Cultura
Ver día anteriorSábado 12 de agosto de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Disquero
Tres planetas orbitando la belleza
Foto
▲ Imagen de la portada del álbum Crazy Girl Blue, de la pianista Alessandra Celletti.
 
Periódico La Jornada
Sábado 12 de agosto de 2023, p. a12

He aquí un álbum, un autor y una pianista que nos transportan muy lejos, a un lugar donde todo está en armonía, donde no hay más que amor y serenidad, que son sinónimos.

El álbum: Sacred Honey. El autor: Georges Ivanovich Gurdjieff (ca. 1866-1949). La pianista: Alessandra Celletti.

Cada uno de estos elementos, álbum, autor y pianista, es una historia aparte. Es un jardín de senderos que se bifurcan, un caminar de río que se curva, avanza, retrocede, da un rodeo y llega siempre. Un caminar tranquilo, por parafrasear a Borges y a Paz al mismo tiempo.

Eso, Borges. El álbum, el autor y la pianista condensan El Aleph, ese lugar de la imaginación donde todas las dimensiones del universo se encuentran concentradas en un solo punto, en una esfera.

Escribe Borges: ‘‘Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo…

Vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.

A propósito, los invito a leer, mientras escucha el disco que hoy recomendamos, un libro igual de maravilloso: El inconcebible universo, de José Gordon, publicado por Sexto Piso.

El álbum Sacred Honey está formado en 19 piezas que Gurdjieff escribió durante sus largas caminatas por Asia Central, la India y el Norte de África, donde convivió con comunidades cristianas, monjes budistas, maestros sufís y derviches. Luego de 20 años, regresó a Occidente, donde desarrolló su sistema de enseñanza que denominó la evolución del humano en armonía.

Las piezas que recolectó en sus andanzas y que suenan en el disco que hoy nos ocupa, son himnos, plegarias, danzas, cantos, miniaturas persas, abalorios campesinos, material puesto sobre la mesa de un mago: Gurdjieff.

Nuestro autor de hoy, Georges Ivanovich Gurdjieff es, de hecho, un mago, un jefe de tribu, un oficiante de rituales sagrados que recogió en su cuaderno centenares de piezas que transcribió luego su amigo, el compositor Thomas de Hartmann, quien las hacía sonar en su harmonio portátil.

Es tan vasto el material y tan exquisito, que el sello Naive completó en 2001 la publicación de la obra pianística de Gurdjieff-de Hartmann en nueve discos.

Georges Ivanovich Gurdjieff fue hijo de madre armenia y padre griego. Hablaba ruso, turco, griego y armenio, y formuló el cauce de pensamiento denominado el Cuarto Camino, que se origina en distintas tradiciones (budismo, sufismo, hinduismo, cristianismo) y en la teosofía.

Hay tres caminos, profesaba Gurdjieff: el camino del faquir, el del monje y el del yogui. El cuarto camino es el de una persona que vive en el mundo y se enfrenta a los quehaceres cotidianos sin necesidad de abandonarlo, como sucede con los otros tres caminos.

El cuarto camino requiere que la persona trabaje sobre el intelecto, las emociones y el cuerpo físico. En el cuarto camino, la función sexual es la más importante. Según Gurdjieff, la energía sexual es la más poderosa que produce el organismo, sin la sublimación.

En 1923, Gurdjieff y su comitiva de pensadores, practicantes y artistas, tuvo una presentación estelar en el Theatre des Champs-Elysés de lo que ejercía: movimientos y danzas sagradas, y tituló el programa como la lucha de los magos, título por cierto de una de las piezas centrales del álbum de hoy en el Disquero.

El poder evocativo del disco Sacred Honey es irresistible. Suena a anhelo, deseo, ternura, un dejo del alma, un mohín de espíritu, un guiñar de ojo, el brillo de tu mirada.

La primera pieza, Meditación, es una suma de palpitaciones de mariposa. Nos conduce a un estado de ensoñación consciente. Nos da la certeza de que toda, prácticamente toda la música que es bella, tiene su origen en estas músicas nómadas, campesinas, rituales que recopiló Gurdjieff, porque todas sus inflexiones, giros, gestos, pertenecen al territorio de lo sagrado y de esa comunicación que entablamos con la divinidad nace todo lo bello, lo bueno, lo que queremos compartir.

El segundo episodio es un vaporoso vals balanceado en aldea, y le sigue The Canon of Seven, siempre en implicaciones esotéricas y místicas, con profundo misterio, hondura, contundencia. El piano dialoga con el arco de un contrabajo y la atmósfera queda lista para dar paso a Las hilanderas, una bonita pieza circular, plena de hileras de sonidos de fulgores albos, sonrisas, encanto, aroma y gozo.

Lo sagrado. La miel sagrada. Este álbum es un canto místico, una caminata por nuestro interior más profundo. Los títulos de las piezas son exactos: Sacred, Chant of a Holy Book, Song of the Aisors, The Struggle of the Magicians (Tibetan Dance), The First Dervish Prayer, Hindu Melody, The Shoe Maker, Assyrian Women Mourners, The Song of Fisher Women, Easter Hymn and Night Procession.

Alessandra Celletti, quien interpreta estas 19 piezas, ha consagrado su carrera a una entonación del alma con una coherencia asombrosa. Escuchar cualquiera de sus muchos discos nos hace evocar, nos conduce a ensoñaciones, nos pone a meditar, justo como hace en el disco que hoy reseñamos.

Esta notable pianista italiana acostumbra, en son de alborozo, ceñirse corona y capa de reina y sonreír en sus conciertos. Su repertorio está concentrado en la poesía, es decir, en la belleza.

El mejor ejemplo es su disco titulado Minimal, de 2021: 17 piezas del territorio del minimalismo, aunque su pieza inicial, Für Alina, de Arvo Pärt, no sea minimalista, pero es una versión conmovedora, a profundidad y nos mantiene en vilo, ojos cerrados, en un estado permanente de serenidad, que en eso consiste ser felices: gozar de un estado permanente de serenidad.

La segunda pieza del álbum Minimal es un acierto mayúsculo: In a Landscape, una de las obras maestras de un autor colosal: John Cage, de quien más adelante nos presenta otras dos obras: A Room y Dream.

El concepto general de Minimal es maravilloso. Por ejemplo, la idea del paisaje, que se inicia con la obra mencionada de Juanito Jaula, lo extiende con una obra maestra que conecta, a su vez, con Gurdjieff, por su carácter esotérico y místico: Five Visionary Landscapes, del compositor de origen armenio (al igual que Gurdjieff), don Alan Hovhaness.

Otro elemento unitario es otra obra de Arvo Pärt: Variationen zur Gesundung von Arinushka, bellísima serie de seis miniaturas que engarza con otra de las especialidades de Alessandra Celletti: la música misteriosa y bella de Erik Satie, de quien nos presenta su enigmática y hermosa Gnossienne Número 4, además de obras de Philip Glass y composiciones propias.

La música de Gurdjieff se puede disfrutar en las distintas plataformas digitales. Es importante destacar un álbum que redondea esta reseña: Gurdjieff: Sacred Hyms, que grabó en 1980 Keith Jarrett; desde su mero inicio, Reading of Sacred Books, nos introduce en el universo de lo mágico, y este álbum tan hermoso incluye piezas que también están en Sacred Honey.

Llama la atención, por último, la pieza final, Meditation, con la cual Alessandra Celletti inicia Sacred Honey. La diferencia entre ambas versiones es impactante: frente a la serena reflexión y encanto místico de la pianista italiana, Keith Jarrett presenta una lectura muy metálica, turgente, rotunda, en plena conflagración de la divinidad.

Tenemos pues ante nosotros todo un universo en expansión: un disco, un autor y una pianista como planetas que orbitan alrededor de la belleza.

Meditemos.

En X, antes Twitter: @PabloEspinosaB

[email protected]