Opinión
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Isocronías

Lirismos trágicos

I

ba a hablar hoy aquí de La huella de los otros, del colimense César Anguiano –número 27 de la colección Parota de Sal de Puertabierta Editores, que puede decirse acaba de aparecer–. Mas en conversación con el autor, a quien en persona no tenía el gusto, cambió la idea. Tras regalarme el Cancionero des temps obscurs, en que comparte créditos con Jorge Vargas –a más de poeta, fotógrafo y cineasta–, y viendo que quien los traduce ha vertido asimismo traductor al francés a Pessoa, Eugenio de Andrade y Hugo Gutiérrez Vega, pensando en el lector aceptamos ser menos noticiosos (no tan estar al día) que divulgadores de un doble trabajo que, si tomado en cuenta por Patrick Quillier, traductor, debemos tomar en cuenta.

Sangre y cenizas y Pueblo quieto (o Sang et cendres y Paisible village) son los dos títulos recogidos en un volumen por Wallada hará tres y medio años. En la portada la imagen de un acordeonista, al parecer itinerante de cantinas, fondas y demases posibles, debida a la lente de Vargas. Poco más de cien páginas que de alguna manera recuperan el texto de protesta, el verso urgente, la íntima tristeza que, porque no hay de otra, reacciona, se levanta.

Anguiano, quien en muy pequeña reunión nos habló de Proust, Dostoievsky, Heidegger, Kierkegaard, quien vivió dos años en Francia, escribe contra lo que se ha llamado la guerra de Calderón. Vargas, por su parte, más bien en defensa, causa tal vez perdida, de su pueblo, Armería. (Si no en defensa, al menos en memoria, creemos que podría decir él mismo).

Anguiano: Yo sé lo que esconden / En sus almas, / Lo que sueñan / Y olvidan al despertar. // Yo sé lo que ocultan / Incluso al mejor amigo, / Lo que se niegan esos autómatas / A punto de desplomarse. // Lo sé porque antaño / También caminé dormido.

Vargas: Volverán en el aire / Hechos polvo / En las espumas de la ola que revienta / Volverán en la brisa del mar / En la lluvia que bañan los palmares / Volverán.

Ambos autores nacieron el siglo pasado, respectivamente años 66 y 90. El primero obtuvo accésit en el Premio Jaime Gil de Biedma, en cuyo jurado, entiendo, participaron Pere Gimferrer y Antonio Colinas.

La frase siguiente –que alguien pudiera ver exagerada– subraya lo que Quillier en más de un modo apunta: estamos ante un doble esfuerzo lírico de suave aliento épico que necesariamente se ocupa de un fenómeno (optimistamente dicho, del tamaño de un país, el nuestro) trágico.