Opinión
Ver día anteriorSábado 15 de julio de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
50 años sin Cuca García
L

a actuación de María del Refugio Cuca García Martínez (Taretan, Michoacán, abril 2 de 1889-Ciudad de México, julio 16 de 1973) como sujeta política me resultó un observatorio privilegiado para entender las luchas de su época.

Cuca puso su grano de arena en la edificación de un mundo con aspiraciones de igualdad y justicia social que pretendía concretar el imaginario comunista por medio de la querella del proletariado. Algunas de sus reivindicaciones sostenidas a lo largo de varias décadas en los avatares del México posrevolucionario, todavía, a la luz del siglo XXI, son parte nodal de las batallas femeniles.

La existencia de Cuca implicó enfrentar al poder masculino con distintas estrategias. Replicó las construcciones ideológicas que constreñían a las mujeres en sus recintos hogareños, y abrió para las trabajadoras proyectos laborales, de salud, educativos y culturales a fin de romper su extendida marginalidad.

Su feminismo prohijó en la realidad cotidiana de las mujeres su aspiración de igualdad, pero una igualdad militante que abrevó de la revolución. No en balde Michel Perrot resume en Mi historia de las mujeres (FCE, 2009: 204) las contradicciones de este feminismo: En la teoría, que subordina la lucha de sexos a la lucha de clases; en la práctica del poder que se apoya sobre partidos, incluso sobre la dictadura de un proletariado muy masculino. Entre la virilidad del militante y el ama de casa ideal las mujeres comunistas no tienen escapatoria.

Cuca es una figura icónica porque al lado de grandes contingentes femeniles aspiró a nuevos roles en el ámbito político y cuestionó las prerrogativas masculinas y el sentido varonil patrimonialista de los órdenes de la sociedad; a la vez, se mantuvo en convivencia directa con su gente en tanto pueblo trabajador. Esta peculiaridad fue una ruta alternativa en su praxis revolucionaria frente a la virilidad militante de la que nos habla Perrot.

De igual manera, Cuca integró la generación de sufragistas en el empuje por el voto y los derechos de las mujeres. En retrospectiva, se acrecientan sus luchas de emancipación enlazadas con las reivindicaciones actuales más urgentes, en pro de la igualdad, la libertad y una vida digna, como señala Lucía Melgar en Una larga lucha (inconclusa) por la ciudadanía ( La Revolución de las Mujeres en México, INEHRM/SEP, 2014: 111).

El reportero Ricardo Rangel reveló en las Últimas Noticias de Excélsior (Vive en la peor miseria una mujer que luchó por la Patria, 23/11/65, p. 3) las condiciones en las cuales se debatía Cuca, que vivía de la caridad, sufriendo hambre y enfermedades. Todavía en ese momento esperaba la materialización del reconocimiento oficial en su calidad de veterana de la Revolución, declarado el 20 de septiembre de 1946. Subsistía con sus dos piernas fracturadas al ser atropellada por un vehículo ( idem).

Incluso, el 28 de diciembre de 1966 se aprobó el dictamen de la Primera Comisión de Defensa Nacional de la Cámara de Diputados que concede pensión de gracia, de cuatrocientos cincuenta pesos mensuales, a la C. María del Refugio García Martínez, en mérito a los servicios que prestó a la Revolución Mexicana (www.diputados.gob.mx/sedia/biblio/virtual/dip/cdn_compila/leg46.pdf). Legitimada la pensión, no dejó de insistir ante las autoridades: más nunca me dieron nada (Adolfo Montiel, En la inopia la primera aspirante a diputada, La Prensa, 14/7/73, p. 22).

Días antes de su fallecimiento, Adolfo Montiel la encontró en su última morada de la calle del Estanquillo 8; en un mísero cuartucho y postrada en una cama, debido a otro accidente en diciembre de 1972, desde entonces no volvió a caminar ( idem).

Refugio murió el lunes 16 de julio de 1973. El parte médico estableció la causa: una fuerte bronconeumonía, desnutrición en tercer grado e insuficiencia cardiorespiratoria (Adolfo Montiel, “Murió ‘Cuquita’ García”, La Prensa, 17/7/73, p. 22 y 47).

El odio, la indiferencia, la incomprensión, pero sobre todo el abandono1 y la ingratitud, fueron las lápidas que segaron la memoria de una vida de mujer por las causas de las mujeres y la revolución.

Montiel, de manera premonitoria, asentó: será recordada algún día. Entonces reconocerán su lucha y la nombrarán la mujer mexicana que verdaderamente luchó por la mujer y por su país (Adolfo Montiel, “Murió ‘Cuquita’…, p. 2). Y tenía razón, la muerte nunca es el fin de una historia, si acaso un puerto de arribo.

* El Colegio de Michoacán

1 Durante el sepelio, Adelina Zendejas reprochó el abandono: Cuca murió de hambre y eso representa una vergüenza para las que se dicen revolucionarias (Adolfo Montiel, Cuquita García, ejemplo para la mujer mexicana, La Prensa, 18/7/73, p. 1).