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Psicosis en Estocolmo
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▲ Fotogramas de la cinta Psicosis en Estocolmo, de la directora Maria Bäck. El relato concentra la atención en la manera en que la hija vive la experiencia singular de haber sido, desde niña, acompañante y enfermera virtual de una madre entregada a delirios fantasiosos.
E

n vísperas de cumplir los 14 años, y durante un viaje a Estocolmo organizado por su madre (Josefin Nelden) para celebrar el acontecimiento, la adolescente interpretada por Josefin Stofkoper cobrará conciencia plena del extravío mental, cada día más grave, que padece su progenitora. Desde los cinco años ha aprendido a convivir con la condición bipolar de esta última, con ese desorden mental cargado de episodios sicóticos que hacen de cada gesto y comportamiento suyo un inconveniente público, cuando no un drama, casi siempre imprevisible. De este modo, la hija asiste continuamente al rápido tránsito de su madre de un incontrolable estado de euforia a un ensimismamiento total que impide toda comunicación y augura una depresión prolongada.¿Comienzas, mamá, a sentirte extraña?, pregunta la joven ante la inminencia de una nueva crisis, empeñándose con poco éxito en limitar las consecuencias a menudo negativas de los actos de su madre, esa acompañante incómoda a la que, pese a todo, nunca deja de amar incondicionalmente.

La decisión de no precisar en la cinta los nombres propios de la hija y de la madre, procede del carácter declaradamente autobiográfico del relato, el cual refiere la experiencia vivida por la propia directora Maria Bäck, una notable documentalista sueca que en Psicosis en Estocolmo (Psykos i Stockholm, 2020), su primer largometraje de ficción, ha elegido trabajar a partir de sus diarios de infancia y los expedientes clínicos acumulados por su madre a lo largo de 40 años. El resultado ha sido construir una ficción novedosa mediante una colaboración entre madre e hija, con el propósito de despojar a esa historia de cualquier interpretación maniquea tendiente a victimizar a la persona enferma, mostrando también cómo la joven protagonista consigue sobrellevar de modo inteligente la carga de oprobio social comúnmente ligado a un desajuste mental severo. El relato concentra así la atención en la manera en que la hija vive la experiencia singular de haber sido, desde niña, acompañante y enfermera virtual de una madre entregada a delirios fantasiosos que se han ido incorporando y convergiendo con el imaginario mismo de la joven. Entre las dos mujeres existe una complicidad intensa, particularmente perturbadora, que pone de relieve la sensación de soledad que vive la protagonista adolescente, incapaz de comunicar cabalmente a otros la naturaleza de su desasosiego, esa parte sustancial de su difícil proceso de madurez.

En el espacio de sólo dos días, la hija tiene la ocasión de descubrir en Estocolmo una interacción social hasta entonces desconocida que exacerba el comportamiento lunático de su madre, sus arranques coléricos y sus provocaciones groseras, su manía de escandalizar y subvertir las convenciones sociales. En un momento la directora yuxtapone su propia voz y la de su madre a las voces de sus dos protagonistas en un intento por confundir la realidad y la ficción, registrando las diversas franjas temporales por las que atraviesa el relato. No se trata, precisa Maria Bäck, de escoger entre el placer y el dolor o entre la fealdad y la belleza, sino de situarse justamente entre los dos extremos a un mismo tiempo. Esa ambigüedad moral que maneja la cinta desarticula por completo las nociones más socorridas sobre la relación de una persona enferma con un medio social potencialmente hostil, mostrando también el peso emocional que soporta una adolescente sensible en su trato cotidiano con ese ser desconcertante e inaprensible que en contados momentos de lucidez reconoce ser su madre.

Se exhibe en la sala 9 de la Cineteca Nacional a las 20:15 horas.