Analizar la trata de personas con fines de explotación sexual desde una perspectiva feminista, implica contribuir a la comprensión de la dominación patriarcal y proxeneta que sujeta a las mujeres en situación de prostitución a la esclavitud sexual.
¿Por qué poner en un mismo enunciado a la trata de personas con fines de explotación sexual y a la prostitución?
La respuesta a esta pregunta es fundamental, ya que diferentes discursos contemporáneos las plantean como fenómenos aislados. Por un lado, se dice que la prostitución es un “trabajo sexual”, ejercido voluntariamente y que, incluso, empodera a las mujeres que lo ejercen; por otro lado, existe una postura que plantea que ambos fenómenos están imbricados, ya que, la trata de mujeres y niñas para la explotación sexual es la forma de abastecer la demanda globalizada de prostitución.
Al analizar los debates que separan a las mujeres entre víctimas de trata y “trabajadoras sexuales”, es claro que se beneficia al sistema proxeneta, ya que se invisibilizan las estructuras históricas de dominación y control sobre los cuerpos, sexualidad y vida de las mujeres. Se provoca una ceguera ante la violencia cotidiana y estructural; se deja de lado la articulación entre el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado; se deja de ver que las más afectadas en la globalización, el extractivismo y el despojo territorial, son las mujeres, y que, ante la barbarie, siempre hay una puerta abierta, la del sistema proxeneta disfrazado de “emprendimiento”, “agencia” y “empoderamiento”. El mercado ha penetrado todos los discursos y tejidos de la vida, ha desdibujado la historia y centrado todo en un “individuo” que parece estar bajo ningún tipo de dominación.
¿Cómo afecta este discurso patriarcal y proxeneta la vida de las mujeres y niñas prostituidas en Tlaxcala?
Bueno, la realidad es que la trata con fines de explotación sexual no ha disminuido en el estado. Por un lado, la producción de proxenetas en diferentes comunidades ha provocado una cultura proxeneta, en la cual, se normaliza que el vecino o el compadre empiece a “moverse” o “ande accionando”, es decir, que comience a prostituir a su esposa y/o a otras mujeres. Se han construido discursos míticos en torno a los proxenetas, en los cuales, ellos “ayudan” a sus comunidades, las protegen y hacen que se desarrollen económicamente, y, por lo tanto, se legitiman o por lo menos, se normaliza su práctica.
Ante esta realidad, los discursos oficiales plantean que la trata ya no existe, o como lo dijo la titular del poder ejecutivo “Gracias a Dios en Tlaxcala ya no hay trata”, ¿a qué se debe la ceguera de la realidad? La respuesta es compleja; por un lado, está el cinismo y la ignorancia; por otro, están las consecuencias de los discursos que invisibilizan que la prostitución es violencia, lo que hace que todas las mujeres que están paradas en la Vía Corta Puebla- Santa Ana sean vistas como “trabajadoras sexuales”. Y así, no se miran las violencias que se ejercen contra ellas, se deja de lado que todas tienen padrote, y que hay cuidadores a su alrededor, incluidas las policías municipales y la policía estatal, que de vez en cuando se dan sus vueltas y se les puede ver parados, a la orilla de la carretera “conversando” con las mujeres, o quizás debería decir, extorsionándolas. Esto se debe a la corrupción, un fenómeno profundo en el estado, arraigado en estructuras caciquiles y de compadrazgo.
Pero hay algo más profundo, y es la articulación del poder político con estructuras de dominación proxenetas. La violencia contra las mujeres es instrumental y sirve al control social. La violencia contra las mujeres juega un papel en las dinámicas económicas, ya que al Estado le interesa establecer un régimen de explotación del trabajo, de los cuerpos y de los recursos. Se debe observar que existe un continuum entre los contextos geopolíticos y la violencia contra las mujeres en el contexto local.
Visto de esta forma, los proxenetas son un brazo del gobierno del estado. Le permiten romper la articulación comunitaria y generan despolitización y, así, hacer que en las comunidades se extienda un pensamiento centrado en la competencia y la ganancia. Se difunde una masculinidad basada en el control, la violencia y la competencia. El padrote es el inteligente; “el que la supo hacer”; el que no es campesino; el que “no se ensucia las manos”. El padrote tiene una buena casa, un buen coche y muchas mujeres, son justo la encarnación del sueño capitalista y patriarcal. Sólo que esta encarnación se da en una región rural, fuertemente golpeada por la industrialización y la contaminación. Mientras más comunidad tiene que haber, mientras más lucha contra la industria y el despojo se necesita, de la misma forma, más proxenetas surgen en las comunidades y la violencia contra las mujeres se incrementa. El Estado hace caso omiso, le conviene.
Al gobierno le conviene negar la problemática para atraer inversiones, pero, sobre todo, porque el dinero proxeneta se invierte en el estado, ya sea en coimas o en negocios, y así, la #TlaxcalaSíExiste, se construye sobre la violencia feminicida, sobre la explotación sexual y sobre la desaparición niñas y mujeres.
Las mujeres son una fuerza comunitaria, son quienes encabezan las luchas en contra de la contaminación de la cuenca del alto Atoyac. Qué conveniente para el Estado y la industria que, a la par, sean las mujeres las que terminan en la esclavitud sexual. •