No hay estadísticas confiables en México que puedan dar un número exacto de las mujeres en situación de prostitución y mucho menos la cifra de las violencias que ellas padecen. El que se haya asumido que México tiene una postura abolicionista después de la firma y ratificación del Protocolo de Palermo (2003), abrió una vía que ha sido aprovechada por el sistema proxeneta para impulsar una perspectiva que dice ser feminista y que apoya al denominado “trabajo sexual”, y desde una postura geopolítica y académica han denominado a la línea abolicionista como regímenes anti-trata. Esta postura se dice en contra de la trata de personas pero también tiene una postura política clara para decir que la prostitución “voluntaria” es un logro de las mujeres y usa los postulados feministas para decir, por ejemplo, que las mujeres son las que deciden sobre su cuerpo y que “la esquina es de quien la trabaja”. El sistema proxeneta se camufla muy bien y envía a mujeres a defender esta postura para que ellos no se vean afectados y continúen aprovechándose de la esclavitud sexual femenina y no sean denunciados. Es una embestida del sistema proxeneta con matices neoliberales y que ha iniciado una postura geopolítica que ha tomado como bandera la dignidad del trabajo y lo ha llevado al plano de la sexualidad. Se ha infiltrado al sistema de Naciones Unidas, a los gobiernos de los Estados, a las organizaciones de la sociedad civil y también a los ámbitos universitarios. Y han construido un armazón teórico sobre postulados feministas y de defensa al derecho al trabajo pero fundamentados en principios del sistema reglamentarista del siglo XX que proponía tarjetas sanitarias, exámenes médicos de vigilancia epidemiológica y de control de los espacios prostibularios con el propósito de “defender mejor los derechos de las trabajadoras sexuales” y paradójicamente la salud de los mal llamados “clientes”. Cuestión que en México está más que vigente, con las leyes de salud y los bandos de policía y buen gobierno que toleran o reglamentan la prostitución, y que en algunos casos algunas ciudades o municipios cuentan con reglamentos de prostitución vigentes.
Sobre la responsabilidad de los varones en la configuración de la prostitución, hay que plantear las preguntas adecuadas a los problemas reales y más importantes sobre la violencia contra las mujeres en México. Y considero que la prostitución es una de las violencias más extremas contra las mujeres y que en México se ha normalizado, se ha banalizado y eso ha tenido consecuencias en todas las mujeres. Los temas que he investigado son feminicidio y trata de personas con fines de explotación de la prostitución ajena. Las preguntas necesarias son: ¿qué de proxeneta, qué de prostituyente tenemos?; ¿Qué de feminicida y violador tengo? Justamente el trabajo que tengo con Ixchel Yglesias, haciendo peritajes sobre feminicidio, trata de personas, violación y violencia contra las mujeres tiene ese sentido; y además yo, como hombre, ¿cómo me proyecto?, ¿cómo me espejeo con aquellos hombres que tomaron la decisión de prostituir, violar o matar?
La prostitución, como la forma más antigua y arcaica de violencia extrema contra las mujeres, nace junto con el patriarcado; y éste, junto con el tabú del incesto (que prohíbe a los hombres tener relaciones sexuales con la madre, hermana e hija, y a las mujeres con su padre, hermano o hijo), construye un orden social de género basado en la heterosexualidad como garante de estabilidad social. Para guardar este orden tenemos que entender cómo se construye un sistema de esclavitud sexual, como un sistema proxeneta, con una diversidad de actores, de lógicas y de mecanismos para entender la vulnerabilidad de las mujeres y que sean prostituidas. Y que a partir de la construcción de las masculinidades vinculadas al poder y control, con una sexualidad activa e irrefrenable que justifican la existencia de la prostitución para guardar el buen nombre de las mujeres consideradas como “buenas”; nos volvemos protectores y garantes del orden social que debemos proteger un honor familiar, un honor familiar que vulnera a las mujeres. Esto permite entender que el aumento de la prostitución y de la violencia contra las mujeres tienen una explicación muy sencilla: el aumento se debe a la pérdida de control que hemos tenido sobre las mujeres, y esta pérdida de control se manifiesta en diferentes tipos de violencia y principalmente el feminicidio. Y en este contexto, hay que entender el debate entre el abolicionismo y el reglamentarismo, esta parte de cuando los derechos de las mujeres avanzan por un lado surge otra parte del lobby proxeneta que se oculta en discursos de autonomía femenina y de empoderamiento sexual para decidir qué se hace con el cuerpo. Pero lo que no se ve detrás de este discurso, que es que cuando se habla del “derecho” de las mujeres a vender su cuerpo, está el derecho de los hombres a comprarlo, usarlo y a veces desecharlo.
Ante esta panóramica del fenómeno de la prostitución y la responsabilidad masculina en su erradicación, cómo hacerlo, qué acciones realizar; sólo propongo algunas de las más urgentes:
Reconocimiento del Estado y sus órganos de gobierno, de la prostitución como una forma extrema de violencia contra las mujeres.
La creación de un marco normativo integral que prevenga, atienda, sancione y ayude a la erradicación de la prostitución.
Adicionar en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el derecho humano que proteja a toda persona para no ser explotada sexualmente con fines de prostitución.
Coadyuvar a que se realicen investigaciones sociales sobre el sistema proxeneta para construir políticas públicas que contribuyan a la erradicación de la prostitución.
La creación de una política educativa des-patriarcalizante para generar medidas de igualdad formal y sustantiva entre hombres y mujeres; junto con una campaña nacional por una sexualidad integral y vinculada al placer. •