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Fuegos fatuos
N

o cabe duda de que, en eso de la mercadotecnia, la industria hollywoodense se las sabe todas. Para promover una película difícil como Oppenheimer se creó un acto llamado Barbenheimer para treparla a la espalda de Barbie, y confiar en la ingenuidad del público. Pensando que quizá se trataba de un nuevo superhéroe, miles de espectadores acudieron a la cita sólo para toparse con una narrativa densa de tres horas sobre, básicamente, conversaciones entre científicos y políticos. Observen cómo la venta de boletos empezará a declinar.

El cine del británico Christopher Nolan nunca ha sido sencillo. Ya en su anterior Tenet (2020) nos enfrentó a un relato del todo incomprensible (al menos para mí). Ahora esta biopic sobre el científico estadunidense J. RobertOppenheimer, considerado el padre de la bomba atómica, contiene varias aristas y su compleja personalidad es descrita con los previsibles saltos de tiempo.

Desde la juventud de Oppenheimer (Cillian Murphy) –u Oppie, como le dicen sus amigos– y su comprobada ineptitud para ejercer la física en el laboratorio, el hombre sobresale por sus hallazgos en la física cuántica. Luego un paso por la universidad de Berkeley revelará su simpatía con el Partido Comunista y provocará el conflictivo romance con la militante Jean Tatlock (Florence Pugh). En el mismo sitio conocerá a Kitty (Emily Blunt), su futura y alcohólica esposa. La posibilidad de dividir el átomo le abrirá la idea de un arma poderosa y el interés del ejército por contratarlo a él para dirigir algo llamado el Proyecto Manhattan. Estamos en 1943 y a Estados Unidos, representados por el general Leslie R. Groves (Matt Damon), le urge adelantarse a los nazis en eso de desarrollar la bomba atómica.

Nolan es fiel a la biografía deOppenheimer, pero como la cuenta en fragmentos no lineales, es necesario estar atentos. El realizador usa a actores conocidos para darle rostro a los numerosos científicos que intervendrán en el proyecto; y también para identificar a los políticos que someten al protagonista a una audiencia para cuestionar su ideología y lealtad al país. En particular, es importante la presencia de Lewis Strauss (Robert Downey Jr), fundador de la Comisión de Energía Atómica en 1947 y principal antagonista de Oppie.

Por supuesto, la secuencia que se aparta del blablablá y le permite a Nolan ejercitar su músculo visual es aquella donde, en el desierto de Los Álamos, se experimenta con hacer estallar la primera bomba atómica de la historia. Un gran acierto, en una película en la cual la música y los efectos sonoros son incesantes, es optar al principio por el silencio. El despliegue de imágenes resulta eficaz, mas no impresionante. Ciertamente se necesitaba más para justificar la cita atribuida al dios Vishnu y pronunciada por Oppenheimer: Yo soy la Muerte, el destructor de los mundos.

Después sigue el anticlímax. La larga audiencia que le permitirá al biografiado expiar sus culpas y medir quiénes le son leales en el periodo negro del macartismo. La coda es que Oppenheimer fue alcanzado finalmente por sus demonios, imaginando una realidad de devastación nuclear.

En efecto, el mundo cambió para siempre después de la bomba atómica. El mundo del cine después de Oppenheimer sigue fundamentalmente igual.

Oppenheimer

D: Christopher Nolan / G: Christopher Nolan, basado en el libro American Prometheus, de Kai Bird y Martin Sherwin/ F. en C y ByN: Hoyte Van Hoytema / M: Lüdwig Goransson / Ed: Jennifer Lame / Con: Cillian Murphy, Matt Damon, Emily Blunt, Robert Downey Jr., Florence Pugh / P: Atlas Entertainment, Gadget Films, Syncopy. Estados Unidos, 2023.

Twitter: @walyder