l 5 de mayo al recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de Sevilla, el rector de la UNAM, Enrique Graue, dijo que el Estado español no tiene que pedir perdón a los pueblos originarios, en clara alusión a la carta que el 25 de marzo de 2019 el Presidente de México envió al rey de España. El discurso de Graue, inserto en la tradición intelectual de Miguel León-Portilla y Octavio Paz, fue bastante más rico y complejo que esa frase, a la que lo redujeron aquellos que querrían ver al rector enfrentar al gobierno, sin conseguido pese a sus esfuerzos; y tuvo un efecto secundario: volver a poner la carta de AMLO en el centro del debate. Dejando a Graue, vamos a ella, porque hay un tema central que ha pasado inadvertido. En un artículo del 12 de octubre de 2021 Bernardo Ibarrola puso los puntos sobre la íes:
En 2019, Andrés Manuel López Obrador comenzó el diálogo para lograr una reconciliación sobre el pasado entre México, España y el Vaticano sobre la llamada Conquista de México. No obstante, el cometido no se logró. El gobierno de España, declinó la invitación porque lo ocurrido a finales del siglo XV y principios del XVI es, ante todo, un dilema sobre su propia identidad como nación
(https://rb.gy/lpyci).
A diferencia de las demás potencias o ex potencias imperiales, España sigue fundando su identidad, al menos de manera oficial, en la fecha simbólica del inicio de su expansión imperial. Y eso explica la destemplada respuesta del gobierno español a la mesurada carta en que AMLO buscaba la reconciliación.
En efecto: AMLO expresaba su deseo de que el Estado español admitiera su responsabilidad histórica y ofreciera las disculpas correspondientes, puesto que se pensaba conmemorar el bicentenario de la consumación de la Independencia construyendo la reconciliación con el pasado del país
. Atendamos ese párrafo de la carta: Para la nación que represento es de fundamental importancia, señor, invitar al Estado español a que sea partícipe de esa reconciliación histórica, tanto por su función principalísima en la formación de la nacionalidad mexicana como por la gran relevancia e intensidad de los vínculos políticos, culturales, sociales y económicos que hoy entrelazan a nuestros dos países
.
El gobierno español respondió con una sola frase a las cuatro cuartillas de la cuidadosa argumentación de AMLO: La llegada, hace 500 años, de los españoles a las actuales tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas
. Así, la corona española cerró toda posibilidad de diálogo (a diferencia del papa Francisco, pero esa historia de momento la dejo aparte: pueden leerla en el artículo de Ibarrola).
La respuesta del Estado español refleja la fragilidad de sus tesis históricas. Se pregunta Ibarrola: “¿Cuál es… la posición oficial del Estado español? ¿Lo que pasó hace 500 años no puede juzgarse a la luz del presente, como declaró airado hace tres años, pero lo que pasó hace 521 años –el primer viaje colombino– sí representa el momento fundacional de la política, la cultura y la identidad españolas, como declara la ley de 1987?
“¿De qué manera la invasión española a América –seguida de la bestial guerra de exterminio y ocupación y del posterior establecimiento de un sistema explotador colonial sin ambages– constituye la clave de la cultura, la sociedad, la política y la identidad de los españoles de finales del siglo XX y principios del siglo XXI? ¿Por qué un conjunto de comunidades políticas, sociales y culturales como las españolas, complejas, diversas, riquísimas, con un pasado propio repleto de momentos grandiosos y terribles tienen que apelar, como piedra de toque de su propia identidad, a su experiencia colonial?”
Además de las tensiones que esta posición histórica genera en muchos latinoamericanos, esa posición alienta el racismo de las derechas españolas (y de algunos sedicentes marxistas
muy seguidos en las redes sociales): los neoimperiales que reivindican las hazañas colonialistas y desde una perspectiva histórica unilineal, eurocéntrica (y muy religiosa) argumentan que España
liberó y civilizó a los indígenas son los mismos que piden el rechazo armado de los migrantes y que siguen sosteniendo una ridícula y anquilosada monarquía. Como dice Bernardo, tarde o temprano, los españoles tendrán que enfrentar las tensiones que genera su propia historia.
Aunque las derechas –la mexicana lo ha dejado muy claro– son reacias a revisar su visión dicotómica y monocromática del pasado y el presente.
A propósito de migrantes, de racismo, de xenofobia, de inhumanidad, la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia de Morena decidió, por un formalismo, desechar mi demanda contra el alcalde de Ciudad Juárez, Cruz Pérez Cuéllar, por sus declaraciones y acciones inhumanas y xenófobas que abonaron a la muerte de 40 migrantes en la noche del 27 de marzo pasado. Sus acciones y declaraciones son contrarias a los principios y valores de Morena.