La prostitución es una práctica constante de violaciones, maquillado con un lenguaje que distorsiona, tapa y mantiene los lugares asignados por el patriarcado.
Por eso quiero reflexionar con ustedes la soledad en la puta, hablar de esa soledad tan desigual que ya es obscena. Soledad que es atravesada por relaciones de poder sobre ese cuerpo y subjetividad, para que no puedan pensarse y verse por fuera del ejercicio de expropiación y explotación a la que están sometidas ¿Cómo trabajar la fragilidad en estas mujeres? ¿Cómo despertar esa fragilidad en las personas que tiene un puesto de poder, en lugares claves, para que haya un cambio?
La toma de la palabra es un acto político que cambia las relaciones de poder en las que están las mujeres prostituidas. Recuperar el poder de la palabra para nombrar las cosas por su verdadero nombre. Es urgente romper el guion fálico de trabajo sexual, romper con los falsos discursos de empoderamiento y libre elección que el proxenetismo introyecta en nuestras hijas, nietas y bisnietas.
El guion oficial de la puta está hecho y escrito por otros, otras, por los y las proxenetas, por los puteros, por el Estado, y los parásitos, a la medida de sus intereses. Hacen de las organizaciones de mujeres prostituidas portavoces de ese guion, y repetirlo no sólo silencia, sino que adormece y degrada a la víctima.
La única que no tiene su propia versión de puta, es la propia puta. La iglesia tiene a María Magdalena; las culturas populares, todas hacen de la puta figura arquetípica a partir de la cual se usa a la puta para explicar todo tipo de deseos y pasiones del varón masculino universal. Los movimientos sociales también tienen su versión de la puta, como la madre de todos los tiranos y malditos, porque por nuestra boca habla el opresor. La única que no tiene su propia puta, es la puta, porque para ser, tiene que ser el reflejo del deseo del otro y eso no es gratificante para ella misma.
Romper con la soledad y el silencio en la puta, es romper con el guion oficial, e implica rupturas profundas. La toma de la palabra en la puta es rebeldía y desobediencia.
La toma de la palabra en la puta es un acto creativo y vital, que vale las alegrías, las rabias, y dolores que supone eso. Es un acto de desobediencia imprescindible, inevitable y desencadenante de cambios.
Es distinto leer un libro sobre explotación a escuchar a una persona que lo fue, o leer sobre prostitución, cuando hay putas que quieren vomitar tanto dolor verbalmente y se les tapa la boca con profilácticos y una caja de alimentos.
La mudez de la puta tiene entonces dos pliegues. Uno, el silencio, el de la no palabra. El otro el de la mentira y la realidad paralela. El pliegue de la no palabra está armado sobre la base del miedo, la violencia y humillación. Este pliegue es un mecanismo de sobrevivencia que encierra, invisibiliza y construye en el silencio un refugio prolongado. El pliegue de la realidad paralela está hecho de un discurso armado en torno de su cuerpo, sus afectos, y sus relaciones, construyendo una falsa realidad que responda siempre al deseo del otro sobre ella.
Parar la maquinaria de la mentira es nombrar las cosas por su verdadero nombre, solo así, el marido no es marido, es el fiolo; el cliente no es cliente, es el putero, prostituyente, torturador diario. Esto es un proceso político, no terapéutico.
Esto es fundamental afirmarlo porque hay una corriente muy fuerte de despolitizar los dramas humanos de toda índole y los convierte en condiciones que solo tienen sentido o solución dentro de un escenario terapéutico, lejos de las relaciones de poder que han creado y que constituyen esos dramas. No por nada la sociedad ha tenido no solo necesidad de criminalizar a la puta, sino también patologizarla, de convertirla en una enferma que debe curarse. Para la iglesia en una pecadora que debe arrepentirse.
Por eso la toma de la palabra, romper el silencio desde la puta, es un acto políticamente desobediente. La puta debe ponerse en cuestión primero, para luego poder poner y nombrar su entorno.
La ruptura temática y la ruptura de lenguajes van unidas, porque el lenguaje y los temas juntos, son el guion de la puta.
Puta vieja, puta fea, puta loca, puta de mierda, puta regalada, puta barata, puta de porquería, duele, paraliza, lastima, humilla, descalifica, avergüenza, intimida, enmudece, frena, agobia, bloquea, y trae recuerdos terroríficos.
El feminismo plantea que vivimos en un Estado patriarcal, yo agrego que vivimos en un Estado proxeneta. Nombrarlo proxeneta al Estado deja claro el lugar de objetos sexuales de intercambio que ocupamos las mujeres en todas las sociedades y culturas del mundo. Por eso las mujeres en un Estado patriarcal, que es un Estado proxeneta, actuamos y existimos por fuera de la historia y de la política. Eso no se resuelve con ningún concepto de inclusión, ni de política de derechos, porque instala una crítica más profunda e irreconciliable con el Estado, sea del norte o del sur, sea socialista o capitalista.
Por ello el universo de la prostitución es un pendiente de todos los sistemas políticos, de todas las ideologías, y de todas las culturas del mundo, de norte a sur, y de este al oeste.
El lugar de una puta, no es entre putas, el lugar de la puta es dejar de verse como víctima, el lugar de la puta es la dignidad intransigente, el lugar de la puta es tomar la esquina, y desde ese lugar interpelar a toda la sociedad, porque desde ya toda la sociedad pasa por la esquina de la puta. •