Cultura
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Polémica sobre Jacques Derrida
D

ejar atrás los caminos de la ingenua certidumbre, transitemos ahora por la senda que convida a dejar atrás la centralidad y la fijeza, exploramos la experiencia de la desconstrucción.

Antes de entrar a la obra hay que conocer al artífice, y el artífice de esta gran revolución en el pensamiento filosófico contemporáneo es Jacques Derrida.

El pensador intempestivo y apátrida, tal como lo describe la derridiana Cristina Peretti, este hombre que no se afinca ni se detiene en ningún tiempo y lugar, sólo un pensador de esta talla puede atreverse a realizar una tarea de tal envergadura, y ésta consiste en hacer estallar el aparato del saber y de poder en su simulacro de cohesión y homogeneidad, en la vacuidad de sus prejuicios y de sus representaciones. Su pensamiento se erige, alejado de la máquina institucional, para generar inquietud y desazón. Y es que la historia del pensamiento y los procesos institucionales parecen compartir una misma acta de nacimiento en el occidente, el logofonocentrismo, discurso racional que pretende dar razón, fundamentar, garantizar y legitimar tanto la autoridad del significado trascendental como la del sistema institucional (norma, código, etcétera).

En el espacio del logofonocentrismo se desarrolla la gran maquinaria del saber (sentido-verdad-univocidad) y del poder (autoridad-jerarquía-dominación-legitimación) regida por la instancia formal y pretendidamente neutral de lo Uno y lo Mismo.

La cultura establecida (el aparato del saber) prefiere, antes que excluirlo, integrar en su saber –aparentemente inofensivo– el pensamiento que juzga más amenazador y que, de esta forma, convierte fatalmente en algo familiar, en un intento por tornarlo inocuo, desactivado.

A lo largo de toda su historia, nuestra sociedad occidental se ha caracterizado invariablemente por unas aspiraciones muy definidas y bastante concretas: la búsqueda y el logro de la máxima eficacia, del rendimiento y de la utilidad más absolutas, en otras palabras: por la conquista del saber y del poder, regida por una lógica mezquina (utilitaria) necesaria para la supervivencia misma de este tipo de sociedad que se constituye en sistema económico de reserva que no arriesga absolutamente nada, y que en mi opinión se torna cerrado, excluyente y alienante, especialmente para los grupos minoritarios. Sobre esto volveremos a poner el acento, ya que sobre los marginados es sobre lo que se centra nuestra investigación.