an sido semanas revueltas en torno a la discusión sobre los libros de texto. La oligarquía grita al cielo por la aparición de temáticas sobre la sexualidad o la tendencia marxista
de los contenidos, mientras la izquierda
institucional defiende el derecho a una educación inclusiva y el derecho de niños y adultos a decidir lo que quieren aprender. El único hecho es que el gobierno lleva casi cinco años (3 de pandemia) de implementación positivista y alienada de la Nueva Escuela Mexicana.
Las y los maestros, en el mejor de los casos recibieron capacitación por medio de video conferencias acerca del cambio de paradigma con el nuevo sistema educativo, el cambio a construir programas sintéticos que irán desarrollando con actividades en concordancia con el eje articulador al que pertenece el tema a dar en el aula; a su vez, éste deberá tener coherencia con el campo formativo y con la fase a la pertenece, y con ello evaluar. Un docente que no hace programas sintéticos, ni evalúa con la NEM, no está trabajando bien.
Pero, ¿dónde está la formación y las exigencias magisteriales? La reforma educativa avanzó, aun cuando las 18 mesas de diálogo con la CNTE se rompieron, y con ello una de las exigencias de muchos de los docentes de educación básica, Dignidad Magisterial. Queda muy lejos la promesa de federalización de los salarios, la dignificación de escuelas y mobiliarios y la formación docente, entre muchas otras.
La Secretaría de Educación Pública dedicó dinero y esfuerzo al esparcimiento de rumores y filtraciones de supuestos contenidos de los libros para medir la opinión pública, mientras en redes sociales se rasgaban las vestiduras contestando a analfabetos funcionales como Carlos Alazraki; todo esto, enmarcado en la exigencia hacia los maestros para asimilar y ejecutar una reforma que, como dijo el filósofo Enrique Dussel citado por Luis Hernández Navarro, la reforma educativa es el mismo perro pero con otro collar
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Es innegable que la discusión de los libros de texto ha rendido frutos desde su creación, con el poeta Torres Bodet; obras como la de Luis Murillo demuestran que los libros de texto gratuito en México han generado transformaciones en los procesos de enseñanza-aprendizaje de alguna rama del conocimiento, pero la transformación educativa no se reduce a la elaboración de excelentes libros de texto; es de suma importancia que exista una formación docente a la par de la creación de esos materiales. No hay transformación educativa sin formación docente.
El abandono de la NEM hacia las y los maestros ha sido de preocupar. En materia de educación indígena se sigue la lógica peñista; en primaria indígena se trabaja todavía con lo propuesto desde 2011 en el marco curricular de la educación primaria indígena y de la población migrante, pues se propone que la Federación financie dos materias que se estudiarán durante toda la primaria: lengua materna y ciencias; tecnologías y narrativas de las culturas indígenas y migrantes, la astronomía y el mundo de los seres vivos, dejando a los estados la responsabilidad para la enseñanza de la geografía e historia, existiendo un real abandono en la creación de materiales en muchas entidades federativas.
Muchos de los docentes vivirán un brinco enorme desde el marco curricular de la educación primaria indígena y de la población migrante a la Nueva Escuela Mexicana (2011 a 2019), tanto en contenidos como en formas y metodologías, en el mejor de los escenarios, cuando los libros de texto lleguen a tiempo, y hayan podido participar en las conferencias de Max Arriaga, los docentes de primarias indígenas tendrán la posibilidad de crear los contenidos que tengan coherencia con el eje articulador al que pertenece; a su vez, éste deberá tener coherencia con el campo formativo y la fase a la pertenece y después evaluar si no, no estarán cumpliendo con su labor docente.
* Maestro