Los de Campeche se impusieron 7-6
Domingo 21 de mayo de 2023, p. 4
Diablos Rojos del México luce aún desorientado. Ayer sufrió la terce-ra derrota de la temporada en su estadio, la decimosegunda en lo que va de la campaña y la segunda consecutiva ante Piratas de Campeche, ahora por 7-6, en el estadio Alfredo Harp Helú. Un inicio irregular de los escarlatas que no se encuentran tras 24 juegos de la temporada para quedar con marca 12-12.
El beisbol es números y vocabulario. Si cada acción de un jugador es susceptible de convertirse en estadística, existe una palabra precisa para cada situación. Hablar de slump es aludir a distracción, presión sicológica o vil mala suerte que arrastra a un jugador o al equipo. Son esos baches en los que caen los bateadores cuando regresan enfadados a la caseta y cuando las novenas entran en rachas negativas. Diablos Rojos bordea esos vacíos y no ha logrado estabilizar el inicio de temporada.
Un comienzo incierto y temprano todavía, donde han sido capaces de anotar marcadores descomunales, 25 carreras a Tigres y repetir el mismo número a Puebla. Por ofensiva no se preocupa la pandilla escarlata. Donde los juegos empiezan a tambalear es en el montículo y ayer no fue distinto. Después de que los Pingos se adelantaron con dos rayitas en la primera entrada, gracias a esa máquina de jonrones que es Japhet Amador, quien conectó un cuadrangular de dos carreras, mantuvieron a raya a los Piratas hasta la tercera, en la que pudieron hacerse presentes con un timbre.
Pero la dificultad de mantener un pitcheo confiable volvió a sabotear a los capitalinos. En la quinta entrada, al abridor de los Rojos Ronnie Williams se le complicó el juego y se le llenaron las bases. El pelotero de Campeche Yunieski Larduet bateó un sencillo que remolcó el empate. Otra vez estaba en ries-go el México, una historia que se repite como un loop interminable.
Williams se marchó con cinco entradas, dos carreras, cuatro imparables, dos ponches y un pasaporte. El relevo fue un viejo conocido, el estadunidense del bigote, Conner Greene, quien debía apagar el fuego, pero en cambio le atizó con gasolina en la séptima entrada.
Greene no rindió más de un inning y un tercio fatal. Se bajó del montículo con malas cuentas de tres hits y cuatro carreras e igual número de errores, un pasaporte y dos chocolates. Tuvo que subir Sam Bordner con la terrible herencia de hombres en bases y todavía sufrió un timbre, pero logró sacar la entrada con 7-2 en la pizarra.
Y de ahí a sufrir para regresar a la Diabla. Con dos carreras para levantar el ánimo que produjeron Rio Ruiz y Carlos Sepúlveda, pero aún estaban a tres de distancia de los Piratas.
Entonces a pelear como hacen los Pingos, con esos batazos que hacen eco en las entrañas. En la última entrada, Jesús Fabela volvió a pegar un jonrón de dos carreras para quedar 7-6, a sólo una de alcanzar a los del ojo tapado. Dos outs y Juan Carlos Gamboa tenía el turno de la hazaña, pero ésta no llegó. Bateó un elevado que jugó con las emociones de todos, las miradas en el cielo y la pelota cruel que no rebasó el muro y bajó vertical, lenta y con tristeza para ahogarse en el guante del jardinero rival.