Los libros de texto, entonces y ahora
e les acabó el argumento de la violencia, igual que antes se les había desgastado el de la carencia total de medicamentos, o el de la economía quebrada, pero ahora atacan por el lado de los libros de texto gratuitos, destinado, obviamente, al fracaso.
La falta de nuevos razonamientos y de imaginación los ha llevado a copiar casi hoja por hoja el muy vergonzoso capítulo de nuestra historia cuando allá, al principio de los 60 del siglo pasado, una porción de la sociedad decidió dar la batalla en contra de los textos gratuitos porque impedía la manipulación de la Iglesia y destruía el negocio de la elaboración de los libros por manos privadas.
Fue en febrero de 1960 cuando en el diario Excélsior, autores de texto para las escuelas, editores y libreros expresaron su disgusto porque se sentían agredidos por el gobierno que hacía de los libros de texto gratuitos, que elaboró esos materiales, su enemigo.
El ataque no paró ahí, el 11 del mismo mes, la Sociedad Mexicana de Autores de Libros Escolares publicó otro desplegado en el que manifestaba que la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, creada apenas a principios de febrero de 1959, no tenía facultades para prohibir el uso y la venta de libros.
Unos y otros, entonces como ahora convocados y apoyados por la Unión Nacional de Padres de Familia y el Partido Acción Nacional, culparon a los libros de ser herramientas de adoctrinamiento político.
Los ataques se dan ahora en el mismo tono y sonsonete que aquel 1962, cuando una multitud llegó al centro de la ciudad de Monterrey, en Nuevo León, para gritar México sí, comunismo no
, No al libro de texto obligatorio
.
Se decía que los libros, que serían utilizados en las primarias, estarían destinados a convertir a los estudiantes en adoradores del credo comunista
, y esto debido a que los libros contenían imágenes de Carlos Marx y del Che Guevara, y porque la portada de uno de esos libros había salido de la inspiración de David Alfaro Siqueiros.
Total, como si aquel episodio no existiera, los mismos grupos conservadores intentan frenar la distribución de los libros de texto gratuitos, que como dijo un cura de Michoacán: no los leo ni los leeré, pero los condeno, o algo así.
La guerra apenas empieza. El Estado tiene y debe hacerse cargo de la educación y para ello se diseñaron nuevos libros que no falsean la realidad porque hablan de la historia, y contra ellos están dirigidos los ataques que pretenden menguar la fuerza del presidente López Obrador, culpable de la transformación que no aceptan.
Lo más grave es que si se tiene que revisar la situación de la educación en el país no estaría mal que se viera a fondo lo que pasa en las escuelas de corte confesional, donde la laicidad de la enseñanza consagrada en la Constitución de hecho no existe.
Es más, para no entrar en discusiones, sería fácil que se revisaran las tarifas de las colegiaturas de las escuelas y se diera una explicación de por qué se gobiernan, en lo económico y en todo lo demás, como si no existieran la Secretaría de Educación Pública ni la ley. Por ahí se podría empezar.
De pasadita
La reunión llevaba ya algunas cervezas que muy probablemente influían en el tono de la voz de los jóvenes reunidos en el restaurante. Uno de ellos que no soltaba el tarro y se ponía de pie para lanzar sus sentencias, afirmaba que él veía bien a la señora X y que votaría por ella en las elecciones siguientes. Nadie lo secundaba, pero todos reían de sus ocurrencias, aunque una de las muchachas que llegaba a la euforia lo cuestionaba, pero el joven respondía: ella sí tiene ovarios, ya lo dijo ella misma.
Pero la muchacha, un tanto seria, le dijo: ¿A ti te representa esa señora, tú eres como ella?
¡Noooo!, le contestó su amigo. Yo no soy como ella. Nosotros somos clase media y ella –se quedó pensando un momento–, ella quién sabe qué será, pero no es como nosotros, pero bien que le contesta. El joven se sentó y en los siguientes 20 minutos guardó silencio.