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Hacia el humanismo mexicano
E

s hora de pensar en el tema propuesto hace poco por el Presidente. Morena está en busca de su candidata o candidato a titular del Ejecutivo federal a partir del año próximo; el proceso va bien, entre los aspirantes hay diferencias de estilo, de personalidad, de énfasis, pero no ideológicas, coinciden en dar continuidad a obras, proyectos y programas impulsados por el dirigente y salvo alguna protesta velada, la intención compartida es aceptar la encuesta y apoyar a quien resulte con la preferencia de los encuestados.

Pero si bien es importante la persona, no lo son menos los principios, nuestro humanismo; así que propongo que al margen de este proceso bien pensando y bien ejecutado, pensemos en el entramado teórico que dará a la campaña solidez y dejará claro lo que somos y lo que queremos.

Y no tenemos que ir muy lejos por grandes construcciones teóricas o académicas; en mi opinión, debemos empezar por volver los ojos a nuestra propia historia, a nuestros orígenes, al pasado prehispánico y al gran encuentro que fue el descubrimiento, mejor en plural, los descubrimientos y las conquistas y luego acudir a los principios que motivaron y llevaron a buen fin a las tres transformaciones anteriores.

Del pasado indígena tenemos mucho que atender; el apego y respeto a la naturaleza, la solidaridad del tequio, el gusto por colores, sabores, belleza; la armonía de la vida cotidiana. Lo veo como un observador mestizo y asombrado. De esa veta surgen hoy los caminos comunitarios, sembrando vida y la resistencia; no rendirse.

Del descubrimiento y el virreinato, haciendo a un lado violencia, atropello, imposición, la injusticia evidente de encomiendas, empresas mineras y grandes haciendas, tenemos muchos qué rescatar. Pondré algunos ejemplos: el interés por entender lo que sucedía, la defensa de los indios por los misioneros, el aprendizaje de las lenguas originarias para evangelizar y para enseñar, a fin de cuentas, un interés positivo. En esta vertiente está en el trasfondo, el interés de cristianizar y con ello un intento de justificar, aunque sea parcialmente la otra fase, la del atropello y la destrucción. Para esta etapa hay obra escrita; vuelvo a recomendar el libro de Francisco Piñón Filosofía política de la Conquista.

Los misioneros fueron los autores de la proeza; recorrieron territorios inmensos y desconocidos; recogieron información y se empeñaron en entender. Al mismo tiempo fueron grandes constructores; un ejemplo entre muchos el acueducto del Padre Tembleque; caminos, iglesias, escuelas, hospitales, poblaciones bien trazadas.

Para mí, Tata Vasco, el universitario de Salamanca Don Vasco de Quiroga, es un ejemplo destacado; sus obras admirables, ejemplo para todos, son las Ciudades Hospital, comunidades nuevas, inspiradas en la Utopía, de Tomás Moro. Su memoria, la de Pedro de Gante, la de Motolinia, Eusebio Kino, Bartolomé de las Casas y otros, fueron ejemplos que no podemos marginar.

De las transformaciones anteriores a la cuarta, de la que somos protagonistas todos nosotros, hay mucha tela de dónde cortar, es nuestra historia de más de 200 años.

De la primera transformación están el decreto de Miguel Hidalgo aboliendo la esclavitud; su inspirada idea de enarbolar como bandera de la insurgencia la imagen mestiza de la Virgen de Guadalupe y, por supuesto, de José María Morelos Los sentimientos de la nación y el primer intento serio de organizar la América septentrional.

De la segunda transformación están el haber fortalecido los conceptos de independencia, apego a la ley, separación de Iglesia y Estado. Juárez y su brillante generación afirmaron los conceptos de dignidad nacional frente al poder extranjero y en esto los conservadores con sus propias ideas viendo el peligro en la frontera norte, no dejaron de dar su testimonio; unos y otros defendían a México de ambiciones externas.

La tercera transformación, una revolución social, popular, triunfadora frente a una dictadura que parecía invencible, aporta valiosos conceptos surgidos en diversos momentos de esa importante etapa de nuestra historia. Se trata de principios irreversibles, que se incorporaron a la legislación, y también a las convicciones compartidas por el pueblo de México.

Acudo a los lemas concretos de los revolucionarios; en primer lugar: sufragio efectivo no relección, de Francisco I. Madero, principio defendido en su libro La sucesión presidencial y luego, con el llamado a las armas y su sacrificio. Municipio libre, en contra del caciquismo y centralismo tradicionales y arraigados por siglos. La tierra es de quien la trabaja, reivindicación de los campesinos del sur, encabezados por Emiliano Zapata. Todo esto llevado a la Constitución de 1917, que consagró esas aspiraciones y legó al mundo las garantías sociales al lado de las garantías individuales; un primer paso para el humanismo que nos inspira y que está en formación. Vamos bien.