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Recuerdos trágicos
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n día como hoy de 1920 asesinaron a Venustiano Carranza, el hacendado y político coahuilense que en 1910 se unió al movimiento maderista. Es el autor del Plan de Guadalupe, que derrocó al chacal Victoriano Huerta; en 1916 convocó al Congreso Constituyente, que formuló la Constitución de 1917, (que todavía nos rige, aunque con innumerables modificaciones). Ese mismo año tomó posesión como Presidente Constitucional de la República, y cuatro años más tarde fue asesinado en Tlaxcalantongo.

El apretado resumen nos habla de la enjundia del personaje, sobre cuya muerte violenta hubo dos versiones. Vamos a citar lo que el destacado historiador Javier Garciadiego cuenta al respecto.

Cuando Carranza salió de la Ciudad de México en 1920 amenazado por sus adversarios sonorenses rumbo a Veracruz, el plan, sólo era cambiar la sede del poder, pero finalmente se convirtió en huida.

En Villa de Guadalupe, Jesús Guajardo, quien ya había asesinado a Emiliano Zapata, atacó el convoy pero Carranza logró continuar y en un plan de emergencia se refugió en la sierra de Puebla acompañado de Luis Cabrera.

A lo largo de la abrupta travesía, de los miles de hombres que acompañaban a Carranza quedaron menos de 200. Casi al llegar al refugio, el 20 de mayo, se encontraron a Rodolfo Herrero, un ex militar, porfirista y huertista, quien sabía dónde iba a dormir Carranza esa noche.

Alrededor de las cuatro de la mañana del día 21, en la choza donde dormía el mandatario se escucharon sus gritos Me dieron en la pierna, me la rompieron, veo verde. Lo encontraron muerto por los disparos que desde el perímetro había hecho el grupo de Herrero con consignas como ¡Viva Peláez!, ¡Viva Obregón!.

Tras el obvio asesinato surgió la versión del suicidio de Carranza que se mantuvo durante décadas porque le convenía a todos los involucrados; beneficiaba a Álvaro Obregón que buscaba la Presidencia de la República, a todos los sonorenses de Agua Prieta con los que tuvo diferencias, a Rodolfo Herrero, quien planeó su ejecución, y a los mismos acompañantes de Carranza para que no fueran acusados de falta al honor militar, explica Garciadiego.

Hay la evidencia de que los disparos fueron de diferentes calibres y no se encontraron restos de pólvora en la camisa de la víctima, lo que prueba con contundencia que él no se disparó a sí mismo, como se hizo creer.

Carranza fue el último presidente en funciones asesinado violentamente, el primero fue Francisco I. Madero en 1913.

Para recordarlo, hay que visitar la residencia porfirista donde vivía cuando la traición le quitó la vida. Esta en la calle Río Lerma 35, colonia Cuauhtémoc. Carranza la alquiló en 1919, mismo año en que falleció su esposa; la habitó con sus hijas y el esposo de una de ellas. Escasos seis meses la disfrutó, ya que el 7 de mayo de 1920, salió de la capital para dirigirse a Veracruz y regresó su cadáver.

Al poco tiempo de su muerte, el coronel Paulino Fontes y el general Juan Barragán adquirieron la casa y se la donaron a la hija Julia, quien la habitó durante varios años y finalmente la cedió con todo el mobiliario para que fuera un museo. Tras haber sido Museo Histórico de la Constitución, en 1961 el presidente Adolfo López Mateos la inauguró como Museo Casa de Carranza.

Es interesante visitarla porque nos permite apreciar como vivía en los últimos tiempos de la Revolución sin mayor diferencia con las familias de clase acomodada, un personaje de gran altura en la vida política nacional.

La arquitectura de la casa es representativa de la que caracterizó el porfiriato, época en la que queríamos ser parisinos: pisos de parquet, colocados artísticamente, yesería rococó adornando techos y paredes, vitrales, elaborada herrería, en fin, puras exquisiteces, y además, conserva los muebles que usó la familia Carranza.

La sala luce muebles estilo Luis XV y una chimenea de mármol; permite imaginarlo tomando coñac, fumando un puro y departiendo con familia y amigos; aquí fueron velados sus restos. El comedor habla de buen gusto y sencillez, al igual que las de sus hijas y su biblioteca.

A unos pasos, en Río Lerma 69, está La Naval, la tradicional tienda de ultramarinos y vinos de calidad. Recientemente abrieron ahí mismo el restaurante La Quilla. Ofrece sabrosa comida española, preparada con muchos de los ingredientes que venden. Tapas y bocatas con jamón serrano, bacalao, morcilla, carrillera, chorizo, buenos quesos; algunos días tiene fideuá y paella. De postre la inigualable tarta Santiago.