La biocultura y los campesindios poblanos base de la producción agrícola durante la pandemia
Aunque COVID-19 llegó para quedarse, la recuperación de la “normalidad” contó con elementos de resiliencia que, poco visibilizados, coadyuvaron significativamente al sostenimiento de la sociedad durante el período álgido de la pandemia. En el estado de Puebla éstos giran en torno a la producción campesina de alimentos y sobre una estructura agraria que sustenta su forma de reproducción social y su relación con la naturaleza. Algunas evidencias de ello son las siguientes:
- El cierre de actividades económicas motivó una movilización de mano de obra a las actividades primarias. La proporción de población ocupada en el primer trimestre por tipo de actividades, según el INEGI registró que de 18.7% de personas trabajando en el sector agropecuario en 2019 se pasó a 22% en 2020, porcentaje inusualmente alto para ese trimestre que reflejó su aportación al desempeño de la economía poblana como el único sector con valores positivos (de 0.9 %). Esa fortaleza se notó hasta 2021, en el que las actividades primarias tuvieron la menor caída económica los primeros tres meses (-3.1%), comparada con las caídas de los sectores industrial (-9%) y comercio y servicios (-7%).
- De acuerdo con los registros agrícolas, los cultivos maíz y frijol aumentaron su volumen de producción en las modalidades riego y temporal: en 2020 el maíz alcanzó 1.05 millones de toneladas, 22 mil más que en 2019, y para el año 2021 el volumen superó 1.15 millones de toneladas, la producción más alta desde 1996. El frijol aumentó ligeramente en 2020 y en 2021 llegó a 40.5 mil toneladas, 9% mayor al de 2019.
- Los incrementos de producción además de aumentar el valor monetario generado, también lograron incrementar los rendimientos: el maíz pasó de 1.98 toneladas por hectárea en 2019 a 2.32 en 2021. El frijol aumentó de 0.76 a 0.88 toneladas por hectárea en los mismos años. Este logro no es menor, pues la pérdida de área de uso agrícola y superficie sembrada de cereales y leguminosas secas es una tendencia histórica en Puebla ya que compite con los crecimientos urbanos e industriales y también con la superficie destinada a cultivos más lucrativos y apoyados con financiamientos gubernamentales en el marco de los tratados de libre comercio como forrajes, flores y plantas.
- Para entender el impacto del grave disturbio sanitario en la diversidad agrícola de Puebla, se midieron dos índices de diversidad: Índices Shannon y Margalef a partir de los datos disponibles de 2003 a 2021. Los resultados nos indicaron un comportamiento de resiliencia ecosistémica y en este caso agroecosistémica durante los años de la pandemia, con la intervención activa de los campesinos y pequeños productores: En el grupo de los cultivos comestibles la proporción de cada cultivo (distribución de abundancia) disminuyó 10.25% de 2019 a 2021, es decir, en pocos cultivos se concentró una mayor proporción de toneladas producidas. Esto es congruente con los datos de producción de maíz y frijol, que fueron los más importantes o dominantes durante el período. El segundo índice nos indica la riqueza de especies, que se incrementó ligeramente 0.8% hacia 2021, seguramente como alternativa de diversificación de alimentos, aunque con poca producción.
En cuanto a la utilización del agua, los comestibles fueron el único grupo de cultivos que en la modalidad de riego aumentó su riqueza de especies en 2020 y 2021; las Flores y Forrajes aumentaron su diversidad, pero únicamente en temporal.
Con lo anterior argumentamos que, durante la crisis sanitaria, los recursos disponibles de mano de obra, suelo agrícola y agua fueron redirigidos notoriamente hacia la producción de alimentos, sobre todo a aquellos con capacidad de almacenarse por largos períodos y que son básicos en le dieta. Garantizaron la reproducción de la vida campesina, y las zonas urbanas no perdieron el abasto de dichos cultivos.
La equidad en la distribución de la tierra en México es entonces estratégica para transitar y escalar la agroecología en el país (Toledo, 2023), pues ha permitido hasta ahora, pese a todos los embates neoliberales, que se sostenga entre 60% y 75% de la producción nacional de maíz para consumo humano, además de la conservación de biodiversidad y riqueza cultural. Su papel durante la pandemia reforzó ese aporte garantizando la autorreproducción de los agroecosistemas. •