De convicciones y prudencias
ué debe primar: las convicciones o la prudencia? Y nos contestamos: depende del lugar, las circunstancias y el momento, las tres dimensiones de todo hecho.
Desde hace alrededor 10 años, en este espacio asentamos nuestras convicciones relativas a la alimentación, desde el proceso productivo hasta su justa distribución. Por la segunda parte, hablamos muchísimos o todos a quienes nos interesa el tema, pero, por la primera, nosotros alegamos –hasta el cansancio del lector– en favor de lo producido a la manera tradicional campesina de Mesoamérica, o sea, en policultivos, en concreto, la auténtica milpa
.
Sin embargo, dejamos ir la coyuntura correcta, pues hace más de tres años, cuando se inauguraban las políticas productivas y alimentarias, antes de que la influencia de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) fuera decisiva, debimos haber ofrecido –incluso con presiones sociales– soluciones alternas a los criterios de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, representados por el titular del ramo. Pero hace cuatro años, cuando nos estábamos conformando en Movimiento, nuestros pensadores de ambos sexos, en éste y otros temas, celebrábamos el triunfo electoral, dejando de lado la Escuela de Cuadros y el programa de afiliaciones (me hubiera gustado participar en los cursillos y que no vinieran a preguntarme más de cinco veces si quería afiliarme...) Como sea, nuestro Movimiento se ha fragilizado. Al tiempo que nuestro líder nos sostiene a todos...
Dicho de otro modo, éste es el tiempo de la prudencia, tiempo donde se fortalecen sin alharaca los programas que vendrán a corregir algunos rumbos y, en el que nos vemos militando: el del fortalecimiento de la clase campesina tradicional, entendido como el reconocimiento de su potencial productor, siempre y cuando abandone las prescripciones del neoliberalismo rural (monocultivos, fertilizantes químicos, búsqueda de ganancia en especie, bolsas y mercados internacionales). Éste es el tiempo de luchar para ir ganando terreno –literalmente hablando– donde producir en las máximas cantidad y calidad, para el autoconsumo y el mercado nacional.
Hace cuatro años había cierto escepticismo (comprensible) en contra de la esperanza, pero hoy tropezamos con muchos críticos porque los cambios no nos han tocado en lo personal o apenas nos han rozado o vemos cómo persisten prácticas deleznables que no podemos borrar con un gesto propio. Y esto a pesar de que tenemos las evidencias de un cambio sustancial en lo económico, lo social y lo cultural.
Creo que, como en otros casos, ya no hay tiempo para eliminar en la Sader una política agraria que condenamos. Tampoco lo hay para distraer al Presidente de su lucha fundamental, defender y fortalecer la resistencia contra los detractores de sus logros económicos y sociales. En cambio, éste es el tiempo de una prudencia hábil, con la que podamos construir lo que no hicimos antes de 2018: una conciencia colectiva entre el campesinado que no aspire a traerlo hacia nuestros propósitos
(sean cuales sean), sino una conciencia de lo que poseen y las maneras cómo pueden sacarle provecho en el contexto actual. Algo así como la lucha contra el analfabetismo en la Cuba recién liberada, en la que participaron miles de mexicanos.
Dicho de otro modo, trabajemos en colaborar para la recuperación de la conciencia de clase campesina, a través de la revaloración de sus métodos y técnicas, de sus herramientas ancestrales del buen vivir, a la vez que les entreguemos nuestros saberes sin imponerlos, para que nos integremos mutuamente en la edificación del nuevo país que deseamos. Mexicano, amoroso y humanista.
PD: Sin dejar de luchar por la recuperación de la milpa y contra todo lo que la expulse de nuestros campos agrícolas, como son los monocultivos y los fertilizantes químicos, nos llamamos a una prudencia que evite el desgaste en los indecisos y los cambios de ruta en quienes carecen de tiempo y/o de lenguaje para combatir a los detractores de la 4T. (Al menos en lo que construimos la 5T.)