Número 189 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
Patrimonio biocultural y territorios vivos

Memoria bioculural de los Chontales de San Matías Petacaltepec

¡Estás echando basura a mis trastes!

Tío Francisco tejiendo atarraya para pescar camuchin. San Matías Petacaltepec. Heber Ramírezz
Heber Jahaziel Ramírez Sánchez Doctorado en Ciencias del Desarrollo Regional y Tecnológico. TecNM/ITORamsés Arturo Cruz Arenas Cátedras Conacyt, TecNM/ITO

Los Chontales

Los chontales de Oaxaca conforman un grupo milenario que habita la Sierra Madre del Sur y su zona costera, colindante con la región del Istmo de Tehuantepec en el estado de Oaxaca. Están organizados en dos grupos lingüísticos diferenciados, los Chontales Altos y los Chontales Bajos. Incluso dentro de estos dos grupos se puede encontrar una gran variabilidad en el idioma. No obstante, comparten muchos de sus elementos culturales que les confiere su identidad.

Desde hace unos años hemos estado trabajando en la visibilización del patrimonio biocultural del pueblo chontal de los Altos llamado San Matías Petacaltepec, cuyo nombre, a decir de Martínez Gracida, es producto de la actividad evangelizadora sobre esta comunidad por parte de los dominicos Fray Diego Carranza, Fray Domingo Grijelmo y Fray Mateo Daroca en el siglo XVI. Los habitantes de San Matías al igual que el resto de las poblaciones chontales vivían dispersos por su territorio sin formar un pueblo y a pesar de los esfuerzos de los conquistadores espirituales por formar uno se mantuvieron habitando en rancherías dispersas a lo largo y ancho de su territorio hasta inicios de la década de los noventa, cuando la última ranchería fue abandonada por la presión de los programas de asistencia social como lo fue PROSPERA.

Memoria biocultural del agua en San Matías Petacaltepec

Esta forma de vida queda plasmada en la cosmovisión actual de los chontales de San Matías, donde muchas de las rancherías cumplen ahora la función de geosímbolos y donde cada parte del territorio posee una característica particular; ya sea que el propio espacio sea considerado como un ser vivo, como el caso del cerro El Encino, o bien que ese espacio sea habitado por un numen local como puede ser los manantiales. Pese a lo que se pudiera juzgar, este sistema complejo de creencias perduran aun dentro de los sistemas religiosos tanto de católicos como de protestantes.

Sustentados en su cosmovisión el patrimonio biocultural de los chontales de San Matías se transmite especialmente por medio de la tradición oral, ya sea haciendo uso de los cuentos, mitos, cantos, leyendas o creencias. Rescatamos acá el relato de tía Cristina, una mujer chontal de San Matías Petacaltepec de ochenta y seis años, le ha transmitido a su nieta en pláticas de sobremesa, parte del acervo inmaterial biocultural de su propio pueblo.

Tiene lugar en una ranchería conocida como “El Sapo” en donde vivió su padre y donde ella pasó parte de su niñez. Al morir su padre el rancho fue heredado a la tía Cristina. Dentro de este terreno se encuentra un manantial que, se cree, está protegido por un sapo gigante con apariencia de piedra.

En una ocasión, un hijo de la tía Cristina sembró tomates cerca del nacimiento del agua, y para regar sus plantas mandaba a sus hijas por agua al manantial. Ellas solían acarrear el agua con pequeñas cubetitas y gustaban de jugar con el agua.

Una noche, la tía Cristina soñó con un abuelo que se veía fuerte, quien le preguntó:

—¿Por qué los chamacos están jugando el agua? ¿Qué no sacaron agua hasta allí la cañita?— el hijo ya había hecho un canal para guiar el agua hasta la caña —ya lo sacaron sus aguas, ahí que echen sus cubeta.

—Aquí no van echar otro cubeta, ¡mis trastes! ¡mira! todo se ensució mis trastes —le reclamó el abuelo —si usted no entiende, no avisas, se van a enojar que lleguen otro vez, se van enojar nomás, si no vas a decir que el agua así dició [dijo].

Va aparar un arcoíris creo ahí — reflexionó la tía Cristina sobre los posibles males— quien sabe ora´ que va hacer.

— Mero no van a venir, ya estoy avisando, no van a venir, ¿qué cosas sembraron?, dale la vuelta así, en el quiotillo hay agua, ahí una zanjita, ya lo sacaron, ahí echen su cubeta, yo no estoy negando aquí —dijo el abuelo —Mucho me están echando basura en mis trastes, estos los chamacos no saben, no saben, ¡ustedes lo que los mandaron sí!

Al siguiente día la abuelita Cristina le avisó a su hijo lo que el abuelo le advirtió:

—no vas a mandar otros [otra vez] los chamacos, ahí van a levantar agua ahí abajo que den la vuelta hasta allá donde está el quiote.

El hijo contestó:

—¡Ah! ta´ bueno, lo dejo entonces.

¡Si! se enoja esa agua, se enoja —finalizó la tía— mero te va a hablar. Me regañó esa agua.

En la cosmovisión chontal los sueños son un medio idóneo para mantener comunicación con la tierra, representada por los númenes locales. De tal forma que en esta anécdota encontramos el diálogo con el manantial que se humaniza por medio de la figura del anciano para poder transmitir su mensaje. Esta concepción implica una jerarquía y un parentesco con el manantial, pues a diferencia de las culturas occidentalizadas en la cultura chontal, los ancianos tienen un papel importante dentro de las dinámicas familiares y comunitarias como poseedores de sabiduría. El numen del agua exhortaba a realizar toda actividad humana lo mas alejado del manantial, de manera que no se alterara el ecosistema próximo al nacimiento del agua respetando ciertos límites, los cuales consistían en no pisar el agua, pues el agua se podría enojar y secarse; mantener limpio el nacimiento del agua, esta actividad estaba a cargo de su esposo Francisco (†) y de su hijo Práxedes; y aunado a esto, si se quería tomar agua del manantial tenía que hacerse usando una jícara y no directamente con las manos. En respuesta a los requerimientos del numen del agua, los abuelos optaron por tapar la entrada al manantial con una piedra grande de modo que no se obstruyera la salida del agua pero impidiera el paso de las personas al ojo de agua, y construyeron un tanque con el fin de evitar que pisaran o ensuciaran el manantial.

Más narraciones como esta existen en San Matías para transmitir conocimiento sobre la cacería, la pesca, la formación de nuevas familias, para transmisión de rituales de curación, para saber lo que no se debe hacer en ciertos lugares, o dar a conocer conductas inapropiadas.

La forma de entender el mundo por parte de los chontales difiere mucho de las sociedades occidentalizadas, donde es el mercado y no los númenes el que definen la forma y la intensidad en que se interviene a la naturaleza. Por su parte, las creencias y rituales chontales, sin duda, implican un profundo entendimiento de los ciclos naturales, siendo los sistemas simbólicos la mejor forma de explicar dichos fenómenos y gracias a esta interrelación simbólica y material los chontales de San Matías han logrado cohabitar en su territorio con humanos y no humanos por más de un milenio. •

La tía Cristina preparando un remedio para los granos en la piel causados por la planta Ototil (Comacladia sp.) Heber Ramírez