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Mar de historias

Cualquier jueves

L

a luz de las lámparas nocturnas rescata de la oscuridad el perfil de los árboles y los módulos de una sola planta que integran la residencia para adultos mayores Senderos de Esperanza. En la puerta del chalet 101 se encuentra Gregoria, conocida entre los residentes como Goya. Lleva un vestido de dos piezas, se arregla el peinado y tararea una canción que interrumpe al oír pasos que se aproximan.

Goya: –¿Quién anda allí?

Renata: –No se asuste. Soy yo.

Goya: –Yo, ¿quién? ¿Te conozco?

Renata: –Sí. Ayer en la mañana la señorita Emma nos presentó.

Goya (desconfiada): –¿Dónde está ella?

Renata: –En su cuarto. Se quedó en su cuarto empacando las cosas que le faltaban porque mañana se va; pero no se preocupe: yo voy a quedarme en su lugar.

Goya (al oír carcajadas en el chalet vecino): –¿Qué está pasando allí?

Renata: –La señora Becky invitó a sus amigas a ver la pantalla que le regaló su hermano por su cumpleaños. ¿Por qué no está con ellas?

Goya: –Espero a mi hijo Cristóbal. Prometió que vendría a verme.

Renata: –Pero ya es tarde y a estas horas no se reciben visitas.

Goya: –Ya lo sé, pero como Cristóbal viene de un viaje y se quedará en México sólo esta noche, le pedí a Ramón que lo dejara pasar. ¿Cree que lo haga?

Renata: –La verdad, no. Mejor vaya a acostarse.

Goya: –No tengo sueño y estoy nerviosa. Siempre que espero a mi hijo me pongo así.

Renata: –Dígaselo a su doctor para que le recete un calmante suave que le ayude a dormir.

Goya: –Ya me lo dio, pero a mí no me gustan esas cosas. Prefiero mi té de azahar. Ahí tengo, pero no lo he tomado porque no quiero que Cristóbal me encuentre dormida. De por sí viene poco… (Mira en dirección a la reja principal.) ¿Por qué se tardará tanto?

Renata: –El tráfico está peor que nunca y no creo que su hijo alcance a llegar hoy. Puede que mañana sí. Recuerde que los jueves también son días de visita. Agárrese de mi brazo y vamos entrando a su cuarto porque se me hace que no tarda en llover.

Goya: –A mí no me gusta que Cristóbal maneje cuando llueve. (Con extrañeza.) –Y tú, ¿por qué no te has ido?

Renata: –Estoy esperando a Emma. Voy a llevarla a su casa porque va cargadísima. (Saca su celular.) Voy a marcarle para que sepa que estoy aquí, no vaya a creer que la dejé plantada. Ojalá que ya no se tarde mucho.

Goya: --Veo que andas con prisa. ¿Te espera tu novio?

Renata: –Dilan, no. Es mi pareja. Da mantenimiento industrial. Antes formaba parte de un trío. Canta muy bonito. A ver cuándo se lo presento.

Goya: –Podría ser mañana. Ojalá que coincida con mi hijo para que se conozcan.

II

Cae una tormenta. Mientras cierra las ventanas, Renata se siente observada por doña Goya y sonríe cohibida:

Renata: –¿Por qué me ve así?

Goya: –Tu carita se me hace muy familiar.

Renata: –Emma nos presentó ayer, pero ya nos habíamos visto en el comedor. ¡Híjole!, me parece increíble que tenga casi una semana de trabajar aquí. Llegué el jueves pasado.

Goya: –Ah sí, mañana: día de visita. Espero que esta vez Cristóbal sí venga a visitarme como me prometió.

Renata: –¡Seguro! Si amanece bonito y usted pide el servicio desde temprano pueden servirles la comida en la pérgola. Ese lugar me encanta.

Goya: –Me conformo con que Cristóbal se esté conmigo aunque sea un ratito. El pobre siempre tiene mucha prisa. Andrea, su mujer, sospecha cosas raras porque no lo comprende. Yo sí.

Renata: –¿A qué se dedica su hijo?

Goya: –A muchas cosas, pero sobre todo hace viajes foráneos para una armadora: lleva y trae coches a los estados, por eso lo veo poco.

Renata: –Lo bueno es que usted no se disgusta. (Oye golpes en la ventana y a Emma llamándola.) Ya tengo que irme, pero quiero dejarla acostadita. Prométame que va a dormir bien para que su hijo la encuentre fresca como una lechuga. (Secunda la risa de Goya.) Hasta mañana.

III

Renata maniobra para salir del estacionamiento de la R-9esidencia y bajar a la avenida, a esas horas muy transitada.

Emma: –¿Seguro que puedes llevarme hasta mi casa? Puedo irme en el Metro.

Renata: –¿Con la maleta que llevas y cuando va más atestado? ¡Olvídalo! (Mira a Emma de reojo.) ¿Por qué no entraste a despedirte de doña Goya?

Emma: –Lo hice después de la comida y me falta valor para hacerlo otra vez. Te juro que siento horrible dejarla así, como está.

Renata: –¿A qué te refieres? Yo la vi muy bien, aunque tristona y nerviosa porque su hijo no llegó.

Emma: –Ni llegará. Por su nuera Andrea, que fue quien la inscribió en la Residencia, sé que hace más de tres años Cristóbal se fue a un viaje para recoger un lote de coches, pero nunca volvieron a verlo. No se sabe si lo mataron, está secuestrado o se fue por su voluntad. Mientras no haya certeza de qué sucedió tenemos que dejar abierta la posibilidad de que él vuelva a visitar a su madre.

Renata: –¿Pero cuándo?

Emma: –No lo sé, puede ocurrir algún día, cualquier jueves.