Extraen toneladas de madera y tierra
Han convertido 700 hectáreas de bosque en tablas, polines y carbón
Lunes 19 de junio de 2023, p. 28
Puebla, Pue., Con total impunidad, grupos de talamontes derriban un número incalculable de árboles y bajan cientos de toneladas de madera a la semana del parque nacional La Malinche, en la zona que corresponde al estado de Puebla, lo que ha devastado unas 700 hectáreas de bosque en los últimos 15 años, estimaron ambientalistas y pobladores de las juntas auxiliares de San Miguel Canoa y La Resurrección, ambas con más de 60 por ciento de población indígena.
En entrevista, pobladores y activistas, quienes pidieron el anonimato por temor a represalias, calcularon que cada siete días bandas delictivas extrae de esa área protegida entre 500 y 800 polines (barras alargadas que por lo regular se fabrican de pino blanco, ideales para construir armazones de construcciones); además, se fabrican clandestinamente en la montaña de 10 a 15 toneladas de carbón.
Explicaron que los polines son adquiridos principalmente por la industria de la construcción en Puebla capital y la zona conurbada, mientras el carbón se vende en la central de abasto de Puebla y en los mercados de la ciudad, donde los vendedores lo hacen pasar como producto proveniente de Oaxaca y Chiapas.
El parque nacional La Malinche se asienta en territorio de los estados de Tlaxcala y Puebla, a lo largo de 16 municipios en el Eje Neovolcánico Transversal. El volcán La Malinche abarca los municipios poblanos de la capital, Amozoc y Acajete.
Grupos armados operan con impunidad
Según datos del gobierno federal, tiene una extensión de 46 mil 112 hectáreas, con una amplia diversidad de fauna (937 especies descritas, decenas de ellas endémicas), como el chupaflor canelo, el zumbador mexicano, el chipe rojo, el zorzal mexicano, el murciélago mula, el saltaparedes, el enebro azul, el vencejo nuca blanca y el mirlo pinto, entre otras.
Para protegerlo de invasiones y desmontes para la agricultura y el pastoreo, y ante la pérdida del hábitat de múltiples ejemplares silvestres causada por la llegada del ferrocarril a principios del siglo XX, Matlalcuéyatl –como los indígenas nativos nombraban al volcán– fue declarado parque nacional el 6 de octubre de 1938.
Pese a estar prohibida desde entonces, en toda su superficie se comete tala clandestina, la cual se intensificó en la región que corresponde a Puebla en los recientes 15 años, ante la falta de una autoridad que actúe para inhibir esta práctica.
A decir de activistas y defensores del bosque, en la zona operan tres tipos de talamontes: los que sacan polines y tablas y están armados, por lo que podrían formar parte de una organización delictiva; leñeros y carboneros que producen carbón en la montaña y lo venden en mercados de Puebla capital, y los que toman la madera y la venden para leña.
La mayoría de estos grupos están conformados por habitantes del lugar o provenientes de Tlaxcala, donde existe una vigilancia más fuerte para inhibir la tala clandestina.
Algunos de ellos invaden predios particulares, amenazan a los propietarios y derriban árboles con motosierras; también intimidan a ambientalistas y a todo aquel al que consideren un obstáculo para sus fines.
Estos sujetos operan a partir de las cinco de la tarde; suben a más de 2 mil metros sobre el nivel del mar, ya que en las zonas más bajas escasea la vegetación boscosa. Con motosierras derriban ejemplares de entre 20 y 60 años de edad.
Los que comercian con los polines los estiban para subirlos a camionetas y camiones de volteo que bajan hacia San Miguel Canoa y La Resurrección.
En un recorrido por la zona afectada se observan centenares de troncos, polines y restos de ramas y madera tirados en un área que abarca varias hectáreas.
Ni la lluvia detiene a estas personas que entrada el alba regresan a las comunidades de las que provienen para volver al día siguiente. Los activistas estiman que por semana bajan entre 500 y 800 polines.
Una parte importante de la madera es usada para preparar carbón en una especie de hornos que emiten gran cantidad de humo.
Decenas de individuos suben a la montaña a recoger el producto en costales que transportan en vehículos o en animales para luego venderlos en la central de abasto de la ciudad de Puebla y en la mayoría de los más de 30 mercados municipales, donde se dice que la mercancía proviene del sureste mexicano.
Defensores del medio ambiente estiman que por semana se extraen de 10 a 15 toneladas de carbón, que en el mercado se vende hasta en 15 pesos el kilogramo.
Pese a la evidente operación de talamontes, en el lugar es nula la presencia de personal de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, así como de autoridades estatales y municipales.
Los vehículos pesados cargados de madera circulan libremente, incluso a orillas del camino principal a San Miguel Canoa.
Los activistas refieren que en Tlaxcala opera una cuadrilla importante de guardabosques que depende del gobierno de esa entidad para inhibir dicha actividad criminal, lo que no ocurre en Puebla, y ello propicia que talamontes de ese estado se trasladen a territorio poblano a extraer la madera.
La especie de árbol más devastada es el encino, ya que de éste se extraen los polines; sin embargo, también se derriban oyameles y otros ejemplares.
Señalaron que en los últimos 15 años se ha agudizado la tala inmoderada en Puebla, debido a que desde la década de los 2000 dejó de haber vigilancia en la zona del parque que corresponde a la entidad.
Calcularon que en ese periodo se han devastado aproximadamente 700 hectáreas de bosque, de las cuales 400 están en San Miguel Canoa y más de 300 en La Resurrección.
Otra modalidad de extracción en los bosques de La Malinche es la que se relaciona con el abono de los suelos altamente ricos en nutrientes, del cual se extraen alrededor de 900 bultos por semana.
Los denunciantes alertaron que al llevarse arena y semillas se evita que nuevos árboles crezcan, lo que altera el ciclo natural.
Afirmaron que el abono es vendido en Tecamachalco para reforzar la reproducción de leguminosas en una zona donde escasea el agua.
La tala inmoderada evita la regeneración de los mantos freáticos y ha secado los manantiales, como se observó con dos que se ubican en el área perteneciente a La Resurrección, en la montaña.