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La oficial Macaria Alfaro
E

n 2020, de acuerdo con el censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía), hay 225 mil 544 personas con un empleo relacionado con la seguridad pública, y 24.7 por ciento eran mujeres. En la capital de nuestro país, se registraron 90 mil 671 hombres y mujeres en ese ámbito. Hoy por hoy, contamos con 119 comandancias y 340 módulos o casetas de policía en la Ciudad de México.

Vivir cerca del parque de la Bombilla es un inmenso privilegio. En algunas ocasiones ha resultado fácil abordar a alguno de los cuidadores del orden que lo vigilan. La oficial Macaria Alfaro es una figura frecuente, sobre todo ahora con la Feria de las Flores, cuyos puestos engalanan la zona, quizá para resarcir al general Álvaro Obregón, asesinado por León Toral el 17 de julio de 1928.

La oficial Macaria Alfaro es una flor más entre los puestos de macetas y los ramos de dalias (nuestra flor nacional) que se exhiben en torno al espejo de agua que todos celebran porque fascina a todos por sus chorros de agua que conforman un ballet cuya gracia envidiaría Alicia Alonso. Quienes más disfrutan son los vigilantes, entre ellos, una guapa oficial de policía que responde sonriente a nuestras preguntas.

–Tengo 35 años, soy licenciada en pedagogía y policía preventiva de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC). Nací en la Ciudad de México; una de mis abuelas era de Guanajuato y la otra es de Michoacán. Hice mi licenciatura mientras me formé como policía, y me di cuenta de que se puede escalar hasta ser subsecretaria.

–¿Es pesado su entrenamiento? ¿Son muchas horas de entrega y de estudio?

–Hay policías con posgrados; nos facilitan estudiar dentro de la corporación, porque contamos con tres escuelas de formación policial y horarios flexibles, pero el estudio depende de cada quien. Estaba haciendo una maestría de educación basada en competencias, pero mi papá enfermó y no tuve recursos para continuar.

–¿Le pagan muy bien?

(Me mira como diciendo que esa pregunta no se hace.)

–A mí me gusta mucho ser policía. Siento que hay pocas personas que lo hacemos por vocación. Los horarios son terribles; el sueldo es terrible. Tenemos horarios de 24 horas seguidas por 48 horas de descanso. Venimos de lunes a viernes de seis de la mañana a ocho de la noche, o un día sí y un día no.

–¿Hay policías universitarias?

–Hay muchas policías universitarias, más de lo que la gente piensa. En la Universidad de la Policía hay doctorados y maestrías en Seguridad Pública, Derecho y Administración Policial. Estudiamos sólo carreras relacionadas con la policía. Estuve seis meses interna y dos de entrada por salida en la Universidad de la Policía, en el Desierto de los Leones. Recibimos clases de derecho, armas e instrucción policial. Salimos los sábados y los lunes regresamos.

–¿Cuántas mujeres policías hay?

–En la Ciudad de México somos como 90 mil; calculo que 40 por ciento somos mujeres. Contamos con la SSC, y las policías Bancaria y Auxiliar, que son las complementarias.

–¿Les pagan bien?

–El sueldo no es malo. Es más alto que los sueldos de limpia, o los de servicios y oficinas. Gano cerca de 20 mil al mes, sin descuentos de ISR y otros impuestos. El sueldo es igual para hombres y mujeres.

–¿La gente se le acerca o le teme?

–Sí se me acerca; muchas veces nos insultan gratuitamente o se burlan. Estoy aquí porque me gusta ser policía. Me gusta el contacto con la gente, me gusta ayudar, hacer recorridos, proteger a la ciudadanía. Por unos pagamos todos, hay más policías buenos que malos. Con el tiempo, aprendí a tolerar los insultos; al principio me sentía mal y sufría porque nos gritan ¡puercos!, y la gente se fija más en lo que hacen los malos que en lo que hacemos nosotros. En las marchas al Zócalo nos agreden, en las marchas del 8 de marzo y en la del 2 de octubre nos atacan, creen que rechazarnos es su obligación; es algo que viene de atrás.

–¿Sus compañeros las respetan?

–En general nos tratan bien. Yo tenía un novio policía. Nos relacionamos con nuestro mismo círculo del ámbito policial, pero es difícil por los horarios. La policía es muy machista, sobre todo los mandos medios y altos; los compañeros son más solidarios.

–¿Ha recibido agresiones, Macaria?

–Sí, más de mujeres que de hombres. Se forman grupitos y si no estás de acuerdo en algo, te excluyen con algún chisme con un jefe.

–¿Cuántas horas está aquí?

–De las seis de la mañana a las siete del día siguiente. Si tengo oportunidad descanso en una silla. No tenemos horario para comer; si hay un momento, comemos. No podemos traer algo porque no hay dónde calentarlo, por eso nos ven en los tacos o en los tamales y nos toman la foto para exhibirnos: Miren, qué bien se la pasan, aunque comamos de pie.

–¡Las traen de encargo!

–Te acostumbras al calor, al frío, a no estar en tu casa, a estar parado tantas horas, a no tener un baño cerca. Tenemos que buscar dónde. Nadie nos habla de eso antes de enrolarnos.

–Macaria, ¿qué satisfacciones le ha dado su carrera?

–He podido ayudar, he detenido delincuentes, me gustan los recorridos y las visitas domiciliarias me llenan. Me gusta ayudar a la gente que no sabe cómo llegar al Metro; si a alguien le roban algo, intervengo, porque puedo detener al delincuente.

–¿Cómo, si no trae pistola?

–Sí tengo mi arma de cargo. Cada año nos dan cursos, uno de esos es manejo de armas; nos enseñan a disparar todo tipo de armas. El chaleco antibalas pesa cuatro kilos, es incómodo. Todo mi uniforme es reglamentario hasta las botas, aunque las que nos dan son muy duras.

–Oiga, Macaria, ¿tiene que rendir un informe por escrito?

–Sí. Cada término de turno, escribo si hay alguna novedad de relevancia.

–Si se casara y formara una familia, ¿seguiría siendo policía?

–Si tuviera familia, no sé si dejaría la policía, es una pregunta difícil. No creo tener hijos, porque mis horarios no me dejarían dedicarles el tiempo que merecen. Sí he pensado en abandonar la carrera y buscar otra cosa que me guste, pero no me veo en una oficina.

Llevo 18 años de policía. Estudié pedagogía, pero lo dejé porque me gusta la acción. Me jubilaré a los 50 años y me falta poco. Cuando me retire pienso viajar.