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Penultimátum

Elizabeth Catlett, mexicana sin par

U

n reconocimiento más a los muchos que recibió en vida le hace ahora el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) a la escultora y grabadora Elizabeth Catlett. En una sala especial se exhiben varios de sus trabajos más importantes.

En varios de ellos recrea la belleza y el vigor de las mujeres afrodescendientes, su vida familiar y la lucha tantas veces reprimida en pro de los derechos sociales y políticos.

Nieta de esclavos liberados, no pudo estudiar en un instituto tecnológico de Pittsburgh por el color de su piel. Pero en 1937 se graduó con los máximos honores en la Escuela de Arte de la Universidad Howard de Washington. Después se convirtió en la primera mujer afroestadunidense en obtener un posgrado en la de Iowa.

Desde sus años universitarios, Elizabeth fue figura destacada en la lucha por los derechos civiles para los afroestadunidenses. En ese entonces, los supremacistas blancos imponían su ley. Igualmente destacó en la defensa de los derechos de los trabajadores.

Gracias a una beca, en 1946 visitó nuestro país, al que adoptó como su hogar definitivo. Aquí encontró campo propicio para expresar libremente sus ideas artísticas y proseguir sus batallas en pro de los afrodescendientes. Las autoridades estadunidenses la señalaron de comunista y agitadora, persona no grata, y durante 10 años le prohibieron ingresar al país donde nació en 1915.

En México hizo parte durante décadas del Taller de Gráfica Popular. Un tiempo estudió en la Escuela de Pintura La Esmeralda y fue profesora destacada en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, donde en 1975 se jubiló con reconocimiento unánime.

Elizabeth fijó su residencia final en Cuernavaca, donde tuvo su taller, y murió en 2012. Allí produjo buena parte de sus obras, que hoy se conservan en el MoMA y en otros museos, como el Americano y el del Bronx en Nueva York; en el Toledo de Ohio y en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. En México, hay obra de ella en varias instituciones y en colecciones privadas.

Un acierto del MoMA fue compartir la sala homenaje con obras de su amigo Jacob Laweence.

Él ilustró en su serie Migración la penosa marcha que hace un siglo realizaron miles de afrodescendientes desde el sur ultrarracista hacia los estados del norte, un poco más tolerantes. Luchó igualmente por los derechos civiles y fue cronista destacado de la vida en el mítico Harlem.

Por su trabajo y ejemplo, Elizabeth Catlett es una mexicana sin par.