semilla es una oportunidad de detener la regresión democrática en Centroamérica, en El Salvador, con Nayib Bukele, y Nicaragua, con Daniel Ortega. Honduras tampoco se ve bien.
“Por otra parte –agrega–, por el efecto que podría tener la ruptura del pacto de corrupción en un país como Guatemala, que no tiene un caudillo populista de derecha, como Ortega o Bukele, sino una dictadura corporativa que parece clamar: justicia nunca más.
Fue muy sintomático cómo se trató el asunto en la sesión del Consejo Permanente de la OEA. Con los temas de Nicaragua y Perú hubo voces diversas. En el caso del respeto a la democracia en Guatemala no. Fue unánime la exigencia.
Édgar recuerda una tarde, tomando café en Antigua con Edelberto Torres, que le dijo medio en broma, medio en plan profético: Bernardo un día será presidente
.
–¿Qué le dijiste?
–No le creí. Jamás pensé que sería buen candidato. Ahora veo que sí lo es. Se ha transformado. Conecta con la gente. Está sacando la casta.