En julio de 2022 inicié mi labor en la localidad de Agua Caliente, municipio de Poncitlán, Jalisco, en el marco del proyecto No. 319055 del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). Mi trabajo, desde entonces a la fecha, ha sido implementar un huerto escolar y comunitario en las instalaciones de la Telesecundaria “Adolfo López Mateos”. Esto con 3 objetivos: 1) producir alimentos para consumo de las y los estudiantes; 2) socializar entre la población estudiantil, las mamás, papás y tutores, otras formas de producción agrícola sin agroquímicos; y, 3) colaborar con las y los docentes en la construcción de una nueva pedagogía centrada en el huerto escolar. Si bien, dichos objetivos parten desde un proyecto de investigación e incidencia, estos empiezan a tomar significado al interior de la comunidad.
Agroecología escolar
En este tiempo, estudiantes, docentes y directivos han identificado que el huerto escolar es una herramienta pedagógica y transformadora, puesto que en él se pueden compaginar conocimientos científicos y saberes locales en los procesos de enseñanza-aprendizaje, a la par de que sirve para repensar al sistema alimentario desde adentro y desde la práctica. Más aún, el huerto escolar ha servido para que irrumpan preguntas de alto valor trasfigurativo: ¿es posible producir nuestros propios alimentos? ¿podemos usar otros insumos que no sean agroquímicos? ¿de dónde vienen los alimentos que consumimos? Cuestionamientos que han surgido en el vínculo con la tierra.
Apoyo mutuo
Las mamás, papás y tutores de estudiantes, principalmente quienes forman parte de la Escuela Campesina articulada en el contexto de la Estrategia de Acompañamiento Técnico en Agroecología del gobierno federal, están revalorizando al trabajo comunitario (tequio) como una forma para fortalecer sus lazos comunitarios, a la par de avanzar en sus actividades productivas. Desde hacer en conjunto los biofertilizantes, hasta intercambiar experiencias con otras Escuelas Campesinas y redes de productores agroecológicos, pasando por la convivencia cotidiana en la labor. En cada uno de estos momentos, la comunidad ha puesto en práctica su solidaridad y cooperativismo. Se reconocen como parte de una colectividad que puede llegar a ser una comunidad de apoyo mutuo.
Ética colaborativa
El intercambio y la reciprocidad han sido prácticas culturales que la comunidad, más allá del proyecto o de la estrategia de acompañamiento, han puesto en funcionamiento para alcanzar sus objetivos. Desde compartir insumos locales para elaborar biofertilizantes de uso común; hasta poner a disposición de la comunidad semillas, tambos para almacenar biorremedios, herramienta de trabajo, y pequeñas áreas de sus casas para realizar talleres y prácticas agroecológicas; pasando por el diálogo permanente donde los aprendizajes circulan, se socializan y resignifican gracias a la reflexión colectiva.
¿Reconfiguración o transición agroecológica?
Lo que está aconteciendo en Agua Caliente, desde mi perspectiva, es un proceso articulado por 2 momentos en movimiento: 1) la sustitución de agroquímicos por insumos agroecológicos, y 2) la puesta en duda de su historia relativa a la producción de alimentos de forma convencional. Es decir, estudiantes, mamás, papás, tutores, docentes y directivos, están experimentando cierta ruptura tanto en la estructura (modos de producción), como en la superestructura (pautas culturales) que les condiciona su potencialidad como comunidad.
La llamada revolución verde caló profundo en Agua Caliente. El que niñas y niños estén orinando agroquímicos, no es casualidad. Tampoco el que sus cuerpos se estén deteriorando por daño renal. Por ello, desde mi postura, el huerto escolar y comunitario de la Telesecundaria de Agua Caliente puede ser una herramienta transformadora, dado que abre un horizonte de posibilidades, a la par de que puede potenciar la vida misma en su máximo esplendor.
Empero, un límite para la acción colectiva en ciernes es la caída de la confianza, tanto al interior de la comunidad, como entre la comunidad y toda persona externa que busca colaborar en la transformación de su realidad social. Por ello, no queda más que redoblar esfuerzos, buscar alianzas con redes de apoyo mutuo y forjar comunidad desde adentro. Puesto que sólo así es posible que las niñas y niños de Agua Caliente ejerzan sus derechos humanos a la niñez, educación, salud, alimentación y medio ambiente sano. •