Celebrará su aniversario hoy en el Palacio de Bellas Artes con el espectáculo Los sueños se tejen entre sí
Martes 8 de agosto de 2023, p. 4
Entregar el corazón al público para que los espectadores vibren, se identifiquen con la música, la escena y el vestuario, y viajen en el tiempo hacia cierto momento en la memoria es el propósito que el coreógrafo y bailarín Ruby Gámez (Monterrey, 1965) ha perseguido en 40 años de trayectoria artística, hito que celebrará hoy en la sala principal del Palacio de Bellas Artes con el espectáculo Los sueños se tejen entre sí.
El montaje, en el que participarán 24 bailarines de Monterrey, Torreón y México, conjunta fragmentos de algunas de las coreografías más significativas en su carrera.
Gámez relaciona dicho viaje con un episodio de la película animada Ratatouille, en la que un crítico culinario prueba una variación de ese platillo francés y es remitido a su infancia cuando su madre se lo preparaba. Recordar el sabor de su progenitora lo desarma, ya no escribe nada, porque le da directamente en el corazón
.
Gámez se interesa en transmitir esos sentimientos, porque así el ser humano se siente vivo. No es sólo el trabajo, la rutina diaria, cumplir con los compromisos, los gastos, sino también de momentos que se tornan sensibles y sirven para preguntarnos por qué estamos en este mundo
, asegura.
Rompecabezas de movimiento
La obra que presentará en el ciclo Temporada de Danza 2023: Palacio en Movimiento es una línea de tiempo
, una autobiografía en la que Gámez se vale de anécdotas personales y de la vida profesional para construir una pieza mediante fragmentos de varias coreografías que juntos arman un guion.
Time Life (1996), por ejemplo, es un homenaje a sus padres, quienes se conocieron en los años 40 del siglo pasado, a la vez que alude a una conocida fotografía captada al final de la Segunda Guerra Mundial en Nueva York, donde se ve a un marinero besando a una enfermera. La pieza Andy on Canvas (2004) gira en torno al artista Andy Warhol, quien se vincula con el pop art en los años 60, época en que nació Gámez. Transición (1999) se refiere a su salto del mundo televisivo, en el que incursionó, a la danza contemporánea.
Otros fragmentos se refieren a las coreografías: The Last Days of Disco Parties, El peso de una imagen que golpea, Sueño, Fractura, La mudanza, Me quiero morir, Soy una hoja que mueve el viento, Elementales y El tenista, el beisbolista, el boxeador.
Ruby Enrique Gámez Ruiz es bailarín autodidacta. En los años 80, en Monterrey, ni la Escuela Superior de Música y Danza ni la Escuela de Artes Escénicas tenían nivel de licenciatura.
En sus inicios, Gámez quedó marcado por videos de Pina Bausch, Christopher Bruce y de la compañía Pilobulos. Su familia fue de las primeras en tener una antena parabólica, que también aprovechó para conocer más coreógrafos y agrupaciones. En la Biblioteca Benjamín Franklin local consultaba revistas y libros de danza. Incluso elaboró un árbol genealógico de la danza en México, desde La Paloma Azul (primer grupo de danza en el país) y la llegada de Waldeen
.
Tomó cursos en Monterrey y la Ciudad de México con figuras como Pilar Medina, Rosana Filomarino, Leticia Alvarado y Rosa Romero, por mencionar algunas. También participó en obras de Arturo Garrido. En la Sultana del Norte formó parte de la agrupación Arte Móvil-Danza Clan. En cuatro décadas las cosas han cambiado mucho.
“En lo artístico y profesional, tuve la fortuna de nacer entre una generación y otra. Para mí, los de mi generación tenemos algo de la vieja escuela: la disciplina, el compromiso, el entrenamiento, el respeto al público, a nuestros compañeros y, sobre todo, a la danza.
“Ahora siento que por cuestiones económicas muchos de los bailarines andan de un proyecto a otro porque tienen que sobrevivir, y la competencia se ha vuelto más feroz. También hay mucha más información respecto de técnicas, estilos y obras. Se ha olvidado lo que hay que dar al público. No sólo movimiento, pasos, algunos más virtuosos, sino lo que hay en el corazón del artista y cómo se conecta con el del público. Eso se ha perdido en gran medida por la invasión de técnicas y de las imágenes que uno ve de forma rápida en Internet.
“Cuando empecé, si tenías un video de Pina Bausch, lo prestabas con la advertencia: ‘Me lo devuelves, porque es el único material que tengo’. Lo veíamos una y otra vez. Allí aprendí a hacer obra. Ahora, como todo está tan rápido, te pasas de una imagen a otra, no te das el tiempo de analizar ni observar a fondo las piezas.”
Para Gámez, no está mal que los artistas busquen que sus obras sean más atractivas en lo visual y lo tecnológico. Sin embargo, lo que está alrededor sólo cobija, protege. Lo que importa es el mensaje que el artista pueda transmitir al público, porque es cuando realmente se conecta con lo que ve en la escena
.
Los sueños se tejen entre sí se presentará hoy a las 20 horas en el Palacio de Bellas Artes.