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Inundaciones tempranas
E

l lunes 1º de marzo de 2010, un eufórico Felipe Calderón Hinojosa, entonces presidente de la República, aseguró que al finalizar su mandato no habría más inundaciones catastróficas en la Ciudad de México y su área metropolitana. Y todo gracias a la terminación de una de las obras de infraestructura hidráulica más importantes del mundo: el Túnel Emisor Oriente.

Una manera, además, de celebrar dignamente el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana.

En febrero anterior se habían salido de su cauce los ríos Los Remedios y La Compañía, dejando más de 100 mil damnificados y 10 mil casas siniestradas en el Valle de Chalco, Nezahualcóyotl y Ecatepec. Calderón reconoció entonces que la tragedia fue porque el sistema de drenaje del Valle de México era obsoleto, insuficiente para garantizar el desalojo del agua y enviarla fuera por sistemas adecuados. Y por la extracción sin medida del acuífero, que ocasiona severos hudimienientos de la mancha urbana.

Como en ocasiones anteriores, en la revisión de la magna obra estuvo acompañado por el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, quien prometió ayuda a los damnificados, invertir más en infraestructura y, algo básico: evitar en todo lo posible la explotación irracional del acúífero origen del hundimiento de los asentamientos humanos en la región. Además, sostuvo que era imposible evitar más inundaciones en la entidad a su cargo, en las zonas aledañas a los ríos La Compañía y Los Remedios. El motivo: el sistema de drenaje de la zona metropilitana estaba rebasado y para resolver los problemas se necesitaban 40 mil millones de pesos. Y no se tenían.

El 28 de noviembre de 2012, dos días antes de concluir su mandato, Felipe Calderón inauguró en Ecatepec la planta de bombeo El Caracol, con lo que concluyó la primera etapa del Túnel Emisor Oriente. Era, reiteró, la obra de drenaje más grande del planeta y evitaría ya los desastres en la megaurbe. Recordó que ésta se asentaba en lo que antes fue una región lacustre y por eso la población padecía inundaciones catastróficas. Para evitarlas, en sexenios anteriores se construyeron obras para desalojar las aguas residuales y pluviales, como el Gran Canal del Desagüe, el Emisor Poniente y el Tunel Emisor Central.

Pero faltaba la definitiva el Túnel Emisor Oriente, de 62 kilómetros de extensión, siete metros de diámetro a una profundidad entre 30 y 350 metros y capaz de conducir 150 metros cúbicos por segundo. Su costo, 20 mil 200 millones de pesos, 5 mil millones más de lo programado. Además de reducir el riesgo de inundaciones por una falla potencial del Túnel Emisor Central, protegería el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, las instalaciones del Sistema de Transporte Colectivo Metro, la contaminación de los ríos, pues las descargas de aguas residuales irían a la Planta de Tratamiento de Atotonilco y, algo muy importante también: sería menor la sobrexplotación de los acuíferos. En resumen, presumió que con este túnel y otras obras de mi sexenio, más 20 millones de personas que viven en esta región estarán más seguras y con menos riesgo de inundación. Hoy, el valle de México tiene viabilidad hídrica en el largo plazo.

Pero durante el sexenio siguiente, a cargo de Enrique Peña, se criticó que varias de las obras inauguradas por Calderón quedaran a medias. Destacadamente el magno Tunel Emisor Oriente, la planta de bombeo El Caracol y la presa El Realito, destinada a surtir de agua potable a San Luis Potosí y Guanajuato. No funciona porque olvidaron construir el acueducto. Y además, llovieron las críticas porque las megaobras se adjudicaron sin licitación a poderosos consorcios de la construcción. Y porque Calderón ignoró, como sus antecesores y los posteriores, la clave para resolver las inundaciones y el hundimiento de la urbe: retener al máximo el agua en la cuenca de México y con ella alimentar el acuífero, sobrexplotado. Con los miles de millones gastados en esas obras faraónicas no se resolvió el problema.

Tres recientes lluvias ocasionaron ­inundaciones tempranas. Una nueva muestra de lo irracional de la política hidraúalica del gobierno. Faltan las precipitaciones más devastadoras como demostraré el lunes próximo. Y todo por no hacer lo ­correcto.