l pasado jueves el desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro enfrentó la primera de 16 denuncias presentadas contra él tanto en el Supremo Tribunal Federal, instancia máxima de la justicia en Brasil, como en el Tribunal Superior Electoral.
Y fue precisamente en el Electoral que deberá suspender su derecho de postularse en disputa de votos por ocho años.
Una segunda sesión del juicio se dará el martes 27. Si acaso haya necesidad de una tercera, deberá ocurrir el jueves 29.
El mismo Bolsonaro que admitía, hace algunos días, que podría ser condenado, ahora cambió de tono. Dice que sería una injusticia y una ilegalidad y que pretende postularse a cualquier cargo, hasta el de concejal, en las municipales del año que viene.
La causa se refiere a la reunión que Bolsonaro promovió en julio del año pasado en el palacio presidencial con embajadores para denunciar, sin ninguna prueba, el sistema electoral brasileño implantado en 1996, sin que jamás hayan surgido siquiera indicios de fraude.
La denuncia, respaldada por la Fiscalía Electoral, menciona el uso de un edificio público, así como medios públicos de comunicación, para realizar una campaña electoral sin haber sido registrado como candidato, lo que es exigido por la legislación. Además, el uso de instalaciones públicas para fines electorales está prohibido por la ley.
De los siete integrantes del Tribunal Superior Electoral, uno fue sugerido por el ultraderechista. Hay otro que es aliado de Bolsonaro. Se da por cierto que los otros cinco votarán por condenarlo.
Hay fuerte presión de los seguidores del ex mandatario para que uno de los dos o ambos pidan tiempo para examinar la denuncia. Con eso podrían retardar por 60 días sus votos.
Las dos denuncias siguientes, que deberán ser juzgadas antes de noviembre, involucran a Bolsonaro y sus tres hijos que actúan en política: el senador Flavio, el diputado nacional Eduardo y el concejal por Río de Janeiro Carlos, además de varios aliados.
¿Eso significará el fin del ultraderechista? En términos electorales sí, hasta 2030. Pero en términos políticos, no.
La ultraderecha, que desde hace 10 años salió del placar y llegó al auge con la elección de Bolsonaro, lo tendrá como líder, y él será un eficiente captador de votos tanto en las municipales del año que viene como en las mayoritarias de 2026.
Al mismo tiempo, la derecha menos radicalizada ya busca un sucesor que no sea tan extremista. Por ahora, el nombre más mencionado es el de Tarcisio de Freitas, gobernador de San Pablo, el estado más rico del país.
Además de perder el derecho de presentarse como candidato a lo que sea, Bolsonaro corre otro peligro de peor contundencia: las denuncias presentadas pueden llevarlo a la cárcel.
De momento, lo que circula en Brasilia es que tal medida no deberá ser adoptada tan pronto, para no fortalecer el aire de víctima con que el ultraderechista se presentará.
Pero hay convergencia en un punto: tarde o temprano, difícilmente Bolsonaro escapará de ser apresado. Y sus hijos deberán seguir el mismo rumbo.