ese a tantas noticias negativas y eventos lamentables dominando el espectro informativo, existen fenómenos esperanzadores que surgen de la articulación virtuosa de factores. Esta vez examino brevemente el caso de Michoacán, entidad donde hemos vivido durante las últimas tres décadas. Como sucede en tantas provincias del país, las fuerzas emancipadoras resisten y avanzan contra múltiples y formidables obstáculos. En Michoacán existe una conexión inédita entre la generación de conocimientos cientificos, la comunalidad (el espíritu de la colmena
), y las acciones implementadas por el gobierno de la 4T en cuatro años.
A la enorme presencia y tradición de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, los ocho institutos tecnológicos en la entidad, el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos con 93 planteles en el estado, más tres universidades privadas, etcétera, se vino a sumar hace dos décadas la UNAM. Hoy en su campus de Morelia existen cinco centros de investigación científica y una Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) que imparte 10 carreras de nuevo cuño a más de mil estudiantes. Esta nada despreciable infraestructura educativa y de investigación se ha involucrado con numerosas problemáticas de la entidad como el desarrollo urbano, el agua, el estudio y rescate de sus lagos (Pátzcuaro, Cuitzeo y Zirahuén), los ordenamientos ecológicos del territorio, lo forestal y la conservación biológica.
Esta dimensión se ha conectado con otra de enorme importancia en la entidad: la comunalidad. Después de Oaxaca, Chiapas y Veracruz, aparece Michoacán como el cuarto estado con la mayor diversidad biocultural. Por un lado, sus 15 tipos de vegetación hábitat para la biodiversidad, y por el otro la presencia de cinco culturas indígenas: la purépecha con 200 mil hablantes más los que se autonombran, nahuats (3 mil habitando la Costa), ñañús, mazahuas y matlalzincas o pirindas. De esta combinación surgen innumerables expresiones en saberes, gastronomía, medicina, artesanía, textiles, música, danza y otras. Los movimientos de rebelión indígena de los últimos años, buscando autogobiernos y autogestión municipal y comunitaria y por la superación de la marginación social, son cada vez más numerosos.
El último núcleo lo constituyen las acciones de la 4T. Debemos citar por lo menos las 10 sedes de las universidades del Bienestar más tres proyectos: Sembrando Vida, Producción para el Bienestar y Pies Ágiles del Conahcyt. El primero mantiene 484 cooperativas, cada una con vivero, sistema de riego y biofábrica, en las que laboran casi 12 mil cultivadores de 30 municipios, quienes han sembrado 31.6 millones de árboles. El segundo ha establecido 40 escuelas de campo adonde llegan a capacitarse pequeños productores. En el tercero se han conformado 25 comunidades para el aprendizaje. Estos tres proyectos se orientan por conceptos largamente cocinados por sectores académicos de vanguardia: la agroecología, la economía social y solidaria y la investigación acción participativa. Existen otras iniciativas de la sociedad civil sobre turismo comunitario, e innumerables centros de concienciación social y ambiental, como Alternare AC, que en 25 años ha formado más de 200 líderes rurales.
Hay también experiencias modelo: la comunidad indígena de Nuevo San Juan Parangaricutiro, célebre dentro y fuera del país por su manejo forestal que combina con ecoturismo y conservación. En la misma tesitura está Cherán, que logró expulsar a talamontes y narcotraficantes y generar autogobierno, autogestión y autodefensa. Dirigida por un consejo comunal de 12 miembros (tres por cada uno de los cuatro barrios) renovable cada tres años, esta comunidad es un modelo con avances tecnológicos (vivero automatizado) sociales (seguridad total) y culturales (radio comunitaria, proliferación de artistas). Cherán inspiró al doctor José Manuel Mireles (1958-2020) a detonar las autodefensas de Tierra Caliente, una experiencia frustrada que queda como un acto heroico para la historia. En Cherán 500 familias trabajan en 20 cooperativas de Sembrandio Vida y reciben apoyo técnico y científico de decenas de instituciones. Finalmente Santa Fe de la Laguna frente al lago de Pátzcuaro, mantiene la defensa de su territorio y desarrolla proyectos de conservación y reforestación (seis cooperativas) y un jardín etnobiológico.
Si definimos el ambiguo y etéreo concepto de sustentabilidad como poder social, en Michoacán se avanza conjugando las tres dimensiones aquí señaladas, con flujos de conocimiento y de actores, y sinergias inéditas. La difusión de conocimientos desde las universidades, el diálogo de saberes, las nuevas políticas públicas, las luchas por la comunalidad y otras contribuciones de la sociedad civil se van enredando silenciosamente y van sumando y acumulando fuerzas por la emancipación social y ambiental.